Dejó la dirección de Podemos Euskadi poco antes de un confinamiento que le invitó a reflexionar sobre el auge (y desinflamiento) de una marca que, a juicio de Andeka Larrea (Bilbao, 1972), necesita centrar su discurso en una óptica más vasquista como la que le llevó a revolucionar el tablero político de la CAV en 2015 y 2016. De lo contrario, advierte, podría darse un paralelismo a lo que en su día aconteció con Ezker Batua. Filósofo, antropólogo y ahora en las aulas, lo recoge en el libro que acaba de publicar ('Pandemia y periferia. El vasquismo que no fue', Uno Editorial), mientras conversa sobre la impronta que trataron de dar a la formación sus anteriores dirigentes, el referente del PSC como modelo federal y plurinacional, y la puerta que le abre al partido en el Estado el proyecto de Yolanda Díaz.

¿Corre Podemos Euskadi el peligro de morir de éxito?

-Defiendo la idea de que parte de las cuestiones que llevó primero el movimiento 15-M y luego Podemos se han ido incorporando a la agenda política vasca a través de medidas legislativas y acciones de gobierno. Pero tras perder votantes y el afecto de una ciudadanía que en un momento nos apoyó de forma que nadie esperaba, lo que se necesita es hacer una reflexión profunda de tu espacio político una vez ha pasado ya aquella vorágine del principio y preguntarse qué queremos ser de mayores, qué proyecto le queremos ofrecer a la gente. Y que no nos pase lo que por desgracia le ocurrió a Ezker Batua que, después de haber estado, ni más ni menos, que dentro del Gobierno vasco, terminó desapareciendo del Parlamento.

Señala que el partido está pagando su excesiva visión centralista.

-Sí, porque lo que se trató de hacer es poner en marcha un proyecto vasquista, con identidad propia en Euskadi, un espacio que ha estado históricamente ahí y quisimos estimular con una propuesta seria. Pero todas esas interferencias que venían de Madrid, lo que sucedía con las tensiones internas, las peleas, el enfrentamiento de Vistalegre II con dos candidaturas, la salida final de Íñigo Errejón, etcétera, incidió en nuestro carril. El interés periodístico estaba puesto en eso y era imposible explicarle a la sociedad vasca qué era lo que queríamos construir.

¿Qué huella dejaron los liderazgos de Nagua Alba y Lander Martínez?

-Fueron liderazgos distintos pero ambos trataron de estructurar la organización. Nagua Alba dio los primeros pasos en cuanto a estos rasgos de identidad vasquista, y Lander Martínez trató políticamente de que cuajara fundamentalmente con la Ponencia de Autogobierno. Además, Lander puso mucho empeño en pacificar la organización internamente conviviendo las diferentes concepciones de Podemos Euskadi.

"En Euskadi hay que tener un discurso propio basado en la idiosincrasia y el orgullo de nuestro marco competencial, y eso se ha ido perdiendo"

En el tramo final del mandato de Martínez se enfatizó su apuesta por el pragmatismo, argumento de los que pedían un giro y que acabaron imponiéndose con la victoria en las primarias de Miren Gorrotxategi frente a la candidata oficial, Rosa Martínez. Sin embargo, en la práctica parece la estrategia vigente.

-Sí, es curioso. Yo defiendo aquel pacto presupuestario que se alcanzó con el Ejecutivo vasco porque, por un lado, estábamos haciendo un trabajo duro de reivindicación en el Parlamento, pero en un momento determinado vimos que se podía ser muy útil a la ciudadanía desde la oposición y mejorar sus vidas. En ese sentido se dieron unas buenas circunstancias. Por desgracia no hubo tiempo de hacer un seguimiento a aquel acuerdo. También pusimos empeño en un acuerdo sobre la Ponencia de Autogobierno en el que estuviera el PSE.

Dice echar de menos un contenido más vasquista en los discursos de los actuales dirigentes en la CAV.

