Puede que nunca hayas oído hablar del síndrome del niño rico como tal, pero seguro que, si miras a tu alrededor, encuentras algún caso más cerca de lo que crees. 

Denominado también rocopatía o affluenza, poco tiene que ver con el nivel de riqueza del entorno del niño afectado, ya que lo mismo puede registrarse en familias con un alto poder adquisitivo como en aquellas a las que les cuesta mucho esfuerzo llegar a fin de mes. Dicho esto, es evidente que no se trata tanto de una cuestión económica sino educativa, fruto de un modelo de educación con una orientación equivocada. 

Este síndrome se refiere como niño rico a aquellos menores cuyos padres les conceden todo lo que piden, y piden mucho, ya que se encaprichan de las cosas con mucha facilidad y, además, son capaces de hacer cualquier cosa por conseguir su objetivo. No admiten un no por respuesta y sus padres, muchas veces solo por evitar un conflicto, se ven obligados a darles todo lo que piden.

Estos pequeños a veces pueden pasar desapercibidos al camuflarse como niños caprichosos o mimados, pero en realidad son hijos extremadamente sobreprotegidos cuyos padres, de forma errónea, intentan suplir su ausencia, bien por motivos de trabajo o por cualquier otra razón, con regalos o con dinero. En otros casos, los padres también se equivocan al tratar de proyectar en sus hijos ese nivel de vida excesivo que consideran indispensable para ellos mismos.

Una niña con gesto de enfado. Freepik

Así, el problema radica en un concepto educativo equivocado, ya que considerar que nuestros hijos serán más felices si les damos todo lo que quieran sin ningún esfuerzo por su parte es basar esa felicidad solo en lo material. Determinados gestos de los padres, como calmar sus rabietas comprándoles cosas o darles todos sus caprichos sin un motivo especial, tienden a fomentar ese síndrome del niño rico y ponen en riesgo la salud emocional y física del menor.

Si no atajamos a tiempo este tipo de educación, puede acabar marcando la personalidad del niño en su edad adulta, por lo que es importante detectar cuanto antes el problema para intentar reconducirlo.  

Debemos educar a los niños en una cultura del esfuerzo, tanto del que nos cuesta a los padres ganar el dinero como del que deben hacer ellos para obtener aquello que quieren. Además, deben entender que hay cosas del día a día que son innegociables y que hay que hacerlas sin esperar a cambio ningún tipo de compensación.

No debemos caer en la sobreprotección y tenemos que enseñar a nuestros hijos a valorar todo lo que tienen. Les daremos herramientas para que resuelvan sus problemas, entendiendo la frustración como parte de su aprendizaje. De esta forma estaremos velando por su salud mental y emocional y les pondremos en el camino hacia una edad adulta más feliz.

Un niño juega solo en una mesa llena de plastilina. Freepik

Rasgos de un 'niño rico'

Es importante saber interpretar las señales que nos indican que puede existir un problema. Según investigaciones realizadas sobre este síndrome del niño rico, hay ciertos comportamientos de nuestros hijos que pueden hacer saltar las alarmas. Algunos de ellos son:

- Se aburre con frecuencia pese a tener todo lo que quiere.

- Exige cosas continuamente y no valora lo que consigue.

- Solo calma su ira comprando cosas o haciendo lo que quiere.

- Poco resolutivo con los problemas y exige que los resuelvan los padres.

- Baja autoestima y poca motivación.

- Escasa tolerancia a la frustración.

- Irresponsable e indisciplinado.

- Bajo rendimiento escolar que provoca estrés y ansiedad.

- Nervioso y se irrita con facilidad.

- Tiene dificultades para relacionarse.