COMO un armario que ha abierto las puertas para sacar a la luz las fobias existentes alrededor de "uno de los órganos más democráticos del mundo, porque todo el mundo tiene uno", se puede definir el libro Por el culo. Políticas anales (Egales, 2011).
Un total de dos años de investigación es lo que ha costado a sus autores -Javier Sáez y Sejo Carrascosa- trazar la genealogía de uno de los "espacios menos explorados por la teoría pero más transitados por la práctica" por el etnocentrismo que rodea a la cultura occidental. "Cuando Javi y yo trabajábamos en el VIH vimos que había un vacío grande en lo que representaba el culo, por las políticas de exclusión. Reivindicamos que se ponga en las agendas políticas como lucha contra el sida", solicita Carrascosa, quien recomienda esta "amena" lectura a todo el mundo porque hará reflexionar acerca del tabú de esta parte de la anatomía y de las prácticas que pueden asociarse a ella. Sin ir más lejos, el sexo anal a día de hoy se condena con la muerte en ocho países del mundo y con la cárcel en más de 80. "Sigue estando negado, fuera de nuestras vidas porque parece que genera una identidad de segundo plano al penetrado". Una muestra de que el amante pasivo se sitúa en el centro de todos los discursos como "lo horrible y lo peor". Son algunas de las expresiones cotidianas que se emplean. Entre ellas, también está la que empieza este curiosa obra, pronunciada por el exseleccionador de la roja, Luis Aragonés. "Me van a dar a mí un ramo de flores, que no me cabe por el culo ni el bigote de una gamba", afirmó en pleno Mundial de Alemania.
Las sorpresas también se las han llevado los propios escritores, cuando descubrieron que en la Grecia Antigua en el fondo no era el paraíso de los sodomitas como así creían, pese a que esa forma sexual era tan extendida que incluso ha llegado hasta nuestros días con el nombre de griego. "Por edad, el que penetraba era un señor mayor, que mandaba al joven, que en ningún momento podía sentir ninguna clase de placer porque seguía estando en segundo plano", matiza Carrascosa.
Aunque en Roma no estaba permitido que un ciudadano romano mantuviera sexo anal con otro, no había ningún impedimento si lo hacía con un esclavo o esclava. Horacio (65-8 a. C.), poeta lírico y maestro de la sátira, se hace eco de esta situación. "Cuando la entrepierna azuza y tienes a mano un esclavo y una esclava, ¿sobre quién saltas enseguida? ¿No preferirás que se te reviente, no? ? Por supuesto que no. Me gusta el sexo fácil y asequible".
Incluso la cloaca humana fue el conducto receptor del semen en la etapa en la que se desarrollaron los reptiles, por lo que ambas prácticas se dan en la naturaleza desde hace millones de años. Tanto es así que la literatura algo más reciente, con Guillaume Apollinaire, en su obra Las once mil vergas, retrata este tipo de sexo a la perfección: "Las manos de la chica no se quedaron inactivas: habían agarrado la verga del príncipe y lo habían dirigido por el estrecho sendero de Sodoma".