ya lo sé. Es solo una declaración de intenciones, institucional, palabras sin un compromiso concreto, pero los millones de afectados por el alzhéimer lo agradecen, como lo agradeceremos nosotros cuando directa o indirectamente nos toque en el futuro. Son muchos años con la cara en el barro, sacrificando vidas por aquel diagnóstico de antaño de que "el abuelo chochea", de tener que completar el ciclo de la vida cuidando como a un bebé a quién te cuidó cuando tú eras el bebé.

Por eso, el punto kilométrico 1.046 de la Memoria es el Camino, en la localidad navarra de Sangüesa, marcó un hito en esta travesía cuando el alcalde anunciaba que La que nunca faltó iba a declararse ciudad solidaria con el alzhéimer y sumarse a todas las recomendaciones realizadas por organismos internacionales sobre la necesidad y urgencia de hacer frente a la enfermedad del siglo XXI y que, obviamente, los gobiernos en general han obviado, preocupados como están en que no pasen una sola mala noche los banqueros del mundo, esos señores que antes nos robaban poco a poco casi todos los días y en los últimos tiempos han pasado directamente a saquearnos sin la menor contemplación. El problema es que el mundo es de ellos, los gobiernos van por detrás.

Además, en el texto aprobado por unanimidad en Sangüesa, se hace especial hincapié en las dificultades que tienen en las zonas rurales para acceder a determinados servicios, aunque las enfermedades no entiendan de divisiones administrativas, conglomerados urbanos ni nacionalidades. Parece ser que otras localidades van a sumarse al municipio navarro. Es, sin duda, la mejor noticia para un viaje que esta semana entra en Francia, después de 1.151 kilómetros por el Estado español, y con Sarkozy ya fuera de El Elíseo, aunque con todos mis respetos para Nicolas, a quien más le voy a echar de menos es a Carla Bruni y me sumo a los que protestan en las redes sociales con el ¿Porqué hay que cambiar de primera dama si los franceses solo han votado para presidente?

Y el mejor colofón para acabar la travesía por la piel de toro han sido las tierras aragonesas, el paso por la dura Jacetania para acabar frente a la estación internacional de Canfranc, probablemente la estación de tren más bonita del mundo y que esconde tras su grandiosidad épicas historias de mugalaris que se jugaron el tipo hace ya muchos años pasando a judíos que huían de la Francia ocupada en aquellos años de la barbaridad completa en la vieja Europa.

Ahí, frente a la vieja estación, acabé de leer una maravillosa y desconocida novela de relatos que, hasta el momento, ha sido mi única lectura en el viaje por lo del peso en la mochila. Pero la gente de ADEMNA me la regaló en Pamplona y el Antes de que huela a café, de Juan Iribas, además de ser un gran libro sirve para tratar de financiar modestamente a la gente con esclerosis múltiple de Navarra, ya que el autor ha donado la obra íntegramente a la asociación.

Es otro ejemplo de los tiempos que corren. Banqueros despilfarrando nuestro dinero mientras la gente que de verdad lo necesita tiene que hacer puentes con dos palillos y un alambre, en este caso con la inestable colaboración de Juan Iribas. Voilà, la France.