Vitoria. En 1989, Schönber estremeció Londres con Miss Saigon. En 1992, Vangelis puso los pelos de punta a medio mundo con la banda sonora de La conquista del paraíso. El 2 de agosto de 2011, nada más sonar las diez de la noche, las melodías se hicieron carne y sacudieron a los vitorianos que aguardaban el inicio del pregón de fiestas. Lo que sucedió después fue algo único, envolvente, masivo, difícilmente igualable. La coral Manuel Iradier hizo lo que había prometido: dar la nota en su cincuenta aniversario de la mano de Indarra, la banda municipal y la academia de folklore. Más de 350 personas para una hora de acordes y danza hilada con gusto y remachada por la tangible devoción de los cantores a la Virgen Blanca. "La música para la fiesta, la música para la vida", proclamaron.

Entusiasmo corriendo por la garganta y fuego reptando en busca de oxígeno. El inicio del pregón fue espectacular, con la entrada en la Plaza de España de 150 personas de distintas generaciones de la coral portando antorchas. El juego de la noche con las llamas y los sonidos envolventes, grandilocuentes e intimistas de Vangelis llenaron el aire. Luego, arrancó el pregón, con Requiem for the Captive Condor y Zeruko deia de fondo. No fue un discurso al uso, sino un recital entonado por cinco integrantes de Manuel Iradier, dispuestos a desvelar cómo los valores que han acompañado a este gran grupo durante 50 años son también intrínsecos a la juerga celedoniana.

Con coreografía incluida, le cantaron a "la camaradería, al compañerismo y la amistad" que tanto han practicado en esos largos viajes hechos en autobús. Hablaron de la "religiosidad" que les empuja a participar en la Novena de la Virgen Blanca, las vísperas o la misa pontificial. Y subrayaron "la ilusión, el esfuerzo y la dedicación", valores que les han permitido ganar multitud de premios y sentir "el honor y orgullo" de haber tocado en tantos y tantos sitios. Porque antes de que existiera el Baskonia, allí estuvo la coral de Manuel Iradier "para llevar el nombre de nuestra tierra" a medio mundo: a Moscú, a Israel, a Argentina... "Fuimos los primeros embajadores. Fuimos pioneros como pionera ha sido esta ciudad", recordaron.

Sin tiempo para tomar aire, entraron en la plaza los dantzaris y la comparsa de gigantes y cabezudos a ritmo de la kalejira Ramontxu. Más gente, más ruido. Y al cabo de unos minutos, turbación. O mio babbino caro de Puccini se hizo voz con un dúo de sopranos. Después llegó el homenaje cantado y bailado a Jesús Guridi y Luis Aranburu. Y con ellos, la irrupción de la cofradía de la Virgen Blanca con parte de la procesión de los Faroles y la imagen de la Virgen Blanca. Se humedecieron algunas miradas, otras se entornaron. Y a muchas no les dio tiempo a recomponerse, porque la emoción siguió con un repaso en la gran pantalla a la historia de la coral de la mano del canto, la música y el baile. Vivir del arte, vivir el arte...