VITORIA. La obsolescencia programada o, lo que es lo mismo, la vida útil de la mayoría de productos, que tras este tiempo dejan de funcionar, es el tema central del documental Comprar, tirar, comprar que hoy a partir de las 19.00 horas presentará en Cristina Enea su directora, Cosima Dannoritzer. Tras la presentación, organizada por la Fundación Cristina Enea, se dará paso a un debate en el que podrán participar los asistentes.
¿Qué es la obsolescencia programada?
Es acortar la vida a un producto intencionadamente para aumentar las ventas. Es una técnica inventada allá por los años 20 cuando comenzó la producción en masa. La gente comenzaba a comprar para divertirse y no por necesidad. En ese momento, los empresarios se dieron cuenta de que una vez que el usuario tiene de todo ya no vuelve a comprar, por lo que había que reducir el ciclo de vida de los aparatos.
Hay quien sostiene que sin este fenómeno no habríamos llegado a los actuales niveles de desarrollo.
En un principio era algo muy positivo, tanto para las ventas como para la creación de empleo. El problema es que todo no dura para siempre. Si reemplazas todo con frecuencia creas chatarra y la materia prima se convierte en basura. De seguir esto así, llegará el día en el que nos quedemos sin recursos. Una economía de crecimiento no es viable para siempre, si crecemos un 2% cada año llegará el momento en que tendremos que reemplazar cada artículo a diario.
¿Quién propicia este proceso?, ¿las firmas productoras o los propios clientes con su afán consumista?
Es un poco de todo. Por un lado, es cierto que los diseñadores me venden algo que en un determinado tiempo se va a romper, pero los consumidores estamos acostumbrados a comprar cosas nuevas, no le damos ningún valor a reemplazar un artículo viejo por otro. Es un juego al que estamos habituados, ya no pensamos en necesidades sino en comprar y tirar. Nosotros podríamos parar este proceso, pero no hacemos más que acrecentarlo.
¿La obsolescencia programada es algo generalizado hoy en día?
Hay varios tipos de obsolescencia programada. Es una práctica bastante generalizada pero no todos los productos llevan un chip que acorte su ciclo de vida. Por ejemplo, en la informática de consumo su presencia es notable, pero existe otra obsolescencia como es la psicológica, en la que se nos hace pensar que necesitamos algo nuevo. Otro tipo sería la de compatibilidad, necesitamos nuevos artículos para poder reproducir un nuevo formato, o dependemos de un determinado driver. El sistema está montado para que reemplacemos artículos constantemente. La publicidad y el marketing juegan un papel clave.
¿No existe una legislación que controle estas prácticas?
Cuando nació la obsolescencia programada, en los años 20, no existían leyes que la controlasen. Los fabricantes podían hacer lo que querían, como por ejemplo con la bombilla, a la que acortaron su ciclo de vida con el fin de vender más. Hoy en día tenemos leyes de garantía, pero las empresas se adelantan a ellas y muchas veces los fabricantes producen objetos que duran solo unos días más que el tiempo de garantía. En el caso del Ipod lo vimos claramente. Apple engañó a los consumidores porque puso en el mercado un producto que fallaba sin informar al consumidor. Finalmente, este caso se saldó con un acuerdo entre los demandantes y Apple, ya que el gigante tecnológico sabía que si llegaban a los tribunales tenían todas las de perder.