Las piedras han ejercido un influjo especial sobre el ser humano, hasta tal punto que algunas de ellas pasaron a convertirse en elementos venerables, habitados por fuerzas o entes sagrados. Nuestra cultura no se mantuvo al margen de esto, por lo que encontramos varias piedras en nuestras montañas unidas a leyendas, creencias o rituales. Hoy, nos vamos a la sierra de Aralar para conocer los secretos de una de ellas.
Comenzamos el paseo en el parking de las campas de Albi, donde una vez estacionado el coche buscamos una amplia pista que nace a la vera derecha de la carretera, muy cerca del dolmen de Albi. Tomamos este camino para internarnos en un precioso hayedo que alcanza rápidamente una borda de pastores. El sendero asciende una pequeña cuesta para salir a un terreno más despejado, donde los espinos toman el protagonismo. De esta forma, llegamos a un cruce de pistas rodeado de hermosos ejemplares de hayas.
Seguimos por la senda, que a nuestra izquierda comienza un ascenso que desemboca en un claro, tras el cual abandonamos definitivamente el hayedo. Continuamos caminando por zona de rasos hasta introducirnos en un pequeño lapiaz, que nos lleva a la borda de Bustintza. La ruta es muy evidente y, tras un bello paso, alcanzamos la regata, que surge bajo los farallones del pico Beloki, que se eleva a la derecha. Avanzamos en dirección al collado de Urdangoene, que alcanzamos sin problemas.
Frente a nosotros se abre toda la vertiente sur de las Malloas, sobre un manto de praderas verdes. Descendemos en dirección a la pista que se abre al fondo del valle, siguiendo una componente NW, para llegar al pozo de Unako Potzua. Seguimos caminando por la pista, sin pérdida, disfrutando de las praderas de altura hasta dar con un cruce en el que sale un sendero a la derecha. Lo tomamos para pasar junto al menhir de Igaratza, una mole de piedra, que se levantó hace unos años, ya que se encontraba tumbado. Rápidamente, llegamos al paraje conocido como Perileku, en honor a una antigua feria ganadera que realizaban los pastores de la sierra en este lugar. Un poste indicativo nos dirige hacia el norte, en dirección a un marcado paso que da acceso al barranco de Arritzaga. Nos introducimos en este paisaje kárstico, fruto de las glaciaciones, para llegar hasta la piedra de Ama Birjiñ Arria, que se localiza a la vera del sendero que baja a Amezketa. Es un monolito pétreo, cristianizado con una figurilla de la Virgen y con la siguiente leyenda:
“Dicen los viejos cuentos que la Virgen María se apareció a un pastor de la localidad de Amezketa. Éste corrió a su pueblo a contar lo sucedido, pero no le creyeron. Entonces, la Virgen María se marchó hasta el barranco de Arantzazu, en plena sierra de Aitzkorri. Pero, antes de partir y como demostración de su paso por este rincón de Aralar, la Virgen dejó la huella de uno de sus pies en la roca sobre la que se había posado al descender de los cielos y todavía permanece allí dicha huella, siglo tras siglo”.
Era costumbre que quien pasara por estos lares dejara en la pequeña hornacina de la Virgen, o en la huella dejada por ella, algunas monedas que los peregrinos que suben hasta San Miguelde Aralar, depositan en el templo.
Piedras sagradas
Las piedras, sobre todo las que tienen características especiales, como su tamaño o su forma, han sido tenidas por elementos sagrados, y poseedoras de diferentes propiedades. Piedras benditas, peñas, peñascos, han sido considerados sacros, mojones, algunos se situaban junto a ermitas; quién sabe si el templo cristiano se colocó para cristianizar antiguos cultos a estas piedras. En otras ocasiones, las piedras sagradas se han introducido literalmente en el templo cristiano como sucede con la ermita de San Miguel de Arretxinaga, en Bizkaia, en la que tres enormes piedras se sustentan apoyándose las unas con las otras. El cristianismo intentó alejar con estas leyendas a las gentes de esos vínculos positivos con los elementos de la naturaleza.
Retornamos hasta Perileku, y seguimos, volviendo a pasar por el menhir y llegar al cruce anteriormente visitado. Hacemos caso omiso a la pista que hemos caminado a la ida y seguimos de frente, en rumbo sur, por las praderas. Una marcada vaguada nos lleva junto al refugio de Desao; el sendero salva sabiamente un lapiaz para salir a la pista que une Guardaetxe con Igaratza. Giramos a la izquierda, para tomar dicha pista, que nos lleva hasta el aparcamiento de Guardaetxe. Solo nos resta, retornar a Albi, caminando por el bosque en paralelo a la carretera.
FICHA TÉCNICA
- ACCESO: Desde la localidad navarra de Lekunberri, tomamos la carretera NA 7510, que se dirige al Santuario de San Miguel de Aralar. Tras 10 kilómetros aproximadamente, llegamos al aparcamiento de las campas de Albi.
- DISTANCIA: 14 kilómetros.
- DESNIVEL: 400 metros.
- DIFICULTAD: Difícil. Ruta larga, a evitar en días de niebla.