araestimular y potenciar adhesiones sociales todos los partidos exaltan ciertos valores y gestan estereotipos tratando de reafirmarse, negando a su vez esos mismos principios y valores a sus adversarios. Y si los espacios electorales se achican, esta tendencia se agudiza. La facilidad con que engullimos y acabamos asumiendo dialécticamente los discursos, tan recurrentes como previsibles, acerca de cómo salir de la crisis, sobre el modelo de sociedad o en torno a la clásica división entre política de derechas y de izquierdas revive con fuerza en el imaginario político vasco.
Hay muchos ejemplos que permiten relativizar esta interesada división entre derecha e izquierda dentro de las fuerzas abertzales, calificación orientada a equiparar nacionalismo institucional con algo obsoleto, adscrito al "Antiguo Régimen", desfasado, alejado de los jóvenes, despreocupado ante los problemas sociales, aliado del capital, apegado al poder establecido y a la poltrona... y toda una larga retahíla de tópicos al uso.
Es un discurso vacuo, infundado, pero que cala entre quienes tan solo necesitan cuatro o cinco referentes para marcar su territorio vital e ideológico: los buenos y los malos, los del "sistema", los de "siempre", los apoltronados conservadores frente a los alternativos.
Toquemos suelo, acerquémonos a la realidad: si pensamos en algo tan relevante y trascendental en la política como las leyes de presupuestos (tanto en el ámbito de la comunidades autónomas como en el de las tres Diputaciones) comprobamos que el raíl de la economía es cada vez más estrecho y ello difumina esas supuestas divergentes concepciones de sociedad; no hay revoluciones ni catársis políticas en marcha. Se impone la real politik, y las diversas combinaciones de actores políticos en los pactos o acuerdos presupuestarios alcanzados durante la pasada legislatura entre fuerzas políticas supuestamente enfrentadas entre derechas e izquierda son prueba de ello, y demuestran lo falaz de esos argumentos que contraponen pujanza revolucionaria de izquierdas frente a retrógradas visiones de la sociedad por parte de los calificados por ellos como de "derechas".
Y si quedara alguna duda, si fuese necesario algún elemento adicional para relativizar el alcance de esa falsa adjetivación de un bando u otro, a modo de compartimentos estancos que representan supuestamente modelos contrapuestos de sociedad y de concepción de los principios de libertad, de justicia o de igualdad, basta comparar el resultado de las políticas sociales implantadas en Euskadi desde el Gobierno Vasco y comparar lo ya ejecutado con las propuestas de Podemos, que lleva años reivindicando aplicar en Madrid lo ya adoptado aquí.
Si superásemos la demagogia y descendiésemos al análisis de los programas electorales y de las políticas practicadas por unos y otros, si quitásemos el velo que rodea a toda esta simplificación partidista interesada y eliminásemos estas etiquetas infundadas avanzaríamos y ello nos permitiría confrontar de verdad, y en serio, modelos de gestión, visiones de País y de sociedad por encima de la pancarta y la consigna. Es más necesario que nunca, porque nos jugamos el presente y el futuro, como ciudadanos, como pueblo y como nación.