Vitoria. "Van un torero, una tonadillera, un bailaor y una folclórica a un juzgado..." bien pudiera ser el inicio de un chiste, pero la galería de personajes, figuras de la piel de toro, del Museo de Cera y del papel couché, de la España cañí, la del indulto, la corrupción, la negra de siempre, comparten condenas por distintos delitos. Un chiste muy malo que no tiene gracia. El torero, Ortega Cano, y el bailaor, Farruquito, sentenciados por homicidio imprudente debido a las muertes provocadas cuando conducían, mientras que la tonadillera, Isabel Pantoja, y la folclórica, Lola Flores, que emparentan por los engaños a Hacienda, marcan el mapa de famosos condenados. La viuda de Paquirri por pulsar el botón de la lavadora para blanquear dinero y La Faraona porque se le olvidó hacer la declaración de la renta. Aunque de distinto rango y tiempo, los casos se igualan en unas condenas livianas que han generado la indignación popular, asqueada la ciudadanía ante un espectáculo nauseabundo, donde la sensación generalizada es que los ricos, famosos y poderosos esquivan el mazo de la justicia con un abogado diligente.
José Ortega Cano, condenado el pasado miércoles a 2 años, seis meses y 1 día de cárcel por provocar la muerte en accidente de Carlos Parra, es el último eslabón de una cadena con pocos grilletes al menos a modo de castigo. Un error en la custodia del análisis de sangre, un defecto de forma, en el que el matador de toros triplicaba el índice de alcoholemia permitida por la ley, evitó una sentencia más dura para Ortega Cano, que el pasado 28 de mayo de 2011 chocó contra el vehículo del fallecido a 125 kilómetros por hora cuando el límite de la carretera está fijado en 90 km/h. En el juicio varios testigos señalaron que el torero había bebido. Ortega Cano se defendió diciendo que solo se había mojado los labios. Ni los testimonios ni analítica de la Guardia Civil, que señalaba que la cantidad de alcohol en sangre era muy superior a la permitida, sirvieron para incriminarle.
Sin embargo, la defensa del torero, - éste dijo "que debió de tener un desvanecimiento al volante" a modo de justificación del accidente-, alegó que no se había respetado la cadena de custodia de la muestra de sangre del acusado por lo que la prueba de alcoholemia quedaba invalidada. La jueza dio por buena la argumentación del letrado de Ortega Cano, por lo que la condena, se contemplan 4 años de cárcel como máximo, se vio sensiblemente reducida. "No se ha podido acreditar que las muestras analizadas por el Instinto Nacional de Toxicología correspondieran a las muestras sanguíneas del acusado a su ingreso en el hospital, tras accidente", se asegura en la sentencia. Tanto la defensa como la acusación recurrirán el dictamen de la jueza, que además de la privación de libertad, está por ver si Ortega Cano ingresa en prisión, ha impuesto al torero el pago de 181.122 euros a modo de indemnización y la retirada de 3 años y seis meses del carné de conducir.
Atropello mortal A Farruquito, Juan Manuel Fernández Montoya en el DNI, no se lo tuvieron que quitar cuando atropelló mortalmente a Benjamín Olalla mientras éste cruzaba por un paso de peatones la noche del 30 de septiembre de 2003 en Sevilla. El bailaor no disponía de permiso de conducción ni de seguro obligatorio cuando segó la vida de Olalla. De hecho, después de atropellar a la víctima, se dio a la fuga. Si su conducta había sido de por sí deleznable ante el atropello mortal, circulaba a 80 kilómetro por hora después de haberse saltado un semáforo en un vía limitada a 40 kilómetros por hora y se dio a la fuga, el bailaor elevó su bajeza moral al negar su participación en los hechos. Localizado el coche siniestrado en un taller de Málaga por la Guardia Civil, el artista endosó la muerte a su hermano pequeño, menor de edad, para que fuera juzgado por la Ley del Menor, más laxa. Las escuchas telefónicas realizadas en la investigación revelaron que era Farruquito quién conducía.
Esas contundentes pruebas incriminatorios obligaron al bailaor a confesar. A pesar de no contar con permiso de conducir, de duplicar la velocidad permitida en el tramo urbano, de negar el auxilio, de emprender la fuga y de intentar colgar el muerto a su hermano, que se autoinculpó para exonerar a Farruquito, y de mentir "descaradamente antes, durante y después del juicio" según la Fiscalía de Sevilla, el bailaor fue condenado a tres años de prisión, dos por homicidio imprudente en concurso con un delito contra la seguridad en el tráfico, y un año más por omisión del deber de socorro. También tuvo que hacer frente a una indemnización de más de 100.000 euros. El 24 de marzo de 2008 al artista logró el tercer grado por lo que sólo estaba obligado a pernoctar en prisión, a la que ingreso en enero de 2007. El mismo mes, pero de 2009, disfrutaba de libertad condicional. Un año más tarde era libre. Entretanto se casó en un estruendosa boda.
