Vitoria. Florentino García Valencia y Mónica Barrón del Val serán enterrados pasado mañana en Villanueva de Soportillo, la localidad burgalesa que los vio nacer a finales del siglo XIX. La vida de este matrimonio fue arrancada de raíz en 1936, en los primeros compases de la Guerra Civil, por un grupo de requetés que los capturó, fusiló y enterró impunemente en una fosa común junto con otro prisionero. Olvidados por el paso del tiempo, el sueño de poder honrarles y devolverles la dignidad se hará realidad para sus familiares más de 70 años después.

Tres sobrinos-nietos de la pareja recibieron ayer en Gasteiz sus restos mortales de manos de la consejera vasca de Justicia, Idoia Mendia, acompañada por tres miembros de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que se encargó de las labores de exhumación. El director de los trabajos, Paco Etxeberria, significó tras el acto de entrega que "estas dos víctimas representan a toda una generación", dada la imposibilidad de encontrar e identificar a todos aquellos que perecieron a manos del terror franquista.

Florentino y Mónica fueron hallados en una pequeña fosa situada en la cuneta de la carretera A-2622, que enlaza Pobes y Espejo, a la altura del puerto alavés de La Tejera, poco antes de comenzar el verano. En concreto, los días 19 y 20 de junio. Durante los trabajos de exhumación, Aranzadi encontró a su vez los restos de Primitivo Fernández de Labastida, también burgalés, cuyos parientes ya pudieron rendirle homenaje recientemente tras un acto muy similar al de ayer. "Nos habíamos quedado a medias", confesó Idoia Mendia. Con esta doble entrega, por fin ha podido cerrarse el círculo.

Testimonios orales de vecinos de Ribera Alta apuntan a que García, campesino de profesión, y Mónica sumaban respectivamente 47 y 46 años al ser asesinados. La fosa a la que fueron arrojados contaba con dos metros de longitud por sólo 40 centímetros de ancho, un estrecho y alargado hoyo ajustado al volumen de los tres cuerpos que albergaba. Junto a los restos, los investigadores hallaron algunos objetos como una peineta, corchetes, varias monedas, una hebilla metálica y suelas de caucho negro de alpargatas que también fueron entregados ayer a sus familiares. Rafa Oñate, sobrino-nieto de Florentino, celebró que tanto él como Mónica "estarán ahora donde pensamos que deberían estar". Ángel, cuya primera pista para saber que esos restos correspondían a su tía-abuela vino de una sobrina -"entonces había muy pocas Mónicas"-, tampoco pudo esconder su emoción.