aberri Eguna. Un año más. Y por mucho entusiasmo que se le ponga, viene a ser una de esas fechas de obligado cumplimiento que a día de hoy solamente celebran los partidos abertzales. Y eso, con sordina, como un compromiso impuesto por el calendario aun a sabiendas de que las masas incondicionales de otros tiempos están a otra cosa, mayormente a apurar las minivacaciones de Semana Santa.

Aberri Eguna, Día de la Patria Vasca, jornada para reivindicar la independencia, convocatoria para proclamar que “no somos ni españoles ni franceses”, memoria casi litