sta campaña está pasando muy desapercibida, entre otras, porque la pandemia ha traído cambios en los mítines (gente perfectamente sentada y alejadas unas personas de otras). Da miedo pensar que, de aquí en adelante, puedan ser así, sin la pasión y calor que se supone a los actos de reafirmación y convencimiento que son. Otro ingrediente negativo es la menor fidelización del voto, lo que se hace necesario prestar atención a las ideas de la militancia, pero, más si cabe, a las de simpatizantes. En esos votos es donde en realidad se decide.
Llegamos al fin de la primera semana y parece que todavía falta mucho para enterarnos de lo que proponen la mayoría de los partidos. Quien con más comodidad y soltura se está moviendo por el escenario electoral es, sin duda, el lehendakari Urkullu que, gusten o no gusten, presenta propuestas concretas para la acción gubernamental.
Hay que admitir la parte de teatralización que tienen las contiendas electorales. Es habitual que los discursos de la oposición suelan recurrir a criticar y plantear más desideratum que propuestas precisas para las que quien detenta el gobierno lo tiene más fácil; pero de ahí a no decir nada va un abismo que delimita la credibilidad a la hora de prestarles nuestro voto.
En ese circo de la campaña nos intentan convencer de una manera u otra. Yo me decanto por la sobriedad y la seriedad en las formas y en el discurso, todo lo contrario, a esas escenas, de líderes saludándose con los codos al presentarse en los mítines o de quienes se meten a viticultores en Araba por la media hora en que les sacan las fotos. Será mala costumbre, pero sigo necesitando saber cómo van a administrar nuestro voto en los próximos cuatro años.
Tampoco puede faltar en esta campaña el lío provocado. Hay mucha nostalgia de ETA en el PP y, si alguien lo duda, que relea las declaraciones tan fuera del tiesto de Iturgaiz. Ya se sabe que Urkullu tiene la culpa de todo pero que votarle suponga mantener el Gobierno de Madrid -ese que llaman filocomunista- da risa. No han inventado nada, esto ya lo practicaron: en el 2009 les salió bien cuando llevaron a la Lehendakaritza a Patxi López.
Aún con todo, en esto de la instigación, la palma se la lleva la extrema derecha que se ampara en los derechos democráticas, aunque ni se los crea ni los defienda. A sus mítines no va nadie, pero se les hace la campaña, como en Sestao el otro día. Lo lamentable es caer en su provocación interesada. Hago mío el dicho de Paulo Coelho: "Si alguien aparece en tu vida solo para provocarte, límpiate el polvo de tus zapatos y sigue adelante. Pelea solo con quien lo merece".
Por el momento, muchas siglas en liza, aunque la mayoría se presentan en Euskadi, pero sin propuestas para Euskadi. Una buena manera de decidir a quién votar es dejarse de espejismos y exigir soluciones aquí para nuestros problemas actuales y de futuro. Mejor nos gobierna quien conoce bien la casa porque son y pertenecen a la casa (Aitaren etxea defendituko dut€ Gabriel Aresti).