Los trabajadores de Sabin Etxea y del grupo jeltzale en Madrid permanecen de guardia y mirando de reojo a sus teléfonos por si, en cualquier momento en las próximas horas, hubiera que anunciar un acuerdo entre el PNV y el PSOE. La discreción es máxima y los detalles solo los tiene un reducido grupo de personas, porque los jeltzales han decidido blindar la negociación para la investidura de Pedro Sánchez como presidente español. Pero fuentes de la Ejecutiva del PNV consultadas por este periódico confirman que aún “no se ha cerrado un buen acuerdo”, lo que da una medida de que el partido sigue apretando en privado y, en cierto modo, es ahora cuando llega el momento decisivo tras unas jornadas en que el PSOE ha estado muy centrado en Junts y viajando a Bruselas. El PNV es la última pieza que le queda por encajar a Sánchez.

Esta ha sido una negociación endiablada desde el principio. Sánchez necesitaba a todos los partidos nacionalistas vascos y catalanes y eso convertía al PNV en un aliado imprescindible. Los jeltzales tenían la oportunidad de vender caro su apoyo pero, al mismo tiempo, el elevado número de socios ha provocado que Sánchez tenga que repartir el juego. A ello se le suma la presión que experimentan estos grupos para hacer posible su investidura y no aparentar equidistancia ante la amenaza de unas elecciones y un ascenso del PP y la ultraderecha. Además, el PSOE estuvo tentado de aplicar un mismo marco a todos los aliados, como parecía sugerir su acuerdo inicial con ERC sobre la amnistía que también pedía Junts, y sobre la transferencia de las líneas de tren de Cercanías que también negociaba con el PNV. Pero, finalmente, ha tenido que ir añadiendo elementos diferenciales y específicos con cada grupo.

La negociación entre los gobiernos vasco y español sobre el traspaso de Cercanías era la que se encontraba más avanzada, y se había producido algún tanteo preliminar sobre las autorizaciones iniciales de trabajo para las personas migrantes. La consejera Garamendi trató de aflorar otras materias con un impacto evidente en la gestión pública y el desgaste de las administraciones, como lo es la convalidación de los títulos universitarios extranjeros, que podría contribuir a paliar la escasez de personal sanitario. 

A pesar de ello, en las últimas jornadas se ha generado cierta confusión al apuntar en algunos ámbitos que el traspaso del régimen económico de la Seguridad Social era la materia prevalente y prioritaria, cuestión que desmintió el PNV porque el análisis es global. En este punto, habrá que ver qué nivel de concreción y garantías arranca el PNV, si llegará a cuantificarse el importe económico de los traspasos que se encarrilen, o si se reunirá la Comisión Bilateral de Cooperación para pactar una metodología que abarque la totalidad de los traspasos y que permitiría dar un espaldarazo simbólico al proceso. 

Otro de los cabos sueltos que han estado sobrevolando estas semanas es el respeto al autogobierno y la forma de afrontar las tensiones por las leyes estatales que recoge el propio acuerdo PSOE-Sumar, con medidas muy concretas sobre las listas de espera en los hospitales o incluso el calor en las escuelas que el PNV interpreta como un intento de uniformizar e inmiscuirse en competencias autonómicas. Este debate conecta con el modelo de Estado que plantea abordar el PNV y demandas como el respeto al euskera y otras señas de Euskadi como nación, así como la presencia en la Unión Europea.

Necesario durante toda la legislatura

¿Cuál es la capacidad de presión de los jeltzales? El PNV ha tenido que combatir el relato de que una legislatura de Sánchez lo convertirá en un socio menor, empezando por una investidura donde, en un cálculo puramente aritmético, bastaría con la abstención de sus cinco escaños en segunda votación, ahora que Junts ha firmado su respaldo. Se parte de la premisa de que el PNV no querrá votar en contra y alinearse con PP y Vox. Pero el PNV lleva semanas avisando de que Sánchez tiene que negociar ahora no solo la investidura, sino también la estabilidad de la legislatura, donde nadie le garantiza que sus leyes no caigan si no acepta un marco de respeto a las singularidades vasca y catalana. Y el propio Sánchez anunciaba tras aceptar el encargo del rey que iba a “articular no solo una mayoría de investidura, sino también de legislatura”. Parecía conectar de alguna manera con el lema del lehendakari, que Sánchez necesitará todos los votos todo el tiempo.

El debate de investidura se perfila para el miércoles y jueves de la semana que viene, lo que concede margen a las partes para apurar hasta el final si lo vieran oportuno. El 27 es la fecha límite para una investidura exitosa y evitar una repetición electoral el 14 de enero. Fuentes jeltzales aseguran que, si se apura, será porque no se ha conseguido un buen acuerdo, pero “no por una escenificación” para alargar el protagonismo o evitar ser eclipsados por el pacto con Junts. Su parroquia es la vasca, y ahí tienen el camino expedito porque EH Bildu anunció su apoyo incondicional.

El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, ha asegurado este jueves que, si el pacto con el PNV no se ha cerrado ya, “estará a punto de cerrarse”, mientras EH Bildu ensalzó el pacto con Junts, porque se ha cerrado la puerta a la derecha, y rechazó jugar a la “equidistancia”. El portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, aseguró en Bizkaia Irratia que un Ejecutivo “duradero” sería “el mejor remedio contra el mal clima” en Madrid.