Bilbao. Cuando Bijan salió el pasado lunes de su casa de Cruces, en Barakaldo, se subió al metro con su creditrans social y se encaminó rumbo a Bilbao. Podía haber parado en San Inazio o en el Casco Viejo, pero siguió trayecto hasta llegar a Santutxu. Ni él mismo sabe por qué, apareció en el barrio bilbaino y, empuñando su cuchillo, tiñó de sangre la primera mañana de la semana. Un muerto y seis heridos fue el balance de su brutal acción, y una baldosa, el arma que consiguió frenar a la máquina de matar en que se había convertido. Los vecinos le retuvieron y la Policía Local de Bilbao, que se hizo cargo del detenido en primera instancia, le trasladó a sus dependencias de Garellano.

"¿Quién de vosotros me va a matar?", aseguran que decía cada vez que un policía cruzaba una mirada con él. Los agentes afirman que Bijan estaba obsesionado con su muerte, con que alguien le iba a matar irremediablemente. Aseguran, además, que no era consciente de lo que había hecho, que estaba metido en su mundo, y que ni siquiera sabía dónde estaba Santutxu. Su mirada, según describen, era perdida, con "ojos de ido" y con una expresión de dureza y peligrosidad difícil de olvidar. Precisamente, esta imagen inicial difiere mucho de la descrita desde la comisaría de la Er-tzaintza de Deusto, adonde fue trasladado una vez que la policía vasca se hizo con las diligencias del caso. Al parecer, transcurridas 24 horas del brutal ataque de Santutxu, Bijan había vuelto a la realidad y ya era plenamente consciente de lo que había hecho. "A veces ha llorado y se ha mostrado arrepentido. Lo cierto es que su comportamiento no ha sido violento en ningún momento", comentan fuentes de la policía vasca. El joven iraní continuaba ayer en la comisaría de Deusto y, según las previsiones, hoy pasará a disposición judicial.

La realidad de Bijan no era la realidad del resto de los mortales. Su hermano, fiel acompañante y principal motivo por el que se había afincado en Bizkaia, ya notaba que algo raro estaba pasando con él. Estaba preocupado y, según comentan los agentes, absolutamente desolado por lo acontecido. "Está destrozado. No se esperaba que llegara a eso. Al parecer, le estaba haciendo un seguimiento, pero insiste en que nunca pensó que tuviera este desenlace". Junto a ello, la principal preocupación de este joven es que el asesinato cometido por su hermano y los brutales ataques a las otras seis víctimas puedan pasar factura a toda la comunidad iraní de Bizkaia. Saben que "son cuatro" en el territorio y no quiere que se extienda un sentimiento contrario a toda la comunidad.

Esquizofrenia Tal y como adelantaba ayer en DEIA César San Juan, subdirector del Instituto Vasco de Criminología, los actos de Bijan estaban condicionados por una patología mental. "Es lo que normalmente se llama brote psicótico y que en Psicología denominamos trastorno psicótico breve", afirmó el experto psicólogo.

De hecho, y según confirmó ayer el consejero vasco de Interior, Rodolfo Ares, los primeros análisis médicos efectuados al detenido concluyen que se trata de "una persona absolutamente perturbada". El consejero reconoció que el ataque se produjo aleatoriamente en Santutxu y aseguró que "desgraciadamente sucesos" como el ocurrido el lunes pueden suceder "por mucho que reforcemos las medidas de seguridad", ya que "suceden en otras partes del mundo y también aquí".

En este sentido, estas afirmaciones no hacen sino confirmar el miedo que el hermano de Bijan había manifestado a sus más allegados, llegando incluso a interrogar a aquellas personas que vivían con él el día a día para averiguar si habían advertido comportamientos extraños en el joven de 31 años.

Y es que, según han confirmado a DEIA fuentes policiales, el joven detenido ya tenía antecedentes de esquizofrenia, con manía persecutoria. Tanto es así que, según comentan, había acudido en dos ocasiones a la unidad de Psiquiatría del hospital de Cruces para tratarse de su dolencia. Cuentan, además, que los médicos habían recetado algún medicamento a Bijan, pero que este se negó a tomarlo. "Cuando se le detuvo no llevaba muchas más cosas que el cuchillo", argumentan los agentes, "ni tan siquiera una tableta de pastillas que todo el mundo que se medica lleva siempre encima".

"Decía que oía cosas y echaba la culpa a terceros de esas cosas que no había hecho nadie. Estabas con él en un sitio y te acusaba de haber dicho algo de él o de un familiar suyo y tú no habías abierto la boca. Entonces se enfadaba sin razón, no escuchaba. De repente desaparecía, era muy voluble". Así le describen algunas personas que compartieron muchos momentos con Bijan.

Con el espíritu de un creativo, de un artista, Bijan pintaba sobre el papel lo que su alma guardaba. Y dicen los agentes que registraron su vivienda que en ella había cuadros que eran "increíbles".