Los deberes escolares suelen ser motivo de fricción en casa. Según la OCDE, son una de las causas que perpetúan las desigualdades entre el alumnado más vulnerable porque ve limitado su acceso a apoyos fuera del aula (academias, particulares, idiomas, progenitores ausentes, dispositivos digitales o internet...) debido, precisamente, al nivel económico y cultural de sus hogares. Por otro lado, numerosos estudios –como el de la OMS de 2012– indican que los deberes provocan ansiedad a los y las estudiantes.

La última investigación realizada en Euskadi al respecto, Análisis de los deberes escolares en la ESO, elaborada por el profesor Joxe Amiama Ibarguen, del departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la UPV/EHU, concluye que el 55% del alumnado vasco padece estrés. Además, coloca sobre la mesa otro dato inquietante: solo el 25% de los docentes afirma conocer la cantidad de deberes que envían otros profesores del curso.

Así, no es extraño que cada cierto tiempo se reabra el debate sobre la conveniencia de prescribir deberes. Lo cierto es que en todos los países europeos se mandan tareas escolares, pero en algunos es una práctica regulada. En Bélgica, por ejemplo, desde el año 2011 está prohibido mandar deberes hasta 3º de Primaria y limita a 20 minutos el tiempo de deberes en 3º y 4º y 30 minutos en 5º y 6º. Y desde 1956 en Francia está prohibido mandar deberes en todo el ciclo de Primaria (6 a 11 años). Pese a distintos intentos e iniciativas para regular los deberes dentro y fuera de la muga, nadie le acaba de poner el cascabel al gato. Y dado que no suenan tambores favorables a su regulación, muchas familias se preguntan: ¿Es bueno ayudar a nuestros hijos e hijas? Aunque resulte chocante, la respuesta a esta pregunta es: casi nunca.

MAYOR INVESTIGACIÓN MUNDIAL

Esta es la conclusión del informe La participación de los padres en las tareas y de los estudiantes que se acaba de publicar en la revista Psicothema. Se trata del mayor estudio mundial llevado a cabo por científicos de las universidades de Misisipi (EEUU), Bohai (China), Oviedo y del Centro de Neurociencia Cognitiva y Cerebral (Liaoning, China), basado en el análisis de 28 investigaciones de los últimos treinta años, con casi 380.000 participantes. Esta investigación refleja que la implicación de la familia solo es positiva si fomenta la autonomía del alumno y contraproducente si se empeña en usar estrategias distintas al docente, se ciñe a controlar el tiempo o directamente asume las tareas.

Juan Carlos Núñez, catedrático de Psicología Educativa de la Universidad de Oviedo y coautor de la investigación afirma al Grupo Noticias que el análisis del artículo “debería ser útil para ayudar a las familias a entender cuánto y cómo ayudar a sus hijos a la hora de realizar los deberes escolares”. En síntesis, el profesor Núñez explica que la ayuda de los padres y las madres en las tareas escolares solo es relevante en Primaria (6-12 años), no así en Secundaria o Bachillerato y que los resultados no son distintos en función de las materias.

SIN DIFERENCIAS ENTRE MATERIAS

En general, dice, “siempre se pensó que en asignaturas como matemáticas podría ser más importante la implicación de los padres. Y no es así, en todas las materias es igual”, añade el catedrático, que investiga sobre los deberes escolares desde principios de año 2000. Según el último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un 25 % de las niñas y un 34 % de los niños españoles de 11 años dicen sentirse presionados por los deberes, y el porcentaje sube con la edad: un 55% a los 13 años y un 70 % a los 15 años. Estas cifras sitúan al Estado español como uno de los países donde la juventud percibe una mayor presión derivada de estas tareas.

A nivel global, detalla Núñez, “las conclusiones generales de nuestro estudio muestran un efecto negativo en el rendimiento académico, pero la conclusión no es ‘padres no ayudéis’, esto no es así, porque hay que tener en cuenta múltiples dimensiones”. La ayuda resulta negativa o nula si no está centrada en fortalecer la autonomía del alumno, apoyar sus ideas y su motivación, atender las emociones de los hijos, su ansiedad y estrés, añade el psicólogo.

“Es incluso contraproducente”, asegura, cuando los padres y las madres lo único que hacen es “ayudarles con los contenidos, explicarles los deberes para que los lleven hechos porque muchas veces lo que hacen es entorpecer a los profesores: ellos lo explican de una manera y las familias de otra y, al final, los hijos se enfadan porque no se aclaran”. Según el catedrático de la Universidad de Oviedo, “más que la cantidad, lo importante es la calidad y la calidad siempre está relacionada con ayudar a la autonomía, confiar en ellos; estar atentos a su motivación; intentar que estén ilusionados y que vean que es relevante que hagan sus deberes”.

Con independencia de este estudio, el catedrático considera que el profesorado debe plantear “la cantidad justa de deberes, no por poner muchos va a ser mejor; deben estar ajustados a las necesidades de tus alumnos, mejor diseñados se consigue más. Igual ocurre con los padres, no es mejor que tú les expliques los deberes ni que estés muchas horas con ellos”.

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LOS PADRES Y MADRES

En síntesis, según los resultados de la investigación, la implicación familiar resultará positiva cuando:

1. Se ayuda con la organización de espacios y tiempos:

• a ubicar los materiales que necesitan.

• a encontrar un lugar tranquilo para hacer las tareas.

• a llevar un registro de las tareas hechas y las que faltan por hacer.

• a establecer prioridades y planificar la tarea con anticipación para optimizar el tiempo.

• a no procrastinar.

• a eliminar potenciales distractores.

• no cargándoles con actividades extraescolares.

2. Apoyo a la gestión de la motivación y las emociones de sus hijos:

• mostrando actitudes que denoten interés, valía y utilidad de los deberes.

• tratando de convencerles de que pueden hacer las tareas, incluso cuando sienten que es demasiado difícil.

• elogiándoles por su esfuerzo y animándoles en los momentos complicados.

• calmándoles y ayudándoles a reestablecer la motivación cuando tienen dificultades para abordarlos adecuadamente.

• solicitándoles una implicación profunda y valorar las iniciativas personales, ya que ello facilitará la promoción de la autonomía personal y las habilidades necesarias para un aprendizaje autorregulado.