Funcionario de un ayuntamiento, daba clases en la universidad y en apenas unos segundos se quedó sin casa ni trabajo. "Me dio pena porque, para el nivel de vida del país, le iba bastante bien y sentía cómo, de repente, se había quedado vacío. Su vida tranquila y cómoda se había ido al garete", relata Lander Bombien, cooperante de Anesvad. Afortunado por haber sobrevivido al terremoto, el hombre no tenía dónde cobijarse con su familia. "Estaban viviendo al aire libre porque lamentablemente hay quienes hacen negocio de la tragedia y las viviendas que están en buen estado en la capital se encarecieron muchísimo. Si antes valía 200 dólares al mes alquilarlas, tras el terremoto te pedían mil. Hay casas vacías que no se ocupan porque los dueños quieren sacar el máximo partido, pero la gente tampoco tiene para pagar esas fortunas. Da bastante rabia", denuncia Bombien, quien supervisa los ocho proyectos que, con un monto de casi dos millones de euros, desarrolla Anesvad en Haití y República Dominicana.

La picaresca, en esta dramática situación, se cuela hasta bajo las lonas de los campamentos. "Hay gente que se está acoplando a los albergues haciéndose pasar por víctimas para recibir comida, ropa o medicinas y sacar un beneficio. Esto, además de triste, complica mucho las cosas porque ¿cómo diferencias a la verdadera víctima de la que no lo es? Además, puede dar lugar a muchas situaciones violentas, a peleas, tú de dónde vienes, qué haces aquí...", lamenta Bombien.

Los gobiernos no se quedan atrás en la carrera por sacar provecho de la desgracia ajena. De hecho, se teme que busquen contrapartidas a sus ayudas. "Están condicionando sus ayudas para que puedan ser las empresas de sus países las que participen en el negocio", censura el cooperante dominicano Beneco Enecia, quien urge a "transformar" Haití sin demora. "No podemos prorrogar la situación de emergencia porque nos vamos a gastar todo el dinero en esta fase y al final Haití se quedará igual que estaba".