En ello andan, saliendo del armario de la golfería los que hasta ahora iban pasando por gentes de orden, honrados máximos, ejemplos de dignidad. Lo de Rajoy no. Lo de Rajoy es otra cosa, es la contumacia en la ruindad y hace ya mucho tiempo que salió de ese armario nauseabundo. En su línea de político tramposo, cargando imperturbable la mochila de la corrupción, anuncia cataclismos cada día que pase España sin un Gobierno -el suyo, por supuesto- pero se toma su tiempo para retrasar cualquier decisión que suponga ceder, pactar, renunciar al poder absoluto. Rajoy ya no engaña a nadie y su deshonestidad la podemos dar por amortizada.

Pero estos días han asomado la patita otros pillos redomados que andan por la vida política haciendo alarde de integridad. Y lo malo es que dan el pego y son muchos los papanatas que siguen tomándoles en serio, como si fueran verdad sus cualidades de regeneración del uno y de maestro estadista del otro. Me refiero a Albert Rivera y a Felipe González, ese curioso maridaje sobrevenido al calor del marasmo político en el que se encuentra empantanado ese circo de payasos que llaman España.

Comenzando por Rivera, que de repente se ha subido al podio blandiendo la medalla olímpica de mamporrero de Rajoy, hay que retratarle como la reencarnación de Groucho Marx, aquel excelente artista que sin cortarse un pelo anunciaba aquello de “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. Allá quedaron los principios irrenunciables de Albert Rivera, sus líneas rojas: rechazo absoluto a Rajoy, ninguna cesión a los corruptos, derogación de leyes impuestas por la mayoría absoluta del PP, regeneración de la política?

Rivera ha visto la luz y se dispone a pillar. Ya lo intentó con el PSOE y, lo mismo le da, ahora se abre de piernas al PP. “Todo lo hago por España”, proclama enfebrecido de ardor patriótico mientras le jalean desde la derecha, desde el centro y casi desde todos los puntos cardinales mediáticos que ven en él la varita mágica salvadora de este caos.

Parece que da igual que Ciudadanos, el partido que fundó y lidera Albert Rivera, naciera igualito que el PP para negar la identidad nacional de Cataluña -y por supuesto, de Euskadi-, que fuera el preferido y financiado por el Ibex-35. Rivera es la versión más ortodoxa del neoliberalismo, un listillo que miente a sabiendas para desacreditar a sus adversarios, que acusa a diestro y siniestro a cualquiera de romper España. Rivera es hoy la voz del mundo de la gran patronal y del capital financiero, y uno no se explica cómo pudo pactar con el PSOE, a no ser que se tratase de puro juego de trileros.

Y hablando de trileros, vaya pasando otro personaje que ha salido también del armario de la vileza. Se trata de Felipe González, ese que se autodefinió como jarrón chino que no se sabía dónde colocarlo pero que siempre aparece, con vocación de sentar cátedra en los momentos clave. El sempiterno expresidente, opinando en tono magistral, proclama que Albert Rivera “es un ejemplo de responsabilidad”. Ahí queda eso. Por supuesto, las loas de González son aplaudidas y espoleadas de forma reverencial también por todos los medios que abarcan la rosa de los vientos en la comunicación. Entre pillos anda el juego.

Lo que nos faltaba, Felipe hablando de responsabilidad. Pocos políticos españoles llevan una doble vida tan descarada como él, que dice vivir como pensionista pero es un personaje obsesionado por el dinero y la alta sociedad. Ha cumplido sus objetivos de hacerse rico y relacionarse habitualmente con las grandes fortunas del planeta. Cuando está en España, Felipe viste como un profesor de instituto jubilado, pero no es más que un espejismo porque cuando viaja fuera del país se desplaza con frecuencia en avión privado, se pasa medio año en Latinoamérica siendo su presencia habitual en lujosas fincas de amigos que se enriquecieron gracias a las gestiones del expresidente y que poseen grandes propiedades en Venezuela o en el Caribe.

Enseña Felipe el plumero, todavía sin cerrar la puerta del casoplón con playa privada que posee en Tánger gracias a la excelente sintonía que tuvo con el sátrapa Mohamed VI. Y después con su hijo Hasan II. Pontifica sobre lo que debe hacerse, él, prototipo de puerta giratoria, que dejó el Gobierno de España para pasar directamente al Consejo de Administración de Gas Natural de donde se embolsó 566.000 euros tras cinco años de medio asistir a las reuniones. Suma y sigue a los 4,4 millones de euros que ha cobrado por sus conferencias y asesoramientos a lobbys diversos.

Rivera y González, con el plumero al aire, se pronuncian sin recato por un Gobierno presidido por Mariano Rajoy, un Gobierno de derechas, un Gobierno de corruptos que cargará en los hombros de los más desfavorecidos todos los padecimientos que exijan los poderes económicos.