Carlos Garaikoetxea (Pamplona, 1938) nos recibe en su despacho, situado muy cerca de los Escolapios de Iruña, donde cursó su etapa escolar, entorno evocador, rememora, de ratos de fútbol de patio y recreo. El exlehendakari, englobado en el llamado sector crítico de Eusko Alkartasuna, se esfuerza en proyectar un mensaje que ayude a la conciliación en el Congreso del partido previsto en febrero. Hablamos con él de esta crisis, y de la política presente y pasada.
¿Ver la situación de Eusko Alkartasuna le genera un gran dolor?
-Sí, porque estamos viviendo una situación un poco incomprensible. El problema de fondo es coalición sí, integración no.
En EH Bildu.
-En 2010 en el llamado Lortu arte, con la condición de que hubiera cesado la violencia, lo que fue una cierta contribución, se inició un acercamiento para formar un frente más amplio, en este caso desde un centroizquierda moderado, socialdemócrata, hasta dirigentes que vemos de Sortu que hablan del modelo cubano. ¿Qué ha sucedido? Que por la incuria, la inercia o los intereses humanos, la dirección de Eusko Alkartasuna ha confundido las cosas y ha ido a una integración de facto que significa borrar la virtud principal de una coalición, que es la amplitud del espectro ideológico y por consiguiente electoral.
Dos años así, La cuestión se ha judicializado, se habla de expulsar a Maiorga Ramirez. Un nivel de tensión difícilmente soportable.
-Subyacen también cuestiones ideológicas. Una coalición se hace no solo por eficacia, sino también por cierta compatibilidad ideológica. No es lo mismo la trayectoria de cuarenta años de impecable comportamiento democrático, pacifista, antiviolento de Eusko Alkartasuna, que otras trayectorias de nuestros socios que condicionan comportamientos presentes.
En 1991 dijo: "Si HB abandonase la estrategia de la violencia, su carácter marxista-leninista y su radicalidad mal entendida, ya no sería HB, sería Eusko Alkartasuna".
-Claro, es que citaba los elementos diferenciales.
Llegar a un Congreso con amenazas de expulsiones... ¿Hay forma de reconducir esto o son los preámbulos de una disolución o escisión?
-No, la gente hablando se tiene que entender y yo creo en los argumentos que podemos esgrimir puedan ser convincentes por encima de las pasiones del momento. Espero que ese Congreso sirva para clarificar la situación. No se trata de que no podamos estar en coalición, sino de que las condiciones de esta sean las de una enmienda aprobada en el Congreso de 2016, pero luego en suspenso a petición del entonces secretario general. Yo abogaba por una coalición para objetivos electorales concretos, pero que en lo no concertado explícitamente en la coalición, cada partido pueda ser perfectamente contradictorio y tener su propio camino. A partir de esa integración no bien definida en sus límites, se fue produciendo una deglución progresiva, que las direcciones sucesivas no han sido capaces de rechazar o considerar inadecuada.
¿Entonces hay margen de reconducción con Eba Blanco?
-En estas crisis viene lo que calificaría vulgarmente de encabritamiento progresivo por las discusiones y las declaraciones públicas. Por eso soy bastante refractario a hacer declaraciones, que van subiendo de tono y llegan a pronunciamientos irreconciliables a veces. El Congreso va a ser difícil, pero esperamos que se pueda reconducir la situación. Ahora bien, hay algo que resulta incomprensible, que no podamos conocer los censos de cada localidad a los efectos de saber cuál es la base democrática. En una pintoresca interpretación de la ley de protección de datos, llevada a sus últimas consecuencias, se ha llegado a ese absurdo, de manera que puede ser un Congreso frustrado.
Usted empleaba la metáfora de la pista de aterrizaje para que HB entrase en valores democráticos. Hecho ese aterrizaje, parece que Sortu se ha quedado con el avión.
-Hombre, lo que está claro es que el mundo de la ex HB no era irrelevante, tenía un peso electoral. Pero además son unos estrategas hábiles, que han sabido compaginar esta dicotomía integración/coalición conformando las estructuras de un partido único. Con los bilkides, es decir, con los afiliados directos al tronco común, sin pasar por los partidos, para tener un caladero y engordar las propias posiciones de Sortu, con fuentes que teóricamente son de la coalición. También se ha ido desfigurando interesadamente desde sectores del mundo antivasquista o antinacionalista la imagen, el carácter y el peso específico dentro de EH Bildu, al socaire de esa evocación de la izquierda abertzale histórica como definitoria de la coalición. Aquí hay partidos de ideología y trayectoria histórica diferente, que a veces permite unas contestaciones contundentes por parte de quienes hemos mantenido siempre esa trayectoria durante cuarenta años, y un poco más de compromiso con su propia mochila histórica del exmundo de HB.
