La Alta Ribagorça, el Pallars Jussà, el Pallars Sobirà, el Alt Urgell, el Solsonès, la Cerdanya y la Val d’Aran configuran el alma del Pirineo de Lleida, un territorio que encierra valiosos tesoros llenos de historia, los cuales bien merecen una visita detenida. Más allá del disfrute sobre la nieve que cubre de blanco su paisaje durante los meses de invierno, esta sociedad de montaña exhibe con orgullo su herencia medieval en iglesias levantadas entre montañas que han llegado a nosotros como valiosas joyas del románico y del arte gótico.

Los ejemplos más destacables, por méritos artísticos propios, son las que se encuentran en el románico de la Vall de Boí. Allí el visitante descubrirá un conjunto excepcional de ocho iglesias y una ermita, de un mismo estilo arquitectónico, en un espacio muy reducido. El templo más visitado de este legado de la familia feudal de los señores de Erill es Sant Climent de Taüll, con el mapping de su pantocrátor original. Precisamente, se acaban de cumplir 900 años de la consagración de las iglesias de Sant Climent y Santa María de Taüll.

Este preciado bien del Pirineo ha sido visitado por más de dos millones de personas desde que entró a formar parte de la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año 2000.

Pueblo de Taüll, con la iglesia románica de Sant Climent, en la comarca de Alta Ribagorça. Oriol Clavera

Museos imprescindibles

Para conocer los usos, costumbres y tradiciones de los pobladores del Pirineo de Lleida tiempo atrás abren sus puertas los museos de la vida pirenaica. Escondidos entre montañas se encuentran cerca de 50 espacios museísticos, muchos de ellos integrados en la Red de Museos del Pirineo y Aran. Adentrarse en cualquiera de ellos será todo un descubrimiento para todo tipo de público que guste de asomarse al pasado.

Así, en la Val d’Aran, el ecomuseo Çò de Joanchiquet muestra las costumbres y formas de vivir basadas en la agricultura y ganadería de los araneses antes de la llegada de la electricidad.

Ecomuseo Çò de Joanchiquet. Nuria Múlet

También en Aran, en el pueblo de Unha, el Musèu dera Nhèu ofrece una exposición permanente para entender la importancia de la nieve en estas montañas con material interactivo y documentos históricos.

Un estilo parecido sigue el ecomuseo de las Valls d’Àneu, en Esterri, dando a conocer cómo era la típica casa pallaresa y la vida de sus vecinos.

Del Museo Diocesano de Urgell, situado en el conjunto catedralicio de La Seu d’Urgell, ha llegado hasta nuestros días un interesantísimo conjunto artístico procedente de las diferentes parroquias del obispado de Urgell, con una colección de objetos de arte litúrgico y religioso que abarcan desde el siglo X hasta el XVIII.

Por su parte, con más de cien años de vida y situado en el palacio episcopal de la capital del Solsonès, el Museo Diocesano y Comarcal de Solsona reúne colecciones de patrimonio histórico y artístico desde el neolítico hasta el siglo XX de los territorios que integran el obispado de Solsona.

En Coll de Nargó (el Alt Urgell) y La Pobla de Segur (el Pallars Jussà) hay dos espacios que hablan de los almadieros y permiten conocer esta tradición fluvial de navegar por los ríos sobre barcas hechas de troncos. Y en el Pallars Sobirà, el Museo de Caminos de Vall de Siarb es la reserva viva de senderos del Pirineo: un entramado de caminos, senderos, cruces, márgenes y construcciones que se han mantenido y recuperado de forma comunitaria para convertirlo en un museo al aire libre.

Vista interior del Museo de la Sal.

Vestigios del pasado se extienden igualmente por el Pirineo en forma de centrales hidroeléctricas, testimonio de una revolución industrial que llevó a mucha gente a trabajar en estas montañas. En este sentido, el Museo Hidroeléctrico de Capdella es un equipamiento que muestra el trabajo y la función de las centrales en la primera mitad del siglo XX para generar una reflexión sobre el territorio y el patrimonio industrial y cultural de la Vall Fosca.

Un interesante conocimiento de las gentes de otra época brinda el Museo de las Trementineras, en Tuixent (el Alt Urgell), donde se explica la tradición de estas mujeres que se dedicaban a recolectar hierbas y aceites de esta zona pirenaica para hacer remedios medicinales y comercializarlos por toda Cataluña con la finalidad de tratar y curar todos los males.

