Aunque las vacaciones ya sean un recuerdo para muchos, septiembre y el otoño siguen siendo una buena época para salidas y excursiones. Los aficionados al esquí ya empiezan a preparar su equipación para la temporada invernal, pero mientras llega puede acudir a otros rincones de la zona para disfrutar de la naturaleza y de sus pueblos de montaña. Es el caso del oscense valle de Tena, a orillas del río Gállego, uno de los más visitados por los amantes de las actividades al aire libre.
Este valle aragonés situado en la comarca del Alto Gállego es un ejemplo de paisaje pirenaico en el que la naturaleza y el patrimonio se enlazan para tener una personalidad que apenas ha variado con el paso del tiempo pero que ha sabido adaptarse a los cambios.
El embalse de Lanuza
El cauce del río Gállego a su paso por el valle de Tena cuenta con dos embalses, el de Lanuza y el de Búbal. El primero entró en funcionamiento a principio de la década de los años 80 del pasado siglo y el segundo es anterior, de principios de los años 70. Desde entonces se han convertido en otro atractivo para los visitantes de la zona.
De norte a sur, el recorrido empieza en Sallent de Gállego, en la cola del pantano de Lanuza, y es la capital del valle. Además de ser uno de los principales puntos de salida para todo tipo de actividades al aire libre, en especial las de senderismo y la ascensión a diversos picos, empezando por Peña Foratata, que se alza sobre la localidad.
Pero Sallent posee atractivo por si mismo como ejemplo de la tradicional arquitectura de alta montaña característica de la zona con muros de piedra y tejas de pizarra. Además de las numerosas casas blasonadas o con puertas decoradas con un estilo muy peculiar que se puede encontrar en todos los pueblos del valle, destaca la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de estilo gótico de de principios del siglo XVI. En su interior se puede disfrutar de un notable retablo plateresco y la imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la villa.
También destaca el puente medieval, construcción del siglo XVI que salva el curso del Aguas Limpias, afluente del Gállego, en mitad de la población. En el centro de la villa también se erige el popular Mentidero, una gran bancada cubierta y abierta a la calle, lugar de encuentro y corazón de la vida social de la localidad. Además, en la plaza del Ayuntamiento se puede ver la escultura dedicada a Fermín Arrudi, un personaje popular de la localidad conocido como el Gigante de Sallent, que con sus 2,29 m de altura se exhibió por todo el mundo.
Viajando por la margen izquierda del pantano se llega, en la misma orilla a la localidad de Lanuza, que da nombre al embalse y que fue expropiado en su totalidad a finales de la década de los 60 para su construcción. En 1978 quedó finalmente abandonado, pero sus vecinos regresaron para revivirlo 20 años después. Mantuvieron su estructura y estética original medieval y sus calles, rodean casi arropando la iglesia de San Salvador, del siglo XIX. Este templo sustituyó al antiguo, que ardió durante la invasión napoleónica. Poco a poco, la respetuosa recuperación devuelve a Lanuza su antigua belleza. Ahora, al borde de la aguas de pantano que casi lo hace desaparecer , está considerado uno de los pueblos más bellos de España.
El tercer pueblo del entorno de este pantano, y de la excursión, es Escarrilla que marca la separación entre los dos pantanos y que hace de eje para iniciar un recorrido circular alrededor del embalse de Búbal.
Esta localidad es también una villa medieval adaptada a su entorno que en los último años ha crecido gracias al turismo y a su magnifica ubicación en el centro del valle de Tena. Son numerosos los visitantes que acuden para practicar actividades al aire libre, siendo la base para numerosas excursiones hacia el embalse del río Escarra, al Saldo o a Punta Cochata. También la caza , la pesca y algunas actividades náuticas centran su atractivos.
El embalse de Búbal, por la derecha
En busca del embalse de Búbal, si se opta por recorrer primero su margen derecha, el pueblo de Sandiniés es la primera parada. Al igual que otros de esta parte, es un excelente mirador que permite admirar gran parte del valle de Tena. Una parada en el mirador de la Punta de las Eras es obligada. Recorrer sus calles es volver a disfrutas del tipismo de los pueblos de montaña, perfectamente adaptado a un entorno duro y bello a la vez. Entre casas con escudos, puertas decoradas con diferentes motivos se alza la iglesia de San Julián, del siglo XVII.
