Vitoria. La habitación número 120 no se parece gran cosa al resto de las que jalonan el largo pasillo de la primera planta del Hospital de Cruces. Ha ido cambiando poco a poco de aspecto en los últimos seis meses y hoy se asemeja más bien al cuarto de una adolescente, plagadas sus paredes de fotos, pósters y recuerdos familiares, con estanterías repletas de libros, revistas y flores, y también con la presencia en lugar preferente de una camiseta del Athletic Club de Bilbao firmada por sus jugadores así como otra de los hombres de negro del Gescrap Bizkaia.
Agurtzane Eguíluz Ibargüen presiente que se acerca el final feliz de una larga odisea que comenzó por una desgraciada confabulación de casualidades la tarde del 6 de octubre del año pasado cuando fue atropellada en la calle Portal de Castilla de la capital alavesa, precisamente, por el autobús escolar en el que regresaba a casa desde la Ikastola Olabide, donde superaba con solvencia los primeros compases de tercero de la ESO. Ahora ella y todos los que en este tiempo no han dejado de alentarla aspiran a que el próximo 18 de abril, fecha en la que cumple 15 años, puedan celebrar como la ocasión se merece el comienzo de la cuenta atrás del regreso a la bendita rutina.
Superados quedan ya los momentos duros del dolor físico por sentir una mole sobre ruedas pasando por encima de su cuerpo o por haber soportado en el tiempo que lleva ingresada hasta nueve operaciones quirúrgicas, la primera de ellas en Txagorritxu y la postrera y reciente en Cruces.
Agurtzane refiere que su peor recuerdo son las horas de soledad a las que ha tenido que hacer frente cuando tuvo que estar, por imperativo médico, aislada casi por completo de las visitas. "Siempre he tenido miedo a los hospitales, igual que mi aita. Ahora ya estoy bien, pero ha habido muchos días durante casi dos meses en que me encontraba desanimada, más que por el dolor, por no poder tener a mi familia conmigo", señala con indisimulada tristeza.
Su discurrir cotidiano no es un camino de rosas, pero planta cara a las sempiternas curas y a su postración en la cama con una sonrisa que rara vez deja desaparecer. Quizá sea ese optimismo el motivo de que Agurtzane se haya convertido en la mimada del personal médico, del que tan bien habla su familia, y con el que mantiene una relación de complicidad tal que, como ella ratifica, nunca podrá dejar caer en el olvido.
Hace apenas unos días, ha comenzado a dar sus primeros pasos; debe aprender de nuevo a andar, pero sus fuerzas se hallan muy mermadas y, por ello, la visita al gimnasio de cada jornada está siendo, por el momento, "horrible", en sus propias palabras. Para ella ya es un gran logro permanecer sentada una hora seguida, algo que hasta hace poco ni se atrevía a imaginar. Cuando se le pregunta, no tiene dudas. ¿Lo mejor? La gente. Pasa la página de las penas y prefiere hablar de los recuerdos positivos de esta experiencia que le ha tocado vivir a tan temprana edad. Destaca con una madurez más propia de un adulto que "lo mejor de todo ha sido la gente; ha habido personas que me han sorprendido porque pensaba que no se iban a acordar de mí y, sin embargo, se han preocupado de verdad por cómo estaba. Sí, lo que destaco sin duda es el valor de las personas". Joana, la mayor de las cuatro hermanas, la observa pensativa sentada al borde de la cama y coge su mano con gesto cariñoso y cómplice.
Mientras llega el ansiado día del alta médica, Agurtzane trata de matar el tiempo como buenamente puede. Reconoce entre carcajadas que "me he enganchado a todas las series de la tele, en especial a Bones, El mentalista o Cinco hermanos". El teléfono móvil es otra de sus vías de escape y, aunque advierte que "mi número no se lo he dado a ninguno de los chicos de clase o del campamento de Morga", no para de recibir whatsapp de las amigas de Olabide o de Mendebaldea.
Estudia en el hospital
"Lo que peor llevo es la Lengua"
Con todo, no le permiten que se relaje en los estudios, así que cada día, de nueve y media a once y media de la mañana, recibe la visita de profesores enviados por el Departamento de Educación del Gobierno Vasco para trabajar, en coordinación con los docentes de la Ikastola Olabide, sobre la mitad de las materias del curso. "Suerte que en tercero de la ESO dicen que no se da mucho contenido. Así que creo que podré aprobarlo. En Matemáticas, Química, Gizarte, Euskera o Inglés no tengo problemas, pero la que peor llevo es Lengua", reflexiona con cierto pesar esta joven gasteiztarra.
Medio año da para mucho y puede que, cuando regrese a su añorada vida de siempre, más de uno no la reconozca por la calle. Agurtzane ha cambiado de look y muestra ahora un nuevo corte de pelo que, según todos los que le han visto, hace que luzca más guapa, gesto que agradece, ya que "reconozco que soy un poco presumida". También su fisonomía ha variado en todo este tiempo y, siendo ya de por sí bastante espigada, ha crecido en los hospitales hasta superar los 1,75 metros de altura.
Su familia, mientras, encara la recta final de la carrera de obstáculos que comenzó con el colapso total provocado por la noticia del accidente. Durante interminables semanas ha saboreado las angustias y alegrías de una recuperación maratoniana y espera con ilusión y paciencia ser agasajada, por fin, con la recompensa del triunfo de ver a Agurtzane traspasar el umbral del hogar. Seis largos meses después, la meta cada vez está más cerca.