No menos tumultuosa y ruidosa fue la salida del juzgado de Isabel Pantoja una vez conocida la sentencia por un delito de blanqueo de capitales en la época en la que mantenía una relación sentimental con Julián Muñoz, exalcalde de Marbella, un ayuntamiento que fue saqueado, convertido en epicentro de uno de los mayores focos de corrupción de la historia reciente. Pringada por los salpicones del Caso Malaya, la tonadillera, angustiada tras conocer el castigo impuesto por el juez: dos años de cárcel y el pago de un millón de euros por un delito contra la Hacienda, recordó a la mujer desgarrada por la muerte de Paquirri.
Aquel fotograma, con la cantaora devastada, se reprodujo de forma tan similar que parecía no haber pasado el tiempo salvo por la reacción de la gente que rodeaba a la artista, que trataba de meterse en el coche lo antes posible para evitar el escarnio público. En el recorrido, agarrones, empujones, improperios. Si en el sepelio de Paquirri, las muestras de dolor se sucedieron, bajo el sol de Marbella, los gritos que abrazaron a Pantoja fueron menos indulgentes que en el entierro del diestro, un acontecimiento de la vieja España. "¡Ladrona!, ¡choriza!..." bramó el personal frente a un ídolo caído, otro más. A la tonadillera, superada por la situación, le dio un vahído mientras la Policía y la Guardia Civil abrían paso a la viuda de España, retirada del Museo de Cera a modo de escarmiento. Ese es el termómetro de este país.
En la España folclórica, tradicional y taimada existió La Faraona, Lola Flores, primer punto de conexión entre la farándula y sus aledaños con la Justicia, un relato con varios episodios más o menos grotescos. Idolatrada al paroxismo, símbolo absoluto de la España de tablao y faralaes, Lola Flores fue condenada a pagar una multa de 28 millones de pesetas al fisco en 1989 por evitar el abono de Hacienda desde 1982 a 1985. El caso provocó un seísmo por el impacto mediático de La Faraona, que excesiva como era pidió a cada español que diera una peseta para saldar su deuda. Lo hizo a su manera, muy sentida. "No sabía que esto podía tener tanto castigo para una persona que no tiene dinero".
Autoproclamada mártir, lanzó la idea de ser alguien con la que la Justicia quería ejemplarizar. No cayó en la cuenta, como tampoco lo hicieron sus herederos en los juzgados, que el pueblo posee la misma capacidad de esculpir altares con frenesí que de tumbar mitos frente a los delitos, más si cabe si penetran en el tejido sensible de la sociedad. Tal vez un buen abogado pueda edulcorar el castigo impuesto, pero el desprestigio queda bordado para siempre.
Lola Flores, bailaora. Condenada a pagar una multa de 28 millones de pesetas por fraude fiscal. Probablemente el primer juicio mediático de este tipo de personajes. 'La Faraona', un símbolo para muchos, que no realizó como debía la declaración de la renta entre 1982 y 1985, fue condenada por el juzgado a abonar 28 millones para saldar su deuda con el fisco.
Ortega Cano, torero. Dos años y seis meses de condena.
Es el último de la lista de famosos del papel couché condenado en España. El torero ha sido sentenciado a dos años, seis meses y un día por el accidente en el que falleció Carlos Parra. La acusación pedía cuatro años por homicidio imprudente. La falta de garantías en la custodia de la análitica de sangre realizada al diestro y en la que triplicaba la tasa de alcohol permitida, ha rebajado su condena.
Isabel Pantoja, tonadillera. Dos años de prisión.
Sentenciada a dos años de cárcel, que no pisará, y a una multa de 1.147.148 euros por blanqueo de capitales. La cantante se vio inmersa en un juicio por una de las ramificaciones del 'Caso Malaya', centrado en Marbella, en una de las mayores tramas de corrupción de la historia.
Farruquito, bailaor. Tres años de cárcel.
Corría el año 2005 cuando la Justicia condenó a 'Farruquito' a tres años de prisión por el atropello mortal de Benjamín Olalla la noche del 30 de septiembre de 2003'. El caso fue muy polémico, por la actitud del bailaor, que negó que él fuera al volante del coche. Las pruebas le incriminaron.