Y para experimentar y entender un tiempo de guerra, el Parque de los Búnkeresse Martinet i Montellà de Cerdanya ofrece un montaje innovador basado en diferentes audiovisuales, y actividades con las que conocer unos 70 búnkeres.

Pueblos ‘de cuento’

Entre montañas y valles, el Pirineo de Lleida acoge pueblos ‘de cuento’, incluidos entre los más bonitos de España por la entidad que lleva este nombre. En esta privilegiada lista solo figuraba hasta ahora la villa aranesa de Bagergue, el núcleo más alto de Aran a 1.419 metros, que cuenta con una quesería, pintorescas casas y calles hechas a base de piedra pirenaica y montañas llenas de colores. Si bien se han sumado las vecinas Arties y Garòs y la ribagorzana Durro. Este reconocimiento les permite potenciar su promoción turística con una distinción que solo ostentan cinco pueblos de toda Cataluña, cuatro de ellos en la demarcación de Lleida.

En Arties, el templo de Santa María es uno de sus grandes atractivos, así como la torre y capilla de la Casa de los Portolà y los baños termales.

Garòs destaca por su iglesia, con un Cristo de madera, el adoquinado de sus calles y una tranquilidad envidiable. Con su iglesia de la Nativitat y la ermita de Sant Quirc de Durro, este pueblo se caracteriza por su espíritu medieval del románico.

Por otro lado, tanto Arties en la Val d’Aran, como Taüll en la Alta Ribagorça, forman parte de la marca ‘Pobles amb Encant’, una distinción otorgada por la Agencia Catalana de Turismo (ACT) dirigida a núcleos de menos de 2.500 habitantes con una conjunción de aspectos y elementos arquitectónicos, urbanísticos, patrimoniales, medioambientales y turísticos.

Fuera de la zona del Pirineo, el pueblo de Montsonís, en la Noguera, también posee el sello de ‘Pobles amb Encant’ en la demarcación de Lleida.

Disfrutar de la cultura y el patrimonio, así como de los pueblos con encanto, mientras se da cuenta de una gastronomía de calidad en cuanto a producto y bodegas, es una opción atractiva y tranquila para conocer el Pirineo de Lleida. En definitiva, una propuesta interesante para sumergirse de lleno en esta tierra, ahondando en sus raíces históricas, sus tradiciones y las costumbres que han marcado el devenir de su población, forjando su personalidad y carácter.

Gastronomía típica. I. Sebé

Experiencias sobre la nieve

Una experiencia completa en el Pirineo de Lleida durante los meses de invierno no puede pasar por alto la oportunidad de disfrutar de las numerosas modalidades deportivas que brinda la nieve. Para ello disponen de todo tipo de servicios de calidad, que garantizan la mejor información y la mayor seguridad.

Las personas aficionadas al esquí tienen allí 11 estaciones, que suman más de 500 kilómetros esquiables en las que practicar esquí alpino, nórdico o de montaña y variantes como el freeride, que sale de las pistas en busca de nieve polvo y bajadas aptas solo para los más experimentados, o el skimo. Esta última modalidad, derivada del esquí nórdico, permite enlazar cimas y refugios cruzando parajes naturales.

Esquí entre árboles nevados en Baqueira Beret.

Esquí entre árboles nevados en Baqueira Beret. Javier Alonso

Las seis estaciones de esquí alpino son Baqueira Beret, Boí Taüll, Port del Comte, Espot Esquí, Tavascan y Port Ainé. Con más de 350 kilómetros esquiables hacen de esta demarcación una de las más atractivas de Europa y pionera en el Estado. Por su parte, los complejos de esquí nórdico son Sant Joan de l’Erm, Tuixent-La Vansa, Virós-Vallferrera, Lles de Cerdanya y Aransa, que ofrecen 150 kilómetros de esquí nórdico. También hay circuitos de esquí de fondo o raquetas a lo largo de 140 kilómetros, diseñados para dar a conocer la flora y fauna de este escenario.

En el caso de los más pequeños, la modalidad nórdica es la más idónea para realizar sus primeros deslizamientos sobre la nieve. Con todo, las experiencias en este blanco paraíso son aptas tanto para adultos como para niños, y hay opciones a la carta ya sea para debutantes en el esquí como para los que tienen experiencia. Ello con la ventaja de que gracias a la innovación e inversión, las estaciones consiguen mantener la nieve con la mejor calidad.