Gasteiz - Tras una tarea ingente de recopilación de datos y realización de entrevistas, Elisabete Bizkarralegorra (Bilbao, 1949) pretende dar valor al frente clandestino que resistió a la imposición cultural y política durante la dictadura en Ser Basque Izan, una publicación que se podrá adquirir este domingo 25 de junio en los quioscos con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Con prólogo de Mitxel Unzueta y epílogo de Juan José Ibarretxe, esta obra en dos tomos resulta imprescindible para entender la resistencia no violenta en el franquismo.
¿Por qué decidió compilar estas vivencias, estos testimonios y este fondo documental?
-Tenía la inquietud de que hay que seguir transmitiéndolo, no solo a los hijos. Es una aportación a la memoria histórica de Euskadi y a la verdad porque se nos ha negado haber existido. Algunos creen que frente a Franco solo existieron ETA y el Partido Comunista, y aquí se reúnen datos objetivos que dejan a la historia su testimonio y la verdad. He pretendido recoger a todo ese entorno sociológico del nacionalismo vasco no violento, defensor de la cultura vasca, y dar valor a ese trabajo hasta que en 1977 pudimos recuperar el esfuerzo de la preguerra.
¿Cómo transcurrió ese trabajo de recopilación?
-Fue un trabajo de años, empezó en la clandestinidad intentando que no desaparecieran muchos documentos. Los ocultábamos debajo de tarimas, entre paredes, en espacios ocultos. También tenía mi archivo profesional guardado de la Agrupación de Abogados Jóvenes, casos políticos o la ponencia que había preparado en el primer Congreso de Abogados Jóvenes de Euskadi. En 1990, Luis Amann sugirió dejar constancia de nuestra actividad como integrantes que habíamos sido de EGI, pero tras su muerte quedó parado. Después, tras la jubilación de mi marido y sustancial colaborador en este proyecto, Josu Bravo Azkuenaga, retomamos el proyecto.
¿Quiénes formaron parte de esa resistencia vasca pacífica?
-Aquellos que, lejos de dejarse abatir por la falta de libertades, lucharon siempre por hacer sobrevivir sus pautas culturales, tanto en la transmisión del euskera como en la formación integral en clave democrática. Un 30% de los testimonios abarcan a mujeres, es importantísima la aportación femenina, en 1934 había 28.000 mujeres afiliadas a Emakume Abertzale Batza, muchas maestras con una profunda conciencia sobre nuestra cultura, nuestra lengua, y con un marcado perfil social-cristiano.
En este recorrido hay figuras emblemáticas pero también personas anónimas que ejercieron esa lucha desde lo privado.
-Porque las actividades eran poliédricas, además de mujeres como Elbira Zipitria o Rosa Mª Pagola, ahí están Robles Arangiz, Luis Retolaza, Gregorio Monreal, Karmele Goñi, y en el exterior, Arantzanzu Amezaga, Ion Azua o Periko Beitia. Importantísima es también la aportación del clero y la transmisión de una ética cristiana que nada tenía que ver con el nacionalcatolicismo. También en el ámbito de lo privado, como el vecino de Galdakao que luchó años para que la lápida de su padre fuera inscrita íntegramente en euskera. Eso sucedía en una época en la que en Estella te multaban por decir “agur” o te quemaban los txistus.
E incluso figuras sin apegos políticos en esa época histórica.
-Es el caso de Adrián Celaya, que como fue juez durante el franquismo para algunos no podía ser demócrata. Ejerció como vasco y sintió que el derecho foral vasco estaba siendo enterrado en vida e hizo escuela: ejerció su actividad. Hoy en día tenemos una ley sobre derecho civil vasco que se extiende a todos los territorios.
¿Su carácter pacífico incluye un blindaje contra el odio?
-La gente tiene derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación pero no para vengarnos. Mitxel Unzueta señala en el prólogo que nos educaron para transmitir el euskera, los valores culturales, la religión y nunca buscar revancha. Hay una frase de Juan de Ajuriagerra aportada por Gerardo Bujanda: “Atrévete a pensar y obrar, no en contra, sino por encima y por delante de lo que has visto”.
¿Hay algún testimonio que le haya impresionado especialmente y que clarifique ese derecho a la verdad?
-El de Gerardo Bujanda me tocó especialmente, lo que aparece sobre Periko Beitia porque le conocí personalmente, y si hablamos de los más recientes, la aportación de Iñaki Aldekoa me ha parecido interesante, su gesto de hacernos partícipes de su historia es muy valioso para mí. También Karmelo Zamalloa porque recoge la verdad de un sector como el sacerdocio que ha sufrido mucho, su salida, aquella huelga de hambre que le costó la cárcel.
¿Y qué protagonistas le hubiera gustado que apareciesen pero no ha sido posible?
-Para algunos ha sido una vivencia dolorosa. Me hubiera gustado la presencia de Benito Lertxundi, hablé con él cuatro horas pero no conseguí que quisiera aparecer. Otro es Gregorio Larrazabal, compañero de celda de Tasio Erkizia, o Juanito Aranguren, líder de la resistencia en la zona de Deusto. También Alfonso Etxebarria. Me hubiera gustado conseguir su testimonio porque supuso un paso en la unión de la ELA histórica con el Aberri en el Congreso de Eibar en el año 76.
¿A quiénes están dirigidos estos dos volúmenes?
-A la juventud vasca, a los inmigrantes y a todos los que estén interesados en la historia de nuestro pueblo. A todos los que quieran seguir viviendo en Euskadi.