- Después de que JxCat dejara claras sus discrepancias con Esquerra y el PDeCAT por entregarse al pacto presupuestario con Moncloa, ayer fue Carles Puigdemont quien censuró la estrategia de ERC, sin mencionar las siglas del partido de Oriol Junqueras, calificándola de “pactismo mágico” por creer que alejarse de la confrontación allanará la senda hacia el derecho a decidir. En un artículo publicado en el diario La Vanguardia, el president en el exilio defiende que el cumplimiento de acuerdos anteriores por parte del Estado es una condición necesaria para firmar nuevos. Así, el líder Junts, que no será presidenciable el 14-F sino que ese papel corresponde a Laura Borràs, estima que el citado “pactismo mágico se anuncia como un remedio que predispone la cura de casi todos los males”, cura que nadie se explica, y cuyo producto ha sido recibido con entusiasmo por el Estado.
Puigdemont entiende que la experiencia y conocimiento acumulado de Catalunya no se ha aprovechado por los responsables políticos, que han intentado inventar o innovar en las relaciones con el Estado “con la ingenua esperanza de ser los que resolverían el pleito”. Para explicar su posición hace una referencia a Euskadi sin poner tampoco siglas pero aludiendo al PNV. “El catalanismo ha descuidado de manera demasiado ligera la construcción de su propio sistema experto. Después de más de 100 años de confrontación política con el Estado, este sistema tendría que ser hoy muy robusto. Quizá esta es la verdadera diferencia con el sistema vasco, y no la de si un partido se parece más o menos al partido de éxito de allí”.
Advierte además que pretender solucionar el conflicto catalán aprovechando la debilidad parlamentaria de un gobierno es “una ingenuidad peligrosa”, un “ejercicio de autoengaño” que “permite transitar pacíficamente de unas elecciones a otras, pero que contribuye a la cronificación del conflicto, que es el escenario en el que el fuerte gana siempre”. En su artículo Puigdemont rebate el argumentario republicano y lanza alertas sobre el futuro del independentismo si se impone la “lucha cainita”, “expresada a menudo por recelos partidistas llevados hasta el paroxismo”. Por ello, reivindica una nueva estrategia que no esté vinculada a las mayorías en el Congreso, y que siga los objetivos políticos que se marquen en Catalunya “avalados siempre con amplias y crecientes mayorías electorales”.
A su entender, tal y como se han afrontado hasta ahora las relaciones con el Estado, se condena a Catalunya a la “derrota permanente”. “Los atajos pueden ser un espejismo, una trampa”, dice, y advierte de que quien vea en los acuerdos “un atajo para hacer más transitable e indolora la consecución efectiva de la independencia, no está explicando la verdad”.