Ninguna idea, ninguna ideología, ninguna orientación política puede ser utilizada para dar amparo o cobertura al uso de medios violentos que atenten contra la integridad física y moral y contra la dignidad de quien piensa diferente. Ninguna. No hay excusa alguna. Agredir brutalmente en grupo a un estudiante de nuestra universidad es mucho más que una paliza física brutal, gratuita e infame a un ciudadano, a un joven vasco. Supone una agresión a todos los que integramos esta sociedad vasca y en particular a todos los universitarios, a los conciudadanos del estudiante agredido. Es un compañero de universidad, sin más adjetivos, agredido por pensar diferente.

La brutal agresión sufrida por este joven estudiante de nuestra universidad pública, de la UPV/EHU, es inadmisible e insoportable. La base ética de mínimos, la premisa inexcusable para poder convivir pasa por reconocer sin ambages que amenazar, chantajear, amedrentar y por supuesto atentar contra la vida o la integridad física de cualquier persona es, ha sido y será, sencillamente, inadmisible, insoportable e injustificable. Es lamentable que de nuevo haya que recordar esta exigencia para la convivencia en paz entre diferentes.

Así de claro lo expresó la rectora de la UPV/EHU, Nekane Balluerka, en nombre de todos y de todas quienes integramos esta comunidad universitaria, al afirmar con contundencia dialéctica sincera que “la universidad no puede ser un lugar para que la violencia se produzca. Condenamos esta agresión por el hecho de manifestar unas ideas que, nos pueden gustar más o menos, pero que democráticamente se pueden manifestar”.

Esa brutal agresión nos retrotrae al matonismo violento de raíz política, al uso perverso de la violencia como modo de presión social y política. Y nos interpela a toda la ciudadanía vasca, a toda. Más aún a quienes formamos parte de la comunidad universitaria. Es lamentable, penoso, injustificable, condenable penalmente y merecedor del mayor reproche social.

Dicho esto, el diccionario define como cínica la actitud de la persona que miente con descaro. Este concepto se asocia hoy día con la tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones. ¿Cómo, si no así, cabe definir las afirmaciones del dirigente alavés del PP vasco, Alfonso Alonso, que es perfecto conocedor del parecer abrumadoramente mayoritario dentro de la UPV/EHU, alineado en el pleno apoyo sin fisuras ni matiz alguno al estudiante agredido, en la muestra de solidaridad sincera hacia él y en el manifestación del sentimiento de indignación ante tal brutal violencia, una orientación universitaria cuasi unánime y centrada en arropar al estudiante agredido, en ampararle, y a la vez caracterizada por la crítica firme a esta inadmisible agresión?

¿Cómo puede o debe calificarse la actitud de este dirigente político cuando, pese a saber que el equipo rectoral y la práctica totalidad de nuestra comunidad universitaria nos posicionamos de verdad, sinceramente, en esa dirección ética, se permite afirmar irresponsable e injustamente que “la libertad está prohibida en el Campus de Álava”, y que la Universidad “ampara a un grupo criminal”.

¿Tan poco cuesta para él sacrificar y pisotear nuestra dignidad como universidad en el altar de su objetivo político?; ¿por qué, a sabiendas de lo injusto y lo falaz de su afirmación, engola y alza la voz para hacer ver a la sociedad vasca y a la española que volvemos a ser una especie de tribus enfrentadas, insensibles al sufrimiento del agredido y que amparamos a los agresores?; ¿cómo puede permitirse calumniar tan alegremente a nuestra institución universitaria que él tan bien conoce?; ¿cabe todo dentro del juego político?;

Demasiadas preguntas sin respuesta. Frente y contra la agresión se ha alzado la voz y la protesta desde nuestras instituciones (Parlamento, Gobierno vasco, Diputación Foral, Ayuntamiento, Universidad) no de forma retórica o vacua sino sincera y firme. No hay atisbo alguno de connivencia ante tal bárbara actitud por parte de los agresores de nuestro estudiante.

La pregunta final para la reflexión es: ¿Puede el recurso a la dialéctica política justificar el hecho de dejar al pie de los caballos a nuestra institución universitaria y a quienes la dirigen lanzando acusaciones tan injustas como falsas? Juzguen, por favor, con objetividad y valoren el papel de cada cual ante este reprobable e impresentable episodio de violencia.