Preparar la mochila a un hijo ya adolescente, evitar que resuelva solo sus conflictos o hacer con él los deberes sin dejar que se equivoque son solo algunos ejemplos de padres o madres quitanieves, un término que fue acuñado hace más de una década por el profesor David McCullough en su libro Tú no eres especial.

Allanar el camino a los hijos intentando evitarles cualquier frustración tiene sus consecuencias. "El aprendizaje por ensayo error es imprescindible y no podemos pretender que un niño crezca de forma saludable sin permitirle equivocarse. Sobreproteger equivale a inutilizar y los padres quitanieves son fábricas de niños inútiles", señala Enric Soler, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). 

Ansiedad y sobreprotección

Soler señala que el hecho de que este fenómeno sea más frecuente en la actualidad se debe a que la ansiedad se ha convertido en el trastorno más generalizado en nuestra sociedad. "Si los padres se liberan de la ansiedad de ver lo que ellos consideran un sufrimiento, aunque en realidad sea un aprendizaje, quizás podrán soportar otros focos de ansiedad ante los que no pueden hacer gran cosa. Es más fácil sobreproteger a un niño que enfrentarse a los retos propios de los adultos", sostiene.

Por su parte, la psicopedagoga Sylvie Pérez, también profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, añade que en el fondo se trata de progenitores excesivamente controladores y sobreprotectores. La experta lo atribuye a que hoy en día hay más ansiedad y más miedos, a lo que hay que añadir la falta de tiempo. "Algunos padres estamos tan estresados que a veces hacemos las cosas a nuestros hijos para ganar tiempo, no tenemos tiempo de que ellos lo hagan y lo hagan mal", señala.

Una madre supervisa una tarea de su hija.

Consecuencias para los niños

Pese a que los padres actúan con la mejor intención, evitar que los hijos enfrenten cualquier situación de dificultad o frustración supone un freno a su desarrollo. Concretamente, Pérez señala que puede afectarles de forma negativa en distintos aspectos. Estos son:

- Miedos. Si los adultos perciben todo el entorno como amenazante, tienden a transmitir a sus hijos sus propios miedos.

- Inseguridad. Los hijos se vuelven inseguros porque, aunque sea inconscientemente, se les ha transmitido que ellos no pueden hacer las cosas solos, sino que necesitan siempre de alguien. Les costará tomar sus propias decisiones y tenderán a ir con otros niños más líderes.

- Dependencia. A los hijos les costará afrontar los problemas y necesitarán de alguien que les ayude a solucionarlos. Los progenitores deberán enseñarles a resolver los contratiempos y a pensar en cómo pueden enfrentar ellos mismos las dificultades.

- Intolerancia a la frustración. Los niños necesitan equivocarse para poder ser autosuficientes y lo ideal es no centrarse en los resultados sino en el proceso.

Buscar el equilibrio

Los padres o madres también pagarán las consecuencias de ser sobreprotectores puesto que acabará afectando tanto a sus relaciones de pareja como a su relación consigo mismos.  

Aunque los progenitores sientan una fuerte tendencia a sobreproteger a los hijos, hay que intentar buscar el equilibrio entre la permisividad y el control excesivo. Por ello, Soler señala que es importante promover la autonomía del niño: "No pasa nada por ayudarle al principio, pero hacerlo a lo largo de toda su vida académica le impedirá aprender a gestionarse por sí mismo", apunta.

Pérez, por su parte, apunta que también es lícito que los progenitores verbalicen sus propios miedos, pero siempre acompañándolos de las formas de combatirlos. Así, estos no solo transmitirán sus temores a sus hijos, sino que les proporcionarán las herramientas para superarlos.  

Por último, la profesora añade que la sobreprotección genera un desgaste enorme al intentar controlarlo todo y por ello anima a intentar descansar de ella y ver qué pasa. "Se trata de ir comprobando que nuestros hijos salen adelante y, si no lo hacen, ver en qué han fallado e intentar ayudarles. Para enseñarles a volar hay que darles alas", concluye.