Escoge Kirmen Uribe una cita para abrir su última novela (La hora de despertarnos juntos, en Seix Barral y Elkarrekin esnatzeko ordua, en Susa ) que refleja muy bien lo que he sentido al leerla. La firma el mejicano Carlos Fuentes: “Conocía la historia. Ignoraba la verdad”. No sabía ni mucho menos de las andanzas de la familia Letamendi-Urrezti, ni de la infinidad de detalles fruto de la investigación del autor que aportan una credibilidad indiscutible al trabajo. Pero conocemos la historia. De hecho estaba ahí, a nuestra vista, como los cuadros de Antonio Gezala, expuestos en el Bellas Artes, o las andanzas del lehendakari Agirre, así como la imponente figura de Manu de la Sota y el compromiso de su familia con su país. Es como si las piezas básicas de esta historia de guerra, exilio, dictadura y violencia siempre hubieran estado allí esperando a que llegara alguien con el talento de Uribe para humanizarlas a través de la familia Letamendi-Urrezti. Lo que el ondarrutarra consigue, en la línea de la mejor literatura contemporánea, es llenar con ficción los huecos que quedan en blanco de un relato donde el esfuerzo por documentarse forma parte del mismo. Supongo que los historiadores que trabajan desde hace años en la recuperación de la memoria o los periodistas, cada vez menos, dedicados a la investigación habrán leído este delicioso intrusismo. El salto generacional de la familia protagonista permite seguir la pista a lo que ha sido un periodo que va desde el florecimiento cultural y nacional vasco en los albores del siglo XX hasta los violentos años tras la muerte de Franco. El viaje del lehendakari Agirre, desde su ilusión persuasiva (“a Agirre no se le puede decir no” ) hasta su postrera decepción por el abandono que la causa vasca sufrió por el acercamiento de Estados Unido al franquismo, es uno de los ejes sobre los que giran un sinfín de personajes, incluidos los protagonistas. Son viajes físicos que nos llevan de Ondarroa a Iparralde, a París, a Londres, a Venezuela, de vuelta a la España franquista, a sus cárceles, a Barcelona, otra vez al exilio. Un viaje que solo acaba muchos años después, casi ayer mismo. Pero también son viajes ideológicos: del nacionalismo católico del PNV a la ETA revolucionaria, del compromiso con quienes prometieron derrocar a Franco a la rabia por la traición que cometieron, del horror del franquismo al terror de ETA. Este impresionante libro, lo es porque impresiona, nos deja una reflexión muy particular del autor que intuyo se fue contagiando del humanismo que predicaban muchas de las personas sobre las que indagó. Se pregunta Uribe: “¿Cómo fue posible que pasáramos de un clima propicio a un infierno de indiferencia?”. La respuesta está en la niebla y en otra cita que recoge el autor, esta vez de Milan Kundera. Viene a decir que caminamos entre niebla y solo cuando pasa el tiempo somos capaces de ver los errores en el camino. Pero la niebla ya no está. Uribe ha ayudado a levantar la niebla de un periodo crucial de nuestra historia.