-Se perdió con nuestra salida y lo que vino después no ha tenido vocación de continuar en esa dirección, sino que han puesto más la carne en el asador en el hecho del usufructo que puede dar estar en el Gobierno del Estado, en los resultados de las acciones legislativas en Madrid. Es innegable que beneficia, pero hay que entender la especificidad de Euskadi, la idiosincrasia y el orgullo de nuestro marco competencial. No es tanto el haber perdido un referente como el de Pablo Iglesias, sino el tener un discurso propio con el que dirigirte a tu ciudadanía. Está muy bien y es importante estar dentro de un Gobierno de coalición como el de PSOE-UP pero eso no basta desde nuestra óptica vasca.

Comenta la complejidad de situarse en esa 'tercera vía' entre el espectro abertzale y el españolista. ¿No será que en la sociedad vasca también se respira un desafecto de la política? Incluso los estudios hablan de cierto desapego identitario.

-Yo lo que planteo es que el vasquismo es uno de los espacios identitarios que estuvo, por ejemplo, representado por Euskadiko Ezkerra, o por el PSE del año 93-94, con Ramón Jáuregui. Lo que le ocurre a este vasquismo tan transversal es que no siempre se siente llamado a participar y a veces se desilusiona. Y ahora estamos en ese trance. Luego está ese votante dual que puede apoyar a Podemos, Bildu o al PNV, como ocurrió cuando nosotros ganamos aquí las generales. Lo que viene de Madrid también contribuye a que la gente desconecte porque es muy terrible, con esa ultraderecha diciendo barbaridades que convierten el escenario en algo muy preocupante y, a su vez, peligroso.

Tanto PNV como Bildu han ido tintando sus programas de ese contenido social que caracterizan a una formación como la morada.

-Existió una reacción de sorpresa a que por dos veces Podemos Euskadi sacara más de 300.000 votos en unas generales y las ganara en la CAV. Fue un poco impactante y a partir de ahí fueron adquiriendo ese tipo de mensajes, primero como eslogan y después, para bien, cogieron parte de esas reivindicaciones nuestras, y lo debemos entender como un logro. Quiere decir que también han entendido el clima de los tiempos y los enfados de esa gente que sale a las plazas. Luego es verdad que Bildu se fue podemizando a pasos agigantados y empezamos a disputarnos el mismo espacio.

"El proyecto de Yolanda Díaz abre un nuevo ciclo en el que Podemos debe ser un agente más haciendo un ejercicio de autocrítica y generosidad"

¿Por qué es escéptico con la posibilidad del tripartito de izquierdas?

-Yo siempre he tenido dudas con eso. Te lo puedes plantear como horizonte político pero no como objetivo de partida. No es una estrategia política buena de entrada. Las condiciones políticas van más allá de los números y actualmente no se dan. Quiero pensar que todavía y que pueda pasar. Pero es un poco política ficción. ¿Bildu estaría llamado a liderarlo? ¿El PSE va a apostar por ello cuando en verdad está muy cómodo junto al PNV? El PSE tiene un acuerdo estratégico de largo recorrido con el PNV aunque de vez en cuando Andueza se salga de la foto para marcar terreno porque es cierto que su perfil político y acción de gobierno están muy diluidos. Yo apostaría ahora mismo a que si no hay un gran terremoto ese matrimonio permanecerá en las instituciones.

¿El PSC, con ese perfil propio federal, podría ser un buen espejo para Podemos en Euskadi?

-Es que es una organización federal y tienen capacidad de tener discurso catalanista y tomar sus propias decisiones, como con la Ley de Política Lingüística. Tendrán sus cuitas y tensiones con el PSOE pero, más allá del contenido de sus políticas, me parece un modelo que yo querría para Podemos Euskadi. Un modelo federal en defensa de la plurinacionalidad.

¿Es la iniciativa de Yolanda Díaz, Sumar, el flotador al que necesita agarrarse Unidas Podemos?

-No lo entiendo tanto como salvavidas pero, sin desdeñar todo lo logrado en el Gobierno de coalición, es un espacio que abre un ciclo distinto y en el que Podemos tendrá que encontrar su lugar como fuerza protagonista de esta última década. Díaz seguramente querrá que cicatricen heridas y hacer una lectura de la realidad que nos envuelve para ilusionarnos. Seguro que alguien tiene la hoja de ruta en su cabeza. Y seguro que Podemos encontrará su sitio como un agente más. Hay que hacer autocrítica, hacer un ejercicio de responsabilidad, ser generosos y dejar a un lado el personalismo en pro del bien superior.