e toca pasar la emergencia en casa mientras miles de personas salen por la mañana o por la noche, según sea el turno, a cumplir con su deber para mantener el sistema de salud y que los transportes o los suministros funcionen, para que haya luz, agua e información o para que Internet funcione, para que tengamos pan del día y fruta fresca, o para mil otros servicios que olvido o incluso ignoro. Son los llamados sectores esenciales.
Pero hay otros trabajadores a los que yo llamaría los esenciales sobrevenidos o, dicho de una forma más bonita, los que se han querido reinventar para devenir esenciales.
El viernes leíamos la noticia de unos investigadores de diversas instituciones vascas que han desarrollado un nuevo test de detección del coronavirus que podría abastecer las necesidades vascas. Son investigadores de diversas instituciones del país coordinadas (UPV-EHU, programa Ikerbasque, Centro Achucarro, Fundación Biofisica Bizkaia, BioCruces, BioAraba…) que se han organizado -de abajo arriba- para responder y aportar. Muchos de ellos hace tan solo tres o cuatro semanas sabían bien poco de este asunto. Sus trabajos habituales tal vez estén paralizados por no ser esenciales y sus laboratorios cerrados. Pero se han reinventado como luchadores contra la pandemia. Se han reinventado como esenciales.
Hay empresas que nada sabían de todo esto hace un mes y hoy hacen mascarillas, respiradores o piezas o servicios para responder a la emergencia. Yo quiero contar dos experiencias que tengo cercanas, por ser amigos o familiares sus protagonistas. Usted seguramente conocerá otras.
Sherpa es una empresa especializada en Inteligencia Artificial. Es una de las pocas empresas capaz de competir en Silicon Valley sin salir del país. A mí eso me parece al menos tan meritorio como llegar a la final de la Copa. Al frente está la inteligencia no artificial de Xabier Uribeetxebarria que acaba de poner a disposición de Osakidetza un programa capaz de anticipar datos y poder así tomar mejores decisiones. Casi nada.
Hay una pequeña empresa en Arratia, Lekun, especializada en cauchos y elastómeros. Una empresa que ha querido hacerse esencial. Ha respondido desarrollando fuelles y unas piezas muy específicas y delicadas, casi artesanales, de las que nada sabían hace tres semanas, para respiradores que están siendo ensayados ya con éxito. A la cabeza está el tesón y la visión, que no son de goma ni caucho, sino de carne, hierro y espíritu, de Iñaki Lekunberri.
Son empresas que podrían estar cerradas. A la espera de una resurrección milagrosa por decreto o a la espera de los acuerdos del Eurogrupo o del gobierno y la oposición. Pero no esperan a que escampe y ver qué pasa, sino que trabajan, con seguridad máxima y máximo entusiasmo, para hacer que escampe antes y mejor para todos. Solo así estaremos mejor preparados para cuando se pueda salir del refugio y debamos mantener, en lo que se pueda, el empleo. Solo así se podrá mantener una sanidad pública buena para todos y que podamos pagar entre todos.
Usted conocerá a otros Xabieres e Iñakis. Son los otros sectores esenciales sobrevenidos, reinventados que, junto con los sectores ya justamente reconocidos como esenciales, nos están sacando de ésta.
Yo busco contribuir con mi disciplina y con mi trabajo. Me toca aportar desde casa a través de las palabras y las ideas, los papeles y las videoconferencias. Según se mire es mucho o poco. En los momentos en que pienso que es muy poco, al menos me reconforto pensando que tengo cerca personas como Xabier e Iñaki de las que estar orgulloso. Debería ser yo capaz de escribir una columna digna de un premio Pulitzer, una columna que elevara ánimos o salvara vidas, para estar a su altura.