Un grupo de investigación de la Universidad del País vasco (UPV/EHU) acaba de publicar un libro que recoge las conclusiones de la mayor intervención arqueológica realizada en el norte peninsular, en concreto, en el enclave de Zaballa, muy cerca de donde se ha levantado la macrocárcel. El estudio recoge la forma de vida de esta aldea durante algo más de un milenio en el que estuvo ocupado y permite conocer los orígenes y el devenir sufrido desde el siglo VI hasta el XV.
La obra, al igual que el proyecto, ha estado dirigida por el catedrático de Arqueología Juan Antonio Quirós, dentro del Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales de la UPV/EHU, y de su envergadura dan muestra las más de cuatro hectáreas finalmente excavadas entre los años 2007 y 2011. El libro, de 650 páginas de gran formato editado por la propia Universidad pública, es la primera publicación de toda la península que aborda el estudio de un poblado campesino medieval de forma integral.
Así, las investigaciones realizadas en este asentamiento han permitido conocer más sobre el devenir de los habitantes que poblaron Zaballa a lo largo de su historia. Éste es el caso de un comerciante que vivió en los últimos años del siglo XI en el valle y que tuvo que esconder dentro de un silo un pequeño tesoro, probablemente con la intención de que nadie se lo arrebatase. De esta forma, la excavación ha podido rescatar una colección de 30 monedas pertenecientes al período de reinado de Sancho Ramírez y conservadas de forma excepcional acuñadas. Es posible que se tratase de un pequeño comerciante, teniendo en cuenta que Zaballa se encontraba en el camino que desde Vitoria llegaba a Miranda de Ebro, muy transitado entonces y ahora.
Otro ejemplo de una persona singular es el del hombre que vivió en el valle alto de Zaballa en el siglo XII. De él se cree que pudo ser una de las personas más importantes del pueblo, y probablemente su opinión era muy influyente en los asuntos locales. Contaba con una casa muy modesta, pero al mismo tiempo sus objetos cotidianos denotaban una cierta riqueza: sus muebles tenían remaches de bronce, él llevaba armas y contaba con apliques decorados con esmaltes de varios colores.
De forma adicional, la intervención arqueológica y posterior publicación de los resultados de la excavación en Zaballa resulta también muy relevante en términos históricos ya que son una ventana abierta para conocer de forma integral la historia rural del norte peninsular, según relatan los autores del estudio. De esta forma, la investigación realizada ha permitido conocer la evolución de este enclave a lo largo del milenio en el que estuvo ocupado (Siglo VI- Siglo XVII): desde su fundación como pueblo hacia el siglo VIII sobre granjas anteriores hasta su progresivo abandono cuando a finales del siglo XV pasó a ser propiedad del monasterio de Santa Catalina de Badaya.
La primera ocupación de Zaballa está fechada entre los siglos VI y VII, aunque se considera de baja intensidad. No fue hasta el 700 cuando su fundación como pueblo se hace más evidente, con una mayor densificación de la población rural que ocupó una extensión de casi 9.000 metros cuadrados y desarrolló una actividad productiva diversificada tendente a reducir riesgos derivada de una excesiva especialización.
Hacia el 950 se construyó, por parte de elites externas a la aldea, una iglesia dedicada a San Tirso en el corazón de la aldea altomedieval, lo que comportó el desplazamiento de todo el caserío al valle de Zaballa, que fue notablemente transformado. Se ha podido fechar en este período toda una serie de terrazas de uso agrario y otros elementos materiales relativos a las actividades productivas realizadas en el yacimiento. Entre los principales marcadores de carácter señorial hay que señalar el hallazgo, en proximidad de la iglesia, de grandes silos dedicados al almacenamiento de rentas.
En los siglos XI y XII constata la emergencia de diferencias sociales más acentuadas dentro de la comunidad campesina a través de indicadores como el hallazgo en una de las viviendas de toda una serie de adornos personales realizados en materiales como el bronce dorado. En este último siglo tuvo lugar la transformación de la iglesia señorial altomedieval en parroquia de la comunidad aldeana, lo que comportó la realización de una serie de reformas en el edificio eclesiástico.
En el siglo XIII Zaballa sufrió una profunda transformación probablemente como consecuencia de su integración dentro del dominio de uno de los principales grupos señoriales que aparecen estructurados en la Cofradía de Álava. Tras la emigración de parte de los habitantes de la comunidad aldeana, y en particular de los sectores más pudientes, las viviendas de los campesinos fueron reconstruidas en la ladera occidental del valle siguiendo un esquema constructivo altamente planificado y ordenado. Por debajo de estas nuevas viviendas se realizó un relleno masivo de uso agrario en el fondo del valle donde se ubicaban las viviendas del período anterior, y un nuevo sistema de canales que regaba todo el espacio productivo. La importante inversión social que ha comportado la realización de estos terrazgos puede explicarse como resultado de la búsqueda de un incremento de las rentas producidas por los residentes.
En cualquier caso, esta reducción de la entidad demográfica de Zaballa explica la vulnerabilidad de la comunidad aldeana que determinó, en última instancia, el despoblamiento en el siglo XV. A inicios de este siglo el pueblo estaba en manos de la viuda del Canciller de Ayala, que lo donó al cercano monasterio de Santa Catalina de Badaya.
El monasterio, interesado principalmente en la obtención de rentas de la explotación del término de Zaballa, no puso freno a la sangría demográfica sino que se preocupó sustancialmente en establecer contratos de arriendo con los campesinos de los pueblos cercanos de Subijana primero, y Nanclares después. Por este motivo, desde el 1450 casi no se registra la existencia de habitantes estables en Zaballa, y únicamente la vieja iglesia dedicada a San Tirso -restaurada en este período- se mantiene en pie.