¿Qué le parece el nombramiento de David Pla en la cúpula de Sortu?
-Desde el punto de vista de Sortu no es sorprendente, pero me parece un grave error, desde luego de los que contribuyen a que no se pueda estar muy cómodo en una coalición. Son personas que ya han pagado sus penas por su pasado, y en ese sentido creo que los ensañamientos están de sobra, pero de ahí a dar facilidades a quienes tienen costumbre de llamar exterroristas a cualquiera, pues creo que es un error.
El mayor cambio político desde aquellos inicios suyos...
-Por supuesto la desaparición de la violencia. Yo viví unos años dificilísimos en los que discretamente todos tuvimos que sobrellevar el peso de aquella lacra. En el año 83 organicé una mesa por la paz, y estaban de acuerdo desde Felipe González hasta gente de otros partidos. Pero resultó imposible, porque hubo un atentado y se fue todo al traste. Hubo momentos en que hicimos esfuerzos supremos. Nos parecía que si lográbamos acabar con el problema de la violencia, este país casi iba a ser un edén.
Con perspectiva, se percibe todo lo que ha pesado, ocupado y acaparado ETA y sus consecuencias.
-Sí, fue un lastre. Yo estuve seis años de lehendakari, de una conmoción permanente por atentados terribles, y confrontaciones de todo tipo. Al día siguiente de la primera gran manifestación que convocamos contra ETA en Bilbao, no sé si se habló de una asistencia de 200.000 personas, nos acusaron de hacer concesiones a ETA. Había que sufrir la violencia y los insultos y los ataques por connivencia, con lo que para nosotros fue una pesadilla terrible.
¿Qué clima detecta en Navarra respecto al pasado?
-El Partido Socialista ha evolucionado mucho. Lo recuerdo apoyando posiciones vasquistas, la ikurriña en el balcón de su sede, y la andanada de la Plaza de Toros, con la ikurriña, la bandera de Navarra y la de Pamplona. Su evolución para los que hemos sido vasquistas ha sido muy dolorosa. Por otro lado, y paradójicamente, hoy veo que el Partido Socialista es un poco el asidero frente a las intemperancias y la dureza de la derecha navarra, que es tremenda.
¿Y en la CAV?
-El Parlamento Vasco lo veo un poco sosete (se ríe), con todo el cariño lo digo.
¿Por el debate congelado del nuevo estatus?
-Sí, porque quizás en nuestros tiempos había más cosas que inventar e impulsar, y novedades que afrontar. Desde Osakidetza hasta el Concierto Económico, que inspiré bastante en el Convenio de Navarra en su concepción. Iniciativas en todos los órdenes. Aparte del clima emocional por la violencia y la intransigencia y el sinvivir, estábamos con la ilusión de crear cosas nuevas, desde una orquesta sinfónica hasta una Hacienda propia.
La Constitución prohibió la federación entre comunidades, y el intento unitario vasco no fraguó.
-Yo me quedo con una gran pena, aquello que me inventé de la dieta vasconavarra, vascongadanavarra. Ni siquiera decía confederación. Nos inspirábamos en las dietas alemanas. La existencia de un pueblo vasco es una realidad innegable. Un pueblo que merece tener unas estructuras, si se quiere prudentes y conciliables con la personalidad y la trayectoria histórica de cada uno de sus componentes. Pero merecería haberse institucionalizado esa especie de dieta como mínimo, o confederación, término que ahora parece que está gustando al mundo de la exHB. Para mí el saldo más doloroso de estos cuarenta años es que no se haya sido capaz de una evolución desde aquellas posiciones de blanco o negro a un simple reconocimiento de la existencia de un pueblo vasco.
En 2018 nos dijo que era "imprescindible una visión confederal del Estado" para encajar el "hecho nacional vasco y catalán".
-Me parece inteligente la reivindicación de la confederación, significa una entidad política propia con capacidad de autodeterminarse.
¿Es igual de no factible que la independencia con este Estado?
-Heribert Barrera, de ERC, hablaba de la confederación, fue el primero en hacerlo. Es un paso realista desde el punto de vista de los independentistas y de los que quisiéramos un Estado vasco. No va a ser una concesión fácil precisamente, porque todo el mundo sabe a qué juega. La confederación es soberanía. Stricto sensu, un paso fantástico para cualquier independentista.