se sienten como un niño eterno pero no son ni Peter Pan ni viven en el país idílico de Nunca Jamás sino en Álava, donde su vida no es como un cuento de hadas. Están tan desvalidos que necesitan la ayuda constante de otra persona para hacer frente al día a día. Así lo manifestó ayer la Plataforma de Personas con Discapacidad del territorio histórico bajo el lema Soy uno más, en la concentración de la plaza de la Virgen Blanca para dejar de ser una excepción de los Derechos Humanos. La proclama no pretende que se creen espacios específicos. Quieren normalizar los existentes con el fin de integrarse plenamente en la sociedad para que el concepto de ciudadanía plena se haga realidad. Iñaki López confiesa que necesita la ayuda de su mujer para todo desde que un infarto cerebral le postró hace 42 años en una silla de ruedas. "En Vitoria las barreras son inmensas. Las peores son los bordes de las aceras, pero también las hay en bares y centros comerciales". Este vitoriano demanda que se pongan centros de día para las personas con daño cerebral. "No hay ninguno en Álava y necesito gente que me ayude para liberar un rato a mi familia, porque entiendo que soy una carga. Queremos ser normales". Además, denuncia que los pocos centros especializados están lejos de la capital alavesa. "Mi primera recuperación la tuve que hacer en el Aita Menni, que está en Mondragón". Algo que no puede costearse. "No puedo trabajar porque es muy difícil encontrar algo si eres discapacitado. Mi pensión es tan baja que no me da para vivir". En su caso, los gastos se disparan. "Los bono taxis que nos da la Diputación no llegan para todos los desplazamientos como ir al gimnasio y luego a rehabilitación. Tienen que aportar más". El matrimonio de Paqui y Victoriano exige que su hijo de 21 años con síndrome de Down tenga derecho a trabajar como cualquiera. Iván López, aunque está en un centro ocupacional metiendo tornillos en bolsas o empaquetando cuchillas de afeitar, no recibe paga de ninguna clase. "Exigimos un empleo remunerado y continuado porque como mucho están tres meses en un puesto". Algo que además de dinero les reportaría algo de más valor: "que se puedan sentir útiles y les dé confianza en sí mismos". En este sentido, el presidente de Down Araba, Iosu Isuskiza, asegura que es en el trabajo donde peor están las cosas. "Las empresas no completan el cupo de 2 % de puestos reservados a discapacitados y mucho menos para los que poseen una minusvalía psíquica". Aunque las actividades de ocio tampoco se quedan cortas. "Debe haber vestuarios familiares en las piscinas para que un chico que no pueda valerse entre en ellos con su madre para que luego pueda bañarse". Isuskiza exige más apoyo por parte de los centros cívicos. "No se pueden apuntar a las actividades que quieren de Gauekoak porque si necesitan una persona de apoyo les exigen formar un grupo mínimo de cinco personas". Más intérpretes Algo que también ha padecido Enrique Castro en sus propias carnes, por su sordera. Aunque eso es una minucia en comparación con el vacío de interpretes que se ha encontrado en centros oficiales a la hora de cumplir sus obligaciones. Tiene que hacer frente a los mismos gastos y necesidades que los demás, pero nadie se lo garantiza cuando acude al Ayuntamiento para solicitar el padrón o a los bancos a la hora de hacer la declaración de la renta. Aunque el momento que más teme Enrique es sentirse tan indispuesto que tenga que ir a Urgencias y explicar qué le pasa. "Cuando voy al hospital, si no hay un intérprete es imposible informar de mi problema. A veces me explican en una frase lo que el médico ha tardado diez minutos en decir. Necesitamos enterarnos de todo al 100 %". Enrique también denuncia que las empresas quieran personas multifuncionales. "Aceptan a personas con la mínima discapacidad. No suelen contratar a un intérprete que nos explique el trabajo a desarrollar y si quiero comunicarme con los jefes tenemos que avisarles con dos días de antelación". Amalia Lasarte también sabe lo que es eso ya que tiene una hija sorda y con síndrome de Asperger. "La crisis ha reducido las bonificaciones del autobús y ahora los transbordos no los cubre". Cuando van al cine se tienen que adaptar a las pocas salas con audífonos y a sus horarios. Los sordos no pueden solicitar ayuda en el apartado de información de la máquina del tranvía. "Te contestan con voz, lo mismo que en los parkings, por lo que luego se montan las colas".