después de vivir una primavera y un verano calificados como muy secos, el suelo alavés está extremadamente sediento. Pese a que el Instituto vasco de Meteorología (Euskalmet) predijo que este otoño iba a ser húmedo, hasta ahora sólo ha llovido a cuentagotas. Jornadas como la de ayer, en la que hubo que echar mano del paraguas, ponen de manifiesto que las precipitaciones no son intensas. La tierra se moja un rato y al siguiente, ya está de nuevo sin rastro de humedad. Y eso, al final, también se nota en los pantanos, que siguen en alerta amarilla por un descenso de su capacidad cada vez más inquietante. Hasta tal punto es así que no se descarta recurrir a captar agua del embalse del Gorbea, si la situación no cambia en menos de tres semanas.

Los últimos datos de la Confederación Hidrográfica del Ebro, dados a conocer ayer, son un claro aviso de la bajada de las reservas. La del embalse de Ullibarri Ganboa se sitúa en el 63,7% de su capacidad, cuatro puntos porcentuales menos que hace un mes. Y peor que hace un año por estas fechas, cuando se encontraba con 99 hectómetros cúbicos, al 68% de su capacidad total.

La situación lejos de mejorar en el pantano de Urrunaga, empeora. Está al 54,2% de su capacidad, con 39 hectómetros cúbicos embalsados, mientras que hace un mes se hallaba al 65,3% de su capacidad total de 72 hectómetros cúbicos.

readecuar su precio Estos registros de la Confederación Hidrográfica del Ebro ponen de manifiesto que ahora, más que nunca, es necesario proteger al máximo ese bien tan preciado como es el agua. Un tesoro que si desde siempre ha sido limitado, ahora es más escaso que nunca. Y eso obliga a una gestión y consumo adecuados de los recursos hídricos del territorio porque sólo así se garantiza el abastecimiento para hogares, industrias y campos.

Para aumentar la concienciación sobre un uso responsable, la Diputación alavesa ofrece unas cuantas curiosidades al respecto. Una de ellas es la que se refiere al coste del consumo anual de agua. Un valor, que como toda joya que se precie, no es nada barato. No en vano es 1,3 veces superior al gasto anual que las familias alavesas hacen en ropa y calzado. Casi nada.

Cada gota cuenta porque se consumen 20 litros por cada minuto de ducha, 30 por el uso del lavavajillas y de dos a tres por afeitarse. De ahí que la mejor inversión sea el ahorro. Cerrar mal el grifo en los hogares y establecimientos de Álava podría llenar en un año dos veces el embalse de Maroño (con capacidad de 2,25 hectómetros cúbicos).

"El precio del agua en Álava tiene que irse adecuando la recuperación de costes impuesto por la Directiva Marco, con un proceso de concienciación, ya que hay todavía localidades pequeñas que ni siquiera cobran el agua", recuerdan los técnicos forales. Un hecho que puede explicarse porque los pueblos beben de forma diferente que las ciudades. Porque en este territorio las grandes concentraciones urbanas se abastecen mediante los embalses, mientras que los pequeños núcleos de población lo hacen mediante pequeñas captaciones superficiales, manantiales y sondeos. Este último caso es el que se da en más de un centenar de localidades que dependen total o parcialmente de las aguas subterráneas de esos sondeos perforados, que han "agujereado" más de 36 kilómetros.

Solidaridad Antes de que la sequía se instalara en este territorio, la lluvia anual era de 3.200 hectómetros cúbicos, que era suficiente para llenar más de 14 veces los embalses del Zadorra, los que a su vez almacenan el agua para el 50% de la población de Euskadi. Y lo que, en definitiva, lleva a respetar el principio de solidaridad interterritorial, "sobre la base de que las necesidades alavesas de agua sean adecuadamente cubiertas, antes de suministrar a otros territorios".