Vitoria. Basta una sola muerte para que los datos sobre siniestralidad en carretera sigan siendo malos, como no se cansan de repetir los responsables de Tráfico de los diferentes gobiernos. Por eso, y aunque durante el primer trimestre del año 2012 el número de fallecidos en las carreteras vascas descendió nada menos que un 40% con respecto al mismo periodo del año pasado, lo verdaderamente relevante es que quince personas se han dejado la vida en la red viaria desde que arrancó el año. Casualmente, el mismo número que el de trabajadores víctimas de un accidente laboral fatal, tres de los cuales, por cierto, murieron en la carretera.
Sí es cierto, evidente e innegable que la seguridad en las carreteras ha sido uno de los grandes logros de la sociedad vasca y de la española en los últimos diez años, tanto que fallecen menos personas que en los años sesenta, y que los números se han ajustado tanto que un accidente en el que mueren los cuatro ocupantes de un vehículo puede desbaratar la estadística de todo un año. Sin embargo, los dramas humanos, como el de los dos ciudadanos portugueses fallecidos el pasado 7 de abril en la N-I a su paso por Vitoria o el de la mujer fallecida ayer en el término municipal de Derio siguen ahí, y en unas cifras nada desdeñables pese a todo lo que se ha avanzado. Tanto, que Euskadi se encuentra hoy al nivel de países como Reino Unido, Suecia u Holanda en materia de seguridad vial.
El año pasado se registraron, durante todo el ejercicio, 60 muertes en las carreteras y calles vascas; por las 67 del año anterior y de 2009, las 86 de 2008 y las 102 de 2007. Gran parte de esos fallecimientos, en torno a una cuarta parte, son por atropellos, la mayoría personas mayores de 64 años -las cinco que han muerto arrolladas en 2012 superaban esa edad-, y por eso ahora los esfuerzos de la Administración se están centrando en ese colectivo.
Aunque la siniestralidad ha descendido a niveles casi técnicos, una media de casi 77 muertes por año supone muchos traumas que superar, y eso sin contar a los centenares de personas que han perdido a un familiar en las últimas décadas y que no terminan de pasar página.
Para ellos, Stop Accidentes Euskadi ha ampliado el servicio de atención psicológica que ofrecía gracias a la colaboración de la Fundación Lagun Aro y, a partir de ahora, lo prestará a domicilio a aquellas personas que lo soliciten.
La psicóloga de la asociación con sede en Durango, Maider del Río, explica para DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA la labor que se hace con estas personas a quienes de golpe y porrazo, sin previo aviso, se les fue un ser querido para siempre. "Recibimos distintos tipos de llamadas; por un lado, de aquellas personas que recientemente han sufrido un accidente de tráfico, ellos o algún familiar, y piden información o ayuda psicológica o jurídica. Y otro grupo de gente llama aunque su accidente o el fallecimiento se produjera hace años, pero siguen necesitando esa ayuda, no tiene por qué ser siempre un accidente reciente", señala Maider, aunque puntualiza que el grueso de las atenciones se dirigen a personas cuya tragedia se produjo no hace mucho tiempo.
¿Qué sienten esas personas? Principalmente, al margen del dolor lógico por la pérdida de un ser querido, desamparo. "Es una sensación generalizada, al final el duelo es una de las expresiones que habitualmente no están cubiertas por nadie, es un proceso que se tiene que hacer de forma natural y está al descubierto", explica Maider. La psicóloga de Stop Accidentes aclara que "cuando se pierde a un hijo, o a un amigo o a la pareja en un accidente de tráfico tienes una primera atención por parte de Osakidetza", pero a partir de ahí toca seguir adelante en solitario. "Necesitan una continuidad, información, sentir que no están solos, que otras personas pasan por lo mismo, normalizar las situaciones, y que les den la esperanza de que eso se puede superar, porque te ves metido en un pozo, en una angustia absoluta", afirma.
La familia de la víctima de un accidente de tráfico precisa de un trabajo específico. "Es un duelo muy, muy particular, que parte de una situación violenta, y saber que hay otra gente en la que se pueden apoyar es importante, surgen emociones que no están preparados para expresar en la sociedad, pero que sí pueden compartir entre ellos", explica Maider, y por ello la asociación organiza terapias grupales a las que se accede cuando se ha pasado la primera fase del duelo. De esas sesiones han nacido complicidades que, ya al margen de Stop Accidentes, también ayudan. "Son personas que han conectado tan bien que quedan fuera de las terapias, se ayudan mutuamente en momentos puntuales, como aniversarios o cumpleaños", concluye la psicóloga de la asociación.