El Congreso de los Diputados aprobó ayer la Ley de Concierto Económico con 294 votos a favor y 36 en contra. Asimismo, aprobó la Ley Quinquenal del Cupo con 292 votos a favor, los mismos 36 en contra y dos abstenciones -de los diputados de EH Bildu-. Aparentemente, una goleada. Hace poco más de veinte años -era junio de 1997-, la Ley del Concierto obtuvo solo 195 votos a favor -o sea, 99 menos que ayer-, pero ninguno en contra y hubo 126 abstenciones, pertenecientes a los diputados socialistas. La del Cupo tuvo los mismos 195 a favor y una abstención menos, 125. Esa abstención menos se debió a que un diputado socialista vasco se ausentó del hemiciclo para no romper la disciplina de voto del PSOE. Quería votar a favor. Nótese que no quiso apoyar el Concierto (se abstuvo) y sí quería hacerlo a favor del Cupo, eso que algunos llaman ahora cuponazo. Justo lo contrario de lo que hicieron ayer los dos diputados de EH Bildu. Ese diputado se llamaba Nicolás Redondo Terreros. Las vueltas que da la vida.

Estos datos, y el mero seguimiento de la realidad política y social en el Estado español, indican el desconcierto -y no es un mero juego de palabras- de los partidos para con el autogobierno vasco: desde los derechos históricos al Concierto, el Cupo, la foralidad, el Estatuto de Gernika o el euskera. El desahogado espaldarazo de ayer en el Congreso es importantísimo, pero frágil y muy delicado. No hay que ser adivino para ver que esos minoritarios 36 diputados que se manifestaron en contra irán en aumento y que serían muchos más de no mediar la disciplina de voto. Los socialistas y las instituciones que gobiernan lo dicen con la boca más o menos pequeña.

Hay que advertirlo: el Concierto y el Cupo están en peligro real. Este partido se ha ganado por goleada gracias a la determinación política de Euskadi y la complicada coyuntura del PP. Pero las voces que demagógicamente hablan de “cuponazo” y de “privilegio” y exigen ya la eliminación de este instrumento del autogobierno vasco han prendido en gran parte de la sociedad española y las dificultades económicas por las que pasan las comunidades autónomas -y, con ellas, sus ciudadanos- son el caldo de cultivo perfecto para echar la culpa a los “insolidarios” vascos, como irresponsablemente se está haciendo. Y eso cala.

Ojalá la votación de ayer reflejara de verdad el respeto democrático al autogobierno y sus instrumentos y al sistema de pacto bilateral que de ellos se desprende. Una vía, por cierto, a la que regresa ahora Catalunya. Nunca es demasiado tarde.