Hay quien lleva muy bien los viajes en avión de larga distancia, esos en los que puedes pasarte más de medio día dentro de la aeronave esperando llegar a la otra parte del mundo, y hay quien los lleva bastante mal, sin poder dormir, en posición incómoda… con lo que el trayecto se hace eterno. Si además de eso sufres las molestias de otro pasajero, el viaje puede convertirse en una odisea.

13 horas de vuelo

Es lo que le pasó el pasado mes de junio a una pareja de Nueva Zelanda que volaba de París a Singapur en un vuelo de 13 horas en asientos premium, por los que habían pagado más para que el trayecto se hiciera más llevadero. Al llegar a sus asientos comprobaron cómo junto a ellos estaba sentado un pasajero con un perro, que pensaron que era un animal de apoyo emocional.

Gill Press, que viajaba junto a su marido, Warren, aseguró al medio neozalendés Stuff que el can no paraba de resoplar y babear. Entonces Warren le preguntó a una azafata si existía la opción de cambiar de asientos. Como sólo los había de clase económica, decidieron inicialmente continuar en los premium.

Resoplidos, babas y pedos

Pero la situación empeoró, ya que, una vez que la pareja terminó de cenar y trató de conciliar el sueño, el perro comenzó a tirarse pedos de forma continuada. Volvieron a hablar con la azafata, que les ofreció dos asientos en clase turista reservados para la tripulación, lo que no impedía que hicieran una reclamación a la areolínea. La pareja los aceptó, completó el viaje lejos del perro y puso después la reclamación.

La compañía, Singapore Airlines, no se puso en contacto con ellos, con lo que Warren tomó la iniciativa, pero sólo pudo conseguir que les ofrecieran una disculpa compensación en forma de dos vales de regalo de 73 dólares (65 euros). No se conformó con esa cantidad y un mes después la aerolínea subió la cantidad a 118 dólares (105 euros), algo que ni se acercaba a la diferencia de precio entre los asientos premium y los económicos.

El que la sigue...

Su insistencia sirvió para que finalmente la compañía, como gesto de buena voluntad, los haya indemnizado recientemente con 1.410 dólares en total (1.264 euros), que la pareja planea donar a una organización que pone en contacto a personas con problemas de visión con perros de servicio.

"El principal objetivo no era el dinero, sino realmente hacer que la gente fuera responsable", dijo Gill a Insider, reclamando que en casos como el suyo se les avisara antes del vuelo de que se sentarían junto a un animal. “Espero ver un bebé. Espero niños pequeños. Pero no espero un perro", explicó la mujer.