Arrasate - Olatz Etxabe y Sandra Carrasco son de Arrasate, mujeres y, además, hermanas mayores de una familia de tres hijos. Pero más allá de estas coincidencias, ambas han tenido que saber convivir con el dolor de perder a sus padres, a quienes la sangre fría de sus asesinos les arrebató la vida. Escucharon los tiros que atravesaron sus cuerpos y sintieron el último aliento de quienes les habían dado la vida.“Tenemos que agradeceros la generosidad y la valentía de presentaros ante vuestro pueblo para contar lo vivido y lo sentido. Con este ejercicio demostráis que la convivencia es posible; que la escucha sin prejuicios es lo que posibilita el acercamiento”, dijo ayer Aintzane Ezenarro, directora de Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos .

Los testimonios de Olatz Etxabe (hija de Iñaki Etxabe, asesinado en 1975 por el Batallón Vasco Español) y Sandra Carrasco (hija del exconcejal del PSE Isaías Carrasco, a quien ETA le quitó la vida en 2008) han sido uno de los platos fuertes de la iniciativa Memoriaren Plaza, que de la mano de Gogora visita Arrasate hasta el próximo domingo.

Una amplia representación de la corporación municipal cerrajera, exalcaldes como Inazio Azkarragaurizar (EH Bildu) e Ino Galparsoro (ANV), representantes del PSE, el parlamentario del PP Carmelo Barrio y otras víctimas de la violencia asistieron al acto, que congregó a un nutrido público y que fue seguido por un notable despliegue de los medios de comunicación.

En el turno de intervenciones la primera en tomar la palabra fue Etxabe. Tenía diez años cuando el 5 de octubre de 1975 tres hombres que nunca fueron identificados asaltaron el hostal Etxabe-Enea, enclavado en el alto de Kanpanzar, que meses antes había sufrido un bombazo y posterior ametrallamiento. Iñaki Etxabe recibió 38 tiros que le arrebataron la vida. Tenía 39 años y tres hijos y era hermano de dos militantes de ETA.

Tres años más tarde, en 1978, su tío Juanjo y su esposa fueron ametrallados en Donibane Lohizune; Agur-tzane Arregi murió en el acto. “Volvimos a pasar por el mismo infierno”, relató Etxabe, no sin antes recordar a su padre como “un hombre agradable, amigo de su amigos, euskaldun y abertzale”. “Entonces no había costumbre de ir al psicólogo, cada uno lo gestionamos como pudimos. Tuve pesadillas por la noche, que con el tiempo fueron desapareciendo, pero duermo poco y llevo 30 años sin llorar”, narró esta arrasatearra, que dedicó unas palabras de cariño a su ama y amama: “Gracias a estas dos grandes mujeres hemos crecido sin odio”.

En su exposición, Etxabe reivindicó “verdad, justicia y reparación”. “Hemos tenido el apoyo popular, pero no de las instituciones”, añadió. 41 años después el Estado español sigue negando el carácter terrorista del atentado que acabó con la vida de su padre. “La verdad, la justicia y la reparación son necesarias. Para avanzar hay que curar las heridas. En mi opinión, las víctimas no tenemos que hacer política, nuestro papel es hacer pedagogía. A nuestros hijos y las nuevas generaciones les tenemos que mostrar lo que ha pasado”, defendió, para cerrar su discurso con la siguiente frase: “Estoy bastante esperanzada con el futuro, por eso estoy hoy aquí (por ayer)”, sentenció.

“Nadie nos ayudó” Treinta y tres años separan a ambas historias. Sandra Carrasco abrió su intervención recordando la relación “tan especial” que le unía a su padre, el exedil socialista de Arrasate Isaías Carrasco, a quien la banda terrorista ETA le asesinó a tiros cuando acababa de subir a su coche para ir a trabajar, el 7 de marzo de 2008. “Desde casa oímos tres tiros, me asomé por la ventana y vi a mi padre, que miró hacia la ventana y es cuando me di cuenta de que estaba ensangrentado. Baje corriendo y mi madre ya estaba con él. Nadie de las personas que en ese momento estaba en el lugar de los hechos nos ayudó”, contó Sandra con una serenidad propia del dolor interiorizado.

“La gente está a tu lado, recibes muestras de apoyo, pero con el tiempo ves que eso no es así. Mi vida cambió, perdí amistades, no tenía a quien contarle mis cosas, me invadió la desconfianza, sentía miedo, rabia y rencor”, expuso Carrasco, cuya imagen y palabras tras el asesinato de su aita sobrecogieron a la sociedad vasca hace ocho años: “Fue duro y más en un Mondragón donde hay un gran respaldo a los presos; yo veía las pancartas a favor de ellos y las quitaba de rabia”.

Sin embargo, esa rabia y rencor se han esfumado. “Yo solo veía a las víctimas de ETA, no quería escuchar ni saber nada del otro bando. Entonces conocí a una persona con la que me llevaba muy mal, era de la izquierda abertzale, muy radical. Empecé a hablar con ella y, gracias a él, a ver las cosas de otra manera; a entender lo que antes no escuchaba o no quería escuchar”.

Cruzar en el camino con esta persona de la izquierda abertzale fue el desencadenante. “Hoy por hoy puedo escuchar a otras personas que no piensan igual que yo y que han sufrido lo mismo de diferente manera. Con la rabia era incapaz de hacerlo. Hay mucha gente que me pregunta por qué hablo con quienes apoyan lo que le hicieron a mi padre. Pero ahora miro a las personas por como son, sin reparar en cómo piensan. Ese sentimiento que antes tenía y que me impedía vivir la vida como una persona de mi edad ha cambiado. Puedo decir que con lo que tengo soy feliz, que he avanzado, y que no tengo rabia ni rencor”, sentenció.