La constitución del Parlamento Vasco dio comienzo oficial a las actividades de la XI legislatura. Y lo hizo sin que el euskera fuera utilizado de modo mínimamente preparado por el parlamentario que dirigió la Mesa de Edad.
Por otra parte, y tal como parecía previsible, el PP se quedó fuera de la Mesa. Sin duda, lo más llamativo es que se hayan despachado con amenazas de que pagaremos las consecuencias que parecen más de matón de barrio que de gente de la política (podríamos recordarles qué han hecho en Madrid o Navarra cuando han podido). No deberían molestarse en intentar intimidarnos. Ya sabemos que los palos de Madrid los tenemos asegurados por ese partido marcado por la corrupción y por su gobierno, más dedicado a debilitar -o, mejor dicho, cargarse- los derechos de las personas que a otra cosa.
Yendo a la política de la buena, pienso que es mejor encarar estos cuatro años como un nuevo tiempo de oportunidad para que las fuerzas políticas cumplan lo prometido a la ciudadanía. Los y las parlamentarias, además del Gobierno, merecen nuestra confianza sin relegar el derecho que nos asiste a que lo hagan bien.
El siguiente paso es conformar el Gobierno que, previsiblemente, seguirá liderando el lehendakari Urkullu. Sigue teniendo muchos retos a los que hacer frente y, encima, nuestro pueblo es muy exigente, tal y como debe serlo una sociedad democrática.
La situación no está para frivolidades y demagogias, por lo que es necesario apelar a la responsabilidad de todos los grupos políticos para que lleguen a acuerdos y se alejen de posiciones maximalistas que no entenderíamos las mujeres y los hombres de a pie.
Los resultados electorales dejaron claro el deseo mayoritario de que se logre la tan deseada normalización política. O, dicho de otra manera, acabar con el descontento histórico del pueblo vasco por el expolio sistemático de nuestra capacidad de decisión. Pero hay más.
Superar las consecuencias de la crisis económica que ha puesto en solfa nuestro desarrollo también es objetivo preferente para poder ofrecer la respuesta justa y adecuada a las necesidades sociales. O la paz: el otro día el secretario general de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco apuntaba al reto pendiente del fin definitivo y ordenado de ETA que nos debe su compromiso unilateral de acabar, entregar las armas y aceptar las vías políticas democráticas. También el Estado es responsable y en ese sentido se puede interpretar al lehendakari exigiéndole su apoyo a las, hasta ahora ignoradas, iniciativas del Gobierno Vasco en materia de paz y convivencia (resulta triste tener que pensar que se han movido con más comodidad en la persistencia de la violencia).
A ver qué pasa con el Foro Social para impulsar el Proceso de Paz que se celebra hoy en Donostia. Nuestro pueblo merece que podamos hablar del antes y después de una organización armada que únicamente ha producido sufrimiento y desprestigio de la causa nacional vasca. Y tener, por fin, a la política vasca pivotando solo en torno a los asuntos estratégicos de país.