madrid - En la era telemática, el PP resuelve a ojo sus votaciones, sobre todo las más peliagudas. Con semejante recurso tan arcaico sustanció en poco más de 30 segundos la enrevesada enmienda de las incompatibilidades que colocaba en la diana el pluriempleo de María Dolores de Cospedal. Y la triquiñuela le estalló en la cara por medio de dos dimisiones que agitaron el fantasma del pucherazo al tiempo que enrarecían sobremanera entre pasillos un plácido congreso y enojaban especialmente a la secretaria general.
Hasta entonces ninguna enmienda había pasado por el detector de los delegados del partido y de ahí que Cospedal se cargue de razones para no quitar el ojo a Fernando Martínez Maíllo, a quien se atribuye la maniobra de la votación. Bajos los sonoros gritos de “tongo”, la gijonesa Mercedes Fernández se atrevió a asegurar a la expectante concurrencia que “a ojos de la mesa” se había salvado por 25 votos la gran voltereta que hubiera supuesto la derrota. Maíllo, consciente de la incómoda situación que se había generado quizá por no haber calculado las repercusiones, reaccionó con rapidez para negar a quien le quiso escuchar que hubiera existido “fraude”. Pero la herida sigue abierta desde entonces y Cospedal -número 1 en Castilla-La Mancha, mano derecha de Rajoy en Génova y desde octubre ministra de Defensa- bien que lo sabe, aunque nadie se atreva a decirlo en público.
Curiosamente, a Cospedal le quieren segar la hierba en su propia casa. El autor de la enmienda -Francisco Risueño, un concejal de Cuenca- y los dos dimisionarios -Rogelio Pardo y Pedro García Hidalgo- pertenecen a la dirección castellano-manchega pero son el verso suelto. Por eso, mientras la inmensa mayoría de los delegados pasaban la tarde en la cafetería (apenas votaron 650 asistentes), la inmensa mayoría de la delegación que comanda la secretaria general se quedó en su asiento porque sabía las ganas que existen en el partido para quitarle la silla.
Superado el susto, todas las miradas se dirigían a Martín Maillo a quien se responsabiliza directamente de haber pasado a Cospedal por las horcas caudinas y esos detalles se apuntan porque dejan huella. Mientras, los críticos rumian su malestar porque entienden que con esta limitación gradual de las incompatibilidades se ha desperdiciado una ocasión para proyectar una necesaria renovación interna. Como dijo el crítico Rogelio Pardo, “vayamos a los colegios y universidades y ahí nos daremos cuenta porqué no nos votan los jóvenes”. - J.M.Gastaca