- La lenta decadencia que el PP del País Vasco viene sufriendo desde el año 2001 en cuanto a sus resultados electorales, contenida a duras penas en las autonómicas de hace cuatro años, donde pasó de diez a nueve escaños, vivió ayer un episodio casi definitivo al cosechar su peor resultado histórico con sus siglas actuales. Fue en las elecciones al Parlamento Vasco de 1990 cuando concurrió por primera vez como Partido Popular, logrando 83.719 votos y seis escaños, lo que mejoró ostensiblemente su representación anterior como Alianza Popular -55.606 votos y dos asientos en 1986-. Ayer volvió a esa casilla de salida al cosechar 60.299 sufragios, casi la mitad de los 107.771 de 2016, y cinco escaños. Y lo hizo de nuevo tras un lavado de cara: poco tiene que ver el PP vasco que se ha presentado a estas elecciones con el que lo hizo hace cuatro años, empezando porque ahora ha ensayado por primera vez la coalición con Ciudadanos. Ello tiene como primera consecuencia que uno de los cinco parlamentarios será de la formación naranja, que entrará por primera vez en el Parlamento Vasco. Nada le salió bien ayer al PP. Y para encontrar las claves de esta apuesta hay que mirar hacia Madrid y el presidente estatal del partido, Pablo Casado.
El rostro que aparecía en la propaganda electoral era el de Carlos Iturgaiz como candidato a lehendakari de PP+C’s pero el que más se jugaba era Casado. La estrategia con la que han concurrido a esta cita con las urnas se ha diseñado de forma íntegra desde Génova, lo que incluye la elección del candidato, una coalición con condiciones inmejorables para C’s y un marcado perfil en clave estatal. Las elecciones autonómicas en la CAV han sido por tanto una enmienda a la totalidad a la labor de oposición llevada a cabo por Casado durante la gestión de la crisis del coronavirus, en la que la crispación ha sido la nota dominante, así como al endurecimiento de su discurso para confrontar con Vox.
La suma del PP y Ciudadanos consiguió hace cuatro años un 12,18% de los votos en toda Euskadi. Cuatro años después y con una candidatura unitaria se han quedado en el 8,68%, tres puntos y medio menos. La caída del PP en Álava es especialmente acusada, ya que de un 21,75% que sumaba con C’s en 2016, ha pasado a un 11,45% con su coalición, un descenso de diez puntos que no es achacable tan solo a la entrada de Vox con un asiento por ese territorio. Situación similar ocurrió en Gipuzkoa, donde la coalición se quedó en un exiguo 4,62% y un escaño, lejos del 8,9% de 2016.
Si el PP ha sido durante cuatro años el farolillo rojo en la Cámara de Gasteiz, junto con C’s mantendrá esa última posición, ya que pese a tener los mismos parlamentarios que Elkarrekin Podemos-IU esta le superó en algo más de 11.000 votos.
En cuanto a Ciudadanos, la emoción se mantuvo hasta el último momento. Si durante buena parte de la tarde celebró el hito de entrar en el Parlamento Vasco con dos representantes, cuando el escrutinio se acercaba al 100% se quedó en solo uno por Álava en la figura de José Manuel Gil, tercero en la lista. Eso suponía que el líder naranja en Euskadi, Luis Gordillo, que concurría como número dos por Bizkaia, se quedaba sin premio. Sin embargo, tal y como apuntó ayer el propio Iturgaiz, habrá que esperar al recuento del voto extranjero, ya que EH Bildu se llevó el gato al agua por tan solo 108 votos.
En cuanto a los factores que han llevado a esta debacle, cuando aún no había finalizado el recuento el PP expresó su “preocupación” por el elevado índice de abstención. Carlos Iturgaiz, una apuesta personal de Casado, volvió de su retiro tras haber sido situado en los puestos más bajos de las listas europeas hace un año. El de Santurtzi obtuvo los mejores resultados de su partido en las autonómicas de 1998, superados cuatro años después por Jaime Mayor Oreja en lo que supuso el pico de la formación. Pero Iturgaiz era, en definitiva, un candidato del siglo pasado, con maneras y un discurso que sonaban al de otra época. Pertenece además al ala más dura del PP, la alineada con las tesis de José María Aznar, que ejerce una notable influencia sobre el propio Casado.
Estas elecciones eran una prueba de fuego para la coalición de PP y Ciudadanos y del resultado dependía que se vuelva a utilizar esta fórmula en las elecciones de otoño en Catalunya. Por otro lado, el PP vasco deberá afrontar un congreso crucial en los próximos meses para su renovación, toda vez que la presidencia recayó en Amaya Fernández de forma provisional cuando Alfonso Alonso dimitió en febrero, descontento con las decisiones de Casado para esta cita electoral.