España llega tarde. El emplazamiento del Ejecutivo vasco a Moncloa a pedir perdón con un acto de desagravio similar al que realizó en 1997 el entonces presidente de Alemania, Roman Herzog, que se disculpó ante los habitantes de Gernika por el ataque de la Legión Cóndor, sigue sin materializarse. El Gobierno del Estado se justifica en que no se reconoce como autor de aquellas atrocidades sino que fue también víctima de las mismas, por lo que el “gesto solemne de reparación moral e institucional” que demanda el lehendakari Iñigo Urkullu no tiene visos de hacerse efectivo de la manera en que sí se ha producido en las últimas décadas por parte de más de una docena de países democráticos avergonzados por su pasado. Costumbre que pusieron en práctica, entre otros, Canadá, Japón, Bélgica y hasta El Vaticano. No es además la primera vez que se coloca la lupa sobre las actuaciones españolas: hace dos años el presidente mexicano López Obrador, tras disculparse ante los indígenas , se dirigió por carta a Felipe VI para rogarle una redención por la conquista de América. 

En el caso germano, sus leyes, así como la mayoría de los discursos políticos, han asumido la responsabilidad de su país en el Holocausto contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, promulgando normas en contra de la exhibición de símbolos nazis o el recuerdo del dictador Adolf Hitler. Lo hizo el presidente Frank-Walter Steinmeier con motivo del 80 aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia. Además, Alemania se disculpó por su participación en la matanza de las tribus herero y nama en Namibia entre 1904 y 1908, calificándola de genocidio. Una práctica por la que igualmente Australia suplicó por vez primera perdón en 2008, cuando el Gobierno del laborista Kevin Rudd se dirigió a los aborígenes por el dolor y daño causados a la llamada generación robada, que habla de más de 100.000 menores separados de los suyos entre 1910 y 1970.

Por su parte, en 2020, el día que se cumplía el 60 aniversario de la independencia del Congo, el rey de Bélgica Felipe lamentó los actos de violencia y los sufrimientos infligidos a aquel país en la época colonial; una cruel explotación, primero a cargo de Leopoldo II y posteriormente a manos del Estado belga, que causó más de diez millones de muertos en aquel territorio. Muy cerca, y hace poco más de cuatro meses, el primer ministro holandés, Mark Rutte, solicitó el perdón en nombre del Ejecutivo por “el pasado esclavista de Países Bajos” en Surinam (Sudamérica) y en los territorios de las antiguas Antillas Neerlandesas (en el mar Caribe). 

En cuanto a Italia, 80 años después del trágico bombardeo que segó más de 300 vidas en el mercado de Alicante en 1938, representantes del consulado italiano, encabezados por la cónsul Gaia Danese, participaron en los actos de conmemoración, disculpándose y condenando “la barbaridad” de aquella jornada. Respecto a Canadá, la comunidad judía volvió a ser receptora de otro perdón histórico. Durante la Segunda Guerra Mundial, el país norteamericano rechazó un barco con 907 judíos que fueron considerados “indignos” de tener un hogar. El presidente Justin Trudeau se sintió en la obligación de reparar tal agravio y acabó disculpándose.

En esta particular lista hay que incluir a Estados Unidos: durante la Segunda Guerra Mundial los bombardeos contra la población civil cómo método de generar terror en el enemigo alcanzaron su auge en número de víctimas. Uno de los episodios más devastadores fue el uso de la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El episodio, que acabó con la derrota incondicional de los nipones, fue rescatado por el expresidente Barak Obama cuando visitó ambas localidades en 2016 y recordó a las más de 240.000 personas que fallecieron.

También el Estado nipón ha pedido perdón por las numerosas tropelías cometidas por sus tropas en gran parte de Asia durante ese conflicto bélico, especialmente en Corea del Sur, Birmania, Filipinas e Indonesia, así como contra las tropas británicas y australianas. Ello le llevó a abonar cuantiosas indemnizaciones a las 200.000 mujeres tomadas como esclavas sexuales en varios países de la región, las denominadas mujeres de consuelo.

Cabe añadir que Estados Unidos se pronunció a través de la Cámara de Representantes en 2008 al aprobar una resolución en la que pedía disculpas a los afroamericanos por la esclavitud y la segregación racial que sufrieron hasta los años sesenta. Para más inri, las heridas de guerra no siempre han sido el motivo de sus disculpas. En este sentido, destacamos cuando Bill Clinton las explicitó en 1997 por Tuskegee, un experimento que se realizó a un grupo de hombres negros con el que se estudiaba las secuelas a largo plazo de la sífilis. Por un caso semejante se disculpó Hillary Clinton en 2010.

El Vaticano, Reino Unido, Irlanda...

Llama la atención, y volviendo a la conquista de América, el paso de El Vaticano, ya que en 2015 el papa Francisco se disculpó durante una visita oficial a Bolivia por la complicidad de la Iglesia Católica en “el salvajismo” de aquellos hechos históricos. No fue el único Pontífice que lo hizo: su antecesor Juan Pablo II pidió perdón por la quema de protestantes en las guerras de religión, la ejecución de Juan Hus en 1415 o los ataques cruzados a Constantinopla en 1204.

Igual de importante fue la decisión del Reino Unido, en tanto que el Imperio Británico, durante más de dos siglos, controló a más del 70% de la población mundial, desde Asia hasta América. En muchas de estas regiones la mano de obra usada para levantar plantaciones, infraestructuras o vías de ferrocarril era esclava. En 2013 hicieron acto de contrición ante el pueblo kikuyu, en Kenia, por los abusos a los que fueron sometidos en los años 50 durante la campaña de contrainsurgencia contra la guerrilla Mau Mau. Igualmente, en Irlanda, el primer ministro Michel Martin pidió perdón a las “madres solteras y los bebés” que sufrieron “terribles abusos” en instituciones estatales y religiosas durante gran parte del pasado siglo. Además, el primer ministro británico, David Cameron, admitió que la famosa matanza del Domingo Sangriento en Irlanda del Norte, el 30 de enero de 1972, “ni estaba justificada ni es justificable” y se declaró “profundamente consternado” por lo que hizo aquel día el Ejército británico.

Por otro lado, en 2018, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sorprendió al calificar como “crimen contra la humanidad” la ocupación gala de Argelia en el siglo XX. Sin embargo tuvo que rectificar sus palabras ya que no sentaron bien a los pieds noirs (pies negros), que es como se conoce a los colonos que se vieron obligados a abandonar el país norteafricano en 1962 durante su independencia. Luego volvió a referirse a las atrocidades cometidas por el ejército en esa guerra, admitiendo por primera vez el uso de la tortura.  

En esta amplia nómina de países entra Turquía. Una iniciativa ciudadana en 2008 llamada Pido Perdón logró decenas de miles de firmas de sus ciudadanos y en 2014 el entonces primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, la plasmó ante los descendientes de los armenios masacrados por las tropas otomanas durante la Primera Guerra Mundial. La versión oficial siempre había sido que no se trató de un plan deliberado, sino fruto de la mala planificación de la reubicación forzosa de esta comunidad, enviada hacia el este sin preparativos adecuados, lo que provocó su muerte en masa durante las marchas en una situación de guerra.