LA fiesta de la Purísima Concepción se celebra en Ozaeta desde finales del siglo XVII, aunque ha presentado dos épocas bien diferentes. Una, hasta mediados del siglo XIX, de una forma que podría considerarse como oficial, otra, hasta la actualidad, marcada por la perseverancia de los naturales del país para mantener sus tradiciones. Gran parte del mérito de todo ello lo tiene Julio Uriarte, propietario del edificio en el que se encuentra la ermita de la Purísima Concepción de Ozaeta.

El templo está a la entrada del pueblo, tal como se edificó a finales del siglo XVII, con la casa del capellán adosada, formando un solo cuerpo, de manera que pasa desapercibida como construcción religiosa, a no ser que se observen los dos arcos, hoy cerrados, de su pórtico.

Para averiguar los secretos de esta edificación, hay que remontarse al siglo XVII, concretamente a la figura de uno de lo hijos ilustres de la Llanada, Fray Juan de Luzuriaga, nacido en Ozaeta, capital de la Barrundia, alrededor del año 1630, quien fue comisario general de la orden franciscana en Nueva España, el actual México, y las Filipinas, entre los años 1683 y 1689. Fray Juan, además de ejercer su labor apostólica, era un prolífico escritor. De su pluma salieron obras espirituales como los Avisos para el alma y camino del cielo, así como las biografías de la Venerable Ana del Costado de Cristo y de Fray Juan de Zumárraga, primer arzobispo de México. Pero su obra más interesante para explicar esta tradición es el Paraninfo Celeste, donde explica la historia del santuario de Arantzazu desde su fundación en 1469. Precisamente, según relata la escritora mexicana María Cristina Torales en su libro Ilustrados en la Nueva España: los socios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, "la veneración a la Virgen de Aránzazu fue, en México, el principal mecanismo de cohesión entre los [oriundos] de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y los del reino de Navarra". Tanto es así que constituyeron una cofradía el año 1696 en el convento de los Franciscanos de México, donde había dos capillas dedicadas a la Virgen de Arantzazu.

Fray Juan de Luzuriaga nunca olvidó sus orígenes, de manera que decidió hacer una fundación en Ozaeta consistente en la edificación de una ermita que se dedicaría a la advocación de la Inmaculada Concepción de María. Envió numerosos objetos de plata de Zacatecas para el ornato de dicha ermita. Lámparas, cálices, vinajeras y un incensario cruzaron el océano para servir a la liturgia en Ozaeta. También llegaron 600 pesos de plata para atender al culto y, parece ser, pagar las cuentas de la construcción de la ermita.

la iglesia El templo es de factura típicamente barroca, con planta de cruz latina y cúpula sobre el cruce de las ramas de la cruz. En el anillo de la base de la cúpula puede leerse una inscripción que dice literalmente Alabado sea el santissimo sacramento y María Puríssima concevida sin pecado original. Los arcos fajones son de medio punto, hechos en piedra sillería. En el muro sur se abre un ventanal, con arco de medio punto. Sobre un arco rebajado se instala el coro. El púlpito es de piedra y descansa en una venera con la figura de un ángel. El retablo central, de estilo barroco, es de yeso. Tras él existe un camarín al que llega la luz por una ventana posterior, que iluminaba una imagen de la Virgen, hace tiempo desaparecida. Tiene también dos pequeños retablos laterales. Las imágenes han desaparecido en su totalidad. La sacristía conserva el arco del aguamanil, de piedra y rematado con una venera. En el lado norte de la única nave hay dos pequeñas capillas, cubiertas con bóveda de arista. La entrada se realizaba por el otro lado de la nave, por un pórtico con dos arcos, en su tiempo abierto, que luego se tapió.

En la visita pastoral de 1713 figura como patrono de la ermita Francisco Ruiz de Luzuriaga, vecino de Elburgo. Se trata de un familiar de fray Juan de Luzuriaga, el fundador, acaso su hermano o su sobrino. Debió de haber problemas, pues en 1743 el vicario general del obispado de Calahorra nombra patrono al párroco de Ozaeta. Sin embargo, en 1760 el patronazgo vuelve a Elburgo, en la persona de Juan Ruiz de Luzuriaga, seguramente hijo del anterior, que era cura de Elburgo y desempeñó además el cargo de capellán de la Purísima Concepción de Ozaeta.

A principios del siglo XIX se inicia un evidente deterioro de la fundación. No se reciben suficientes donativos, y la decadencia es imparable, de manera que en 1825 el Obispado ordena que no se diga misa en la ermita mientras no se adecente. La orden no debió de cumplirse, ya que en 1856 se reitera, desapareciendo el templo de los libros parroquiales en los que figuraban los lugares abiertos al culto.

los uriarte A partir de entonces la ermita y su vivienda aneja pasarían a manos particulares, concretamente a las de la familia Ladrón de Guevara que la arrendaría al bisabuelo de Julio Uriarte, el actual propietario. La familia Uriarte estuvo a renta, hasta que en 1917 se hace inexcusable renovar toda la cubierta del edificio. El propietario, a la sazón don Tomás Ladrón de Guevara, antes que gastarse el dinero en la reparación, prefiere vender la casa a su rentero. Desde entonces, los Uriarte han sido los propietarios del edificio que, aunque siempre ha estado dedicado a las tareas agrícolas y ganaderas, gracias a la familia Uriarte ha mantenido un vivo recuerdo de su pasado esplendor. Julio Uriarte, de hecho, ha perseverado en la celebración, cada 8 de diciembre, de la festividad de la Inmaculada Concepción de María. Julio tocará hoy las campanas y lanzará cohetes, para que este día no pase desapercibido.