Vitoria. Pocas situaciones resultan tan desagradables como encontrarse, al abandonar un bar cualquiera a lo largo de una noche del fin de semana, con que a uno le han levantado la chupa, robado la chaqueta, distraído el abrigo, mangado el bolso o birlado la cartera. La sensación de rabia, indefensión e impotencia invade a la víctima, que puede acabar rematando en comisaría lo que presuponía una noche de ocio y diversión, tramitando la correspondiente denuncia y calculando las escasísimas posibilidades que tiene de recuperar sus pertenencias. Ante este tipo de situaciones, cada día más frecuentes en Vitoria, la mejor política es la prevención. Por ello, la Ertzaintza ha puesto en marcha en la capital alavesa un dispositivo de vigilancia con el fin de evitar que los ladrones especializados en vaciar de prendas de vestir las barras y butacas de los bares campen a sus anchas. Un grupo de agentes de paisano de la policía autonómica sigue la pista de estos rateros, denominados descuideros, por las zonas de ocio más frecuentadas de la ciudad durante las noches de los fines de semana.

La idea consiste en ahuyentar a los robachupas, un subgénero delictivo entrenado para actuar en el interior de los locales de hostelería de la capital alavesa. Aprovechan que los clientes están de fiesta y distraídos para lanzarse y hacerse con su botín. La música alta y las aglomeraciones les son enormemente favorables, de manera que se dedican a rondar las montoneras de ropa que se elevan sobre las barras y en las esquinas de los bares hasta que comprueban que el camino está despejado y atacan sin miramientos. O bien sustraen la prenda seleccionada -las chaquetas de cuero y los abrigos tienen buena salida posteriormente- o rebuscan entre el amasijo de ropa y bolsos hasta dar con un objeto de valor, preferentemente carteras y teléfonos móviles. El importe de lo que sustraen no suele superar los 400 euros y no recurren a la violencia, de manera que sólo cometen hurtos y solventan fácilmente sus responsabilidades legales.

Los agentes de la Ertzaintza conocen bien sus costumbres. Saben cómo merodean con apariencia despistada sin consumir entre los grupos que se encuentran en bares y pubs, cómo se recuestan sobre las paredes y columnas acechando a sus víctimas y, sobre todo, cómo consiguen abandonar los locales sin levantar sospechas. Para esto último, se apoyan en cómplices a los que transfieren lo robado en cuanto les es posible. Para cuando alguien les descubre, ellos ya le han entregado los objetos a otro y se muestran ofendidos por la acusación. Incluso se ofrecen a ser cacheados para probar su inocencia.

mal tiempo, más botín La inminente llegada del invierno, el mal tiempo y la lluvia, incrementa las posibilidades de beneficio para los descuideros. A más frío, más prendas de abrigo y más grados de calefacción en el interior de los locales. Mientras en la calle toca cubrirse de pies a cabeza, dentro de los concurridos bares, pubs y discotecas de Vitoria se suda a chorros a menos de que la clientela se desprenda de la ropa de más. Ante los contadísimos establecimientos dotados de servicio de guardarropa, lo normal es que las cuadrillas se hagan fuertes en una zona concreta de los establecimientos y que las chaquetas y bolsos acaben conformando una amalgama textil escasamente vigilada. Una tentación excesiva para estos ladrones.

Desde hace ya un par de fines de semana, coincidiendo con la aparición de las primeras lluvias y la caída en picado de las temperaturas, los agentes se han puesto en marcha. Controlan fundamentalmente el Casco Viejo de la ciudad y las zonas adyacentes de ocio. Salir a disfrutar de una noche de fin de semana en la capital alavesa sin helarse por miedo a que le dejen a uno sin chaqueta de regreso a casa es cada vez más factible.