el fracaso en las negociaciones entre PSOE y Podemos para que Pedro Sánchez sea reelegido presidente ha dado al traste con la posibilidad de que haya un Gobierno de coalición, lo que hubiera sido algo inédito al no haberse dado en 40 años de democracia. Lo que es algo habitual en numerosos países europeos, supone un muro insalvable en España, donde los ejecutivos plurales se han limitado hasta ahora a comunidades autónomas y ayuntamientos.

En palabras de Sánchez, se ha desvanecido la “histórica oportunidad” de que en España hubiera una coalición de izquierdas cuando “nunca antes se había ido tan lejos” para lograr esta meta. Desde que Adolfo Suárez llegara a la Moncloa al frente de la UCD en 1977 en las primeras elecciones legislativas, se han sucedido los gobiernos monocolores, tanto en etapas de mayoría absoluta, como en las de minoría. Ha habido varias intentonas de conformar gabinetes de coalición desde los años 90, si bien todas han caído en saco roto.

La primera vez que el Estado vivió en democracia un intento de coalición fue tras las elecciones generales celebradas el 6 de junio de 1993, las sextas celebradas desde la Transición. El socialista Felipe González se vio obligado a tomar esta decisión tras perder la mayoría absoluta y no poder formar un Gobierno en solitario. Con 159 escaños, el PSOE se vio obligado a ofrecer un paco a CiU y PNV para que su líder fuera investido por cuarta vez. La estrategia que llevaron a cabo González y su equipo fue ofrecer a los entonces presidentes de CiU, Jordi Pujol, y del PNV, Xabier Arzalluz, la entrada en el Consejo de Ministros.

El primer intento logró los mismos resultados que el último pacto procurado por los socialistas. Felipe González no obtuvo una respuesta positiva de sus homólogos catalanes y vascos. Los nacionalistas no aceptaron las propuestas socialistas y se inclinaron por un pacto de legislatura. Los primeros, por tener “una desconfianza más que justificada” y no ver resuelta sus demandas sobre la financiación de Catalunya, y los segundos, por la “indudable inconcreción” de una fórmula que “más que una coalición sería una mera adhesión”.

A pesar de las calabazas recibidas, González dejó abierta la puerta a “la “corresponsabilidad gubernamental” en un futuro para facilitar la estabilidad, pero la convulsa legislatura impidió que fructificara la tentativa.

El fantasma de la coalición regresó en las siguientes elecciones celebradas el 3 de marzo de 1996. La derecha liderada por José María Aznar desbancó del poder a Felipe González, cuya posición en la izquierda quedó relegada por la aparición de Izquierda Unida (una esperanza para el ala comunista del Estado) y su cambio de discurso en algunos asuntos como la OTAN. Sin embargo, con 156 diputados, Aznar no tenía mayoría absoluta por lo que se vio obligado a negociar con los nacionalistas.

Aznar les trasladó su disposición a estudiar cualquier alianza, incluida una coalición, al asumir que el mensaje de las urnas era a favor de “la cultura del pacto y del diálogo”. Al final, el presidente del PP optó por un acuerdo de legislatura con CiU, el llamado pacto del Majestic, y Coalición Canaria y apoyos puntuales con el PNV. El convergente Josep Antoni Duran i Lleida, etiquetado en diversas ocasiones como ministrable, dijo no ver base para una coalición, pero precisó que “algún día podría ser viable”.

Las elecciones celebradas el 12 de marzo de 2000 tuvieron su coalición ya durante la campaña de estas. Por primera vez, PSOE e IU fueron en tándem con sus respectivos líderes, Joaquín Almunia y Francisco Frutos, para formar Gobierno. Una coalición que no logró los objetivos deseados puesto que Aznar ganó con mayoría absoluta logrando 202 escaños, lo que le allanó el camino, esta vez sí, para construir un gobierno monocolor que daría que hablar años más tarde. A pesar de no depender de otros partidos, Aznar lanzó en enero de 2002 una oferta a CiU “firme, formal, seria y constante” para que entrara en el Gobierno, pero los de Jordi Pujol la rechazaron otra vez por la falta de sensibilidad autonómica del PP.

El entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, insistió en noviembre de 2002 en la conveniencia de un Gobierno con CiU, pero el distanciamiento cada vez mayor con los nacionalistas catalanes llevó a que rectificara su propuesta solo un día después.

A pesar de estar en minoría en sus dos mandatos, José Luis Rodríguez Zapatero no se planteó una coalición y optó por la “geometría variable” para sacar adelante acuerdos con la izquierda o los nacionalistas. Ni siquiera el tripartito que había en 2004 en Catalunya -PSC, ERC e ICV- le tentó reeditar la fórmula a escala nacional y gobernó en solitario hasta 2011.

Tras dos gobiernos socialistas en solitario, fue en 2016 cuando Mariano Rajoy (con 170 escaños) volvió a poner sobre la mesa la opción de un gobierno de coalición ante el escenario de bloqueo político. Con el PP en minoría, Rajoy ofreció al líder del PSOE, Pedro Sánchez, y también a Ciudadanos, una gran coalición a la alemana para evitar nuevos comicios. “Es lo único que es viable”, sostuvo Rajoy frente a la negativa rotunda de Sánchez, quien la consideró un “gran fraude” a los españoles.

En el Estado, han sido las comunidades autónomas las que han sido capaces de lograr gobiernos a dos o tripartitos con cierta frecuencia como ha sido el caso de la CAV, Catalunya, la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Navarra, Canarias, Cantabria, Asturias o Andalucía.