madrid - “El Gobierno hablará con varias voces, pero siempre con una misma palabra”. Así de explícito se mostró ayer el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en una comparencia en el palacio de la Moncloa en la que, aunque sin mentarlo expresamente, certificó las dificultades a las que se deberá enfrentar en primer gobierno de coalición de la historia de la historia de la democracia del Estado. PSOE y Unidas Podemos se entremezclarán en un gabinete de una presidencia, cuatro vicepresidencias y 18 ministros que mañana escenifica su pistoletazo de salida con una clara meta: bajo un “firme propósito de unidad”, el nuevo Ejecutivo “caminará en una sola dirección” aunque se alimente “de ideas plurales”.
Sánchez lanzó de ese modo una advertencia al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Juntos, pero no revueltos. Los 17 ministros socialistas y los otros cinco elegidos por los morados deberán conjugarse para evitar que las disensiones internas dificulten la que se presupone ya de por sí tortuosa acción gubernamental durante los meses venideros. Los palos en la ruedas ya llegarán desde la oposición y es por ello que el presidente afirmó que la legislatura que se abre “será, debe ser, la legislatura del diálogo social, territorial y generacional”, dejando de lado la “sobreexcitación” y el “insulto”. No solo con el resto de formaciones del Congreso, sino incluso en el propio Ejecutivo. Apelando a la “moderación” y dejando de lado “la crispación”, llamó a mantener la unidad discursiva. Y, sobre todo, a servir a la ciudadanía. “El Gobierno de coalición de Unidas Podemos y del PSOE es hora el Gobierno progresista de España, que nace con una vocación clara, la de servir a todos los españoles, porque no hay nada más progresista que servir a España”, sentenció.
La comparecencia de ayer, en la que no hubo ocasión de preguntar a Sánchez -aunque Sánchez hablara posteriormente con los periodistas-, refrendó que la elección de los ministros por parte del PSOE no fue una mera coincidencia. Nadia Calviño, José Luis Escrivá, José Manuel González Uribes o Arancha González Laya, de claro perfil técnico y fajados en diversos ámbitos económicos, y que de inicio no disgustan a otras formaciones como PP o Ciudadanos. De hecho, el presidente se felicitó por disponer de una “abundancia de perfiles de rotunda competencia económica para afrontar los desafíos que nos aguardan”. Todos ellos compartirán mesa -y decisiones- con algunos representantes de Unidas Podemos como Alberto Garzón, Yolanda Díaz o Manuel Castells, cuya elección sí que ha levantado ciertas ampollas en la derecha. Obligado a convivir con los morados, el presidente instala de esta forma un cortafuegos frente a posibles incendias futuros. De la misma forma, también ha mantenido su apuesta por algunos socialistas de pura cepa -Calvo, Ábalos, Robles, Illa, Darias o Isabel Celaá- que dotarán de peso político a su recién nacido gabinete.
Catalunya y presupuesto Alejar la crispación que envuelve el conflicto político en Catalunya será uno de los primeros cometidos de Sánchez. Esa tarea será encomendada a su vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y a sus ministros de Justicia, Juan Carlos Campo; Política Territorial, Carolina Darias; y Sanidad, Salvador Illa. Este último, alto dirigente del PSC y profundo conocedor de los entresijos del procés, será pieza clave para gestionar la crisis catalana que, además, verá en menos de 15 días -así lo pactaron PSOE y ERC durante las negoaciaciones para la abstención de estos últimos- el alumbramiento de la mesa de diálogo que podría servir de bálsamo ante las fricciones existantes. De ahí su apelación “al diálogo territorial”.
Por otro lado, la minoría con la que cuenta en el Congreso -155 representantes le son favorables- augura una compleja negociación presupuestaria, en la que Sánchez deberá ceder, y no solo ante los de Iglesias, que ya apuntan a incrementar el gasto en partidos sociales o medioambientales. Ganarse a aliados parlamentarios como el PNV, Nueva Canarias, BNG o Teruel Existe! se antoja fundamental. Serán actores claves para que la legislatura cumpla su primera etapa. Pero más imprescindible será cambiar el tono para con los ERC, con los que deben de alcanzar entendimientos en esta materia. “Sin cuentas, no hay gobierno”, como le han venido recordando los republicanos últimamente.