La siguiente parada, también a media ladera sobre Búbal, llega en Tramacastilla de Tena, una villa rodeada de bosques de pino y robledales además de contar con amplios prados para el ganado. El núcleo urbano está formado por las casas, bordas y pajares característicos de un pueblo que ha tenido en la ganadería su principal fuente de riqueza. Son edificios cuidados con esmero, algo que hace, al igual que en el resto de los pueblos de la zona, pasear por su calles sea un lujo en el que la tranquilidad y el reposos son el premio. La iglesia románica de San Martín es el edificio patrimonial más destacado, pero los amantes de la arquitectura y la decoración disfrutarán con cada detalles de los antiguos edificios.
Entre la oferta turística se puede disfrutar de un tren turístico que acerca a los visitantes hasta el ibón de Tramacastilla, en la sierra de la Partacua. Otra opción es disfrutar del bosque de Betato, un espectacular paseo apto para hacer con niños y que ofrece numerosas sorpresas a grandes y pequeños. Esta excursión llevas a los senderistas hasta el siguiente hito, Piedrafita de Jaca.
Bajo la Peña Telera se encuentra Piedrafita de Jaca, otro ejemplo de pueblo de montaña que conserva todo su esencia tradicional. Conserva todo el encanto en los detalles de sus casas, con magníficos trabajos en las portadas de las casas, entre las que destaca Casa Silvestre, con aldabas y llamadores muy decorados y originales.
Además de las excursiones por la sierra hasta la ermita de Santa Cruz o al Arco de Piedrafita, destaca el Parque Faunístico Lacuniacha, una isla de biodiversidad que muestra especies de flora y fauna que viven o han vivido en este entorno. Entre los animales cabe destacar los gamos, corzos muflones, linces boreales, osos, bovinos de heck, caballos de prezewalski, bisontes y lobos. Provienen de centros de recuperación o han sido rescatados y trasladados a Lacuniacha para su rehabilitación y garantizar una vida digna. Algunas de ellos, como el bisonte europeo, están dentro de Programas Europeos de Conservación de la Especie.
El viaje lo cierra por el sur Biescas, que el río Gállego parte por la mitad en dos barrios El Salvador y San Pedro, que reciben el nombre de los respectivos templos alrededor de los cuales se fueron formando en su día. Estrictamente no forma parte del valle de Tena, pero si ha sido su puerta de entrada desde el sur y núcleo de comunicación hacia los valles del norte de Huesca desde tiempo de los romanos.
En su entorno está la ermita de Santa Elena, patrona de la localidad y también de todo el valle de Tena. Con origen en el siglo XIII destaca la fuente de la Gloriosa, un manantial intermitente que la leyenda dice que forma parte del río Jordán. En invierno se hiela creando una espectacular cascada congelada. Pero como lugar sagrado ya era empleado en la prehistoria, como atestiguan dos dólmenes cercanos.
El embalse de Búbal, por la izquierda
Para culminar el recorrido se puede retroceder de nuevo hasta la cabecera del pantano de Búbal para por su orilla izquierda para visitar Hoz de Jaca, uno de los miradores más altos de la zona. De su patrimonio destaca la iglesia de los Santos Reyes, del siglo XVII y de la que llama la atención su cabecera plana. A ello se une su ayuntamiento, el puente de las Cotonas y las casas patio con elaborados pórticos.
Pero es el Mirador de la Hoz el que atrae a numerosos visitantes. Directamente encaramado sobre una vertiginosa pared de piedra, permite una profunda panorámica sobre el valle de Tena con el pantano a los pies. Y en este punto, los más audaces pueden disfrutar de un columpio extremo que les hará balancearse en el vacío o lanzarse por la tirolina de Tena, con un recorrido de un kilómetro y a unos 120 metros del suelo. Un vuelo difícil de olvidar.
Para cerrar el recorrido circular se llega hasta El Pueyo de Jaca, de nuevo en la cola del pantano. Este pueblo fue Camino Real desde el siglo XVII y a la vez sede de la Junta General del Valle. De la importancia de este pueblo habla el palacete de la Viñaza, que en tiempos fue residencia de vacaciones de la aristocracia y ahora es un albergue juvenil. Además cuenta con una historia propia, la leyenda de Celina, una institutriz que murió ahogada en el Gállego y ahora vaga por la casa interpretando una pieza musical al piano: La Pavana de Ravel.
Para evitar fantasmas, una visita a la iglesia de San Miguel, que es una reedificación del siglo XVIII sobre otra anterior del XVI, o evitar el Gállego cruzando el puente del Concellar sobre el río Caldarés, uno de los afluentes del protagonista del valle de Tena.