Síguenos en redes sociales:

“Aunque encontráramos sus restos, mi hermana se quedaría en Durango para siempre”

DNA presencia la recepción a un hombre de Toledo que busca hallar el cuerpo de su hermana, bebé de 11 meses, arrebatado por las monjas a su madre en la cárcel de mujeres de la Villa en 1940

“Aunque encontráramos sus restos, mi hermana se quedaría en Durango para siempre”Iban Gorriti

La escena sucede en un cementerio. Es Durango. El domingo pasado, 23 de abril. Un corazón operado bombea con ojos emocionados. Tiene nombre de Ángel. Busca entre las tumbas infantiles a Ángeles. A su hermana. Acontece 83 años después de que la bebé muriera en la cárcel de mujeres del municipio el 25 de abril de 1940. Las monjas carceleras, según explicaba la madre antes de fallecer, le arrebataron a la niña de su seno sin explicación alguna.

Plácida y su hija Angelita.

Ángel ha viajado desde Toledo capital en busca de alguna pista, medio millar de kilómetros anhelando algún indicio, algún pálpito. Nada nuevo. Resoplido de impotencia tras la noche anterior al viaje en coche sin poder conciliar el sueño. Nunca había estado en Durango. Nunca tan cerca de su hermana ni de donde los franquistas la encarcelaron después de sufrir la también terrible Saturraran.

Nada. Ni la ayuda de este periódico. Ni la ayuda del exarchivero de Durango, José Ángel Orobio-Urrutia, que fue quien destapó la noticia. Ni la ayuda del investigador de Durango 1936 Kultur Elkartea, Jimi Jiménez. Ni la del historiador ondarrutarra Fernando Aguirre. “Mi hermana esté o no esté aquí en el cementerio, se queda para siempre en Durango. Si sus restos hubieran aparecido cuando se hizo una prospección, lo mismos. Aunque nacida en Polán, Toledo, ella ya es de Durango desde entonces y por siempre. Y volveremos a visitarla”, habla con el corazón Ángel Lancha Carmena. Y lo hace al día siguiente de ser recibido junto a sus dos hijos y una nuera por la alcaldesa de Durango, Ima Garrastatxu, en su despacho consistorial y salón de pleno, y el concejal Jorge Varela, de Herriaren Eskubidea. Llegan con la concejala soberanista Marian Bilbatua como amable cicerone. Ambos partidos políticos forman el equipo de gobierno local.

En el Ayuntamiento, la regidora y el edil conocen de voz de la familia el suceso que les ha llevado a conocer Durango. Que corría el año 1940. Que la toledana Plácida Carmena Alonso fue dispersada a Durango, con una condena “de 12 años y un día por auxilio a la rebelión”. Su delito: llevar comida a su padre, preso por pertenecer a los comités de la República. Una mujer le denunció al salir del penal y fue detenida el 9 de diciembre de 1939, es decir, acabada la guerra. Le hicieron un consejo de guerra el 25 de enero de 1940 y le trasladaron desde la cárcel de Toledo a la vizcaína. “Mi abuela Plácida partió a Durango con una niña pequeñita, mi tía Angelita que había nacido en término toledano de Polán el 19 de mayo de 1939”.

Hace referencia a María Mercedes Lourdes Ángeles Lancha y Carmena. Los franquistas y las monjas del penal obligaron a su madre, a Plácida, a bautizar a la niña. Y el imperativo se vuelve curioso en su favor: La bautizan el día de la República, el 14 de abril. Murió solamente nueves días después, con 11 meses de vida. Se le dio sepultura con apellidos erróneos de Landa y Carmona, en vez de Lancha y Carmena “en la calle Santo Tomás, nº 16 del Cementerio de Durango”. Según el Libro de inhumaciones del Cementerio de Santa Cruz de la Villa de Durango, 1918-1953 fallece en el “presidio”. La causa: “Bronconomía” (sic), y se le da tierra sin su madre presente en “un féretro de pino” en la calle Santo Tomás, nº 16 del Cementerio de Durango. Tras la muerte de la niña, para más terror: Plácida es trasladada al penal guipuzcoano de Saturraran. Y al regresar a pueblo manchego de origen, tras “matarle” –califican– a una hija, “encima tienen que irse del pueblo para intentar rehacer su vida, pasar desapercibidos y que no los señalasen con el dedo para evitar represalias de posguerra”.

El archivero jubilado aporta un detalle más a la familia. “Ángeles era hija de Claudio, jornalero, y Plácida Carmen –en vez de Carmena– Alonso. Se le batea el 14 de abril de 1940, un mes después de su llegada como presa de Franco a la villa. Como curiosidad, ese mismo día se bautiza a otros tres niños, dos de ellos nacidos en la misma cárcel y un tercero llamado Carmelo Manuel Navarro Lancha, natural también de Polán», detalla.

La familia ha oído bien: en la cárcel de Durango había una mujer más de la familia y un niño. Habla Ángel: “Yo jugué mucho con ese niño, pero claro nunca hablamos de todo esto y ahora ya no está vivo”, vuelve a emocionarse este hombre que, curiosamente, siempre ha sido seguidor del Athletic. “Vamos ganando 1-2 al Almería”, dice en el salón de plenos a dos niños presentes mientras su otro hijo también llamado Ángel, en homenaje a su tía desaparecida se seca las lágrimas. La alcaldesa les cuenta que su familia también fue represaliada por los franquistas y cómo con el grupo de dantzas al que pertenece, Kriskitin, hicieron un espectáculo basado en la cárcel de mujeres de Durango.

A continuación, la propia regidora y el concejal acompañan a la familia hasta el lugar que estuvo la prisión de mujeres, superficie en la que se rigió el colegio Nevers. El edificio que fue almacén de mujeres vivas hacinadas no existe en la actualidad. Únicamente queda la puerta y verjas en las que se lee aún Villa María. Ángel vuelve a callar al ver una lona a modo de emotivo mural en el que reconoce a su madre y su hermana. No puede articular palabra. Su hijo Óscar les dice a los políticos que una placa allí colocada muestra los apellidos de la bebé confundidos. “¡Decidnos cuánto cuesta cambiarlo que nosotros lo pagamos!”, se ofrece Óscar, al lado de su mujer, Mamen, que graba en vídeo.

La alcaldesa le responde de inmediato: “No os preocupéis, lo corregiremos y lo pagaremos el Ayuntamiento”, asiente Garrastatxu quien minutos antes les había asegurado en su despacho que “de la política, la gente se acuerda de los grandes proyectos, yo me quedo con los lazos humanos, con experiencias como esta de conoceros”, y vuelven a abrazarse. El Archivo, según investigaciones de Orobio-Urrutia y Jiménez, registra once enterramientos de personas que estaban en la cárcel sita donde hoy funciona el colegio Nevers. Seis son “párvulos” y cinco, presas. “Volveremos sin duda, y quizás, lo decimos en serio, con un autobús lleno. Todo ha sido perfecto: el trato, la vida que hay en el pueblo con txaranga incluida, conocer al escritor Joseba Sarrionandia Sarri, al exjugador del Athletic Lasa, la cruz de Kurutziaga… ¡Gracias, Durango!”, se llevan la mano al corazón y suben al coche de vuelta a donde nunca debió salir por la fuerza Ángeles.