Ayer se cumplieron 18 años del asesinato del político socialista Fernando Buesa y de su escolta, el ertzaina Jorge Díez, a manos de ETA. Ayer se cumplieron también 17 años del asesinato por parte de ETA de José Ángel Santos y Josu Leonet, dos trabajadores de la empresa Elektra que murieron por la explosión de una bomba dirigida al concejal del PSE Iñaki Dubreuil. Hoy es el 34º aniversario del asesinato del senador socialista Enrique Casas. Días duros elegidos para comunicarnos a los ciudadanos vascos que ETA va a desaparecer en breve para siempre y que no tiene intención de mantenerse como organización civil. Felicitémonos. Bejondeigula!
Asegura ETA en sus papeles que “la organización” prevé desaparecer de facto, si así lo aprueban sus militantes en votación, con lo que “no será ya un agente que interpela y es interpelado”. Antes de que eso ocurra -antes del verano-, me voy a permitir “interpelar” a “la organización”.
En ninguno de los extractos de esa propuesta de la dirección de ETA a su militancia hay un atisbo de autocrítica y mucho menos algo que parezca, siquiera remotamente, una reflexión ética. Hay mucho de “fortalecer el proceso político”, “generar nuevas situaciones”, “tiempo de conflicto armado”, “ciclo histórico”, “función histórica”... con todos los ‘(sic)’ necesarios entre tanto palabro autolegitimador, pero nada en absoluto de dolor causado, víctimas, empatía, justicia, reparación... Más bien al contrario: “La izquierda abertzale no abjurará de sí misma, ETA no renegará de su aportación, pese a estar abierta a la autocrítica”, dice, en línea con lo que el dirigente del EPPK y antes de “la organización” David Pla afirmó hace unos días a una revista gala: “No lamentamos lo que hemos hecho en el pasado”. Abandonemos, pues, toda esperanza. Ahí están los homenajes, los ongietorris, las abstenciones.
Insiste ETA en que aborda este debate desde la “tranquilidad estratégica”, nuevo invento lingüístico que viene a significar, como explicita de otra manera, que “hace mucho ya que el proyecto de la organización no es solo de ETA”, inquietante e irritante afirmación que debería empujar a la reflexión a algunos de sus compañeros de viaje.
En fin, ETA siempre ha confundido estrategia y táctica. Su “tranquilidad estratégica” es nuestra preocupación, nuestro desasosiego vital.
Sería un detalle que cuando se digne informarnos a los vascos y vascas de su debatida y votada decisión, ETA reconociera, como cuando asesinó a los trabajadores de Elektra, que todo su “ciclo” ha sido un “error irreparable” y mostrara su “más profundo pesar” por los 50 años de su maldita “función histórica” en Euskadi. Y que, de paso, aclare a las víctimas ese y todos los demás atentados. Entonces, ETA morirá -qué absurda ironía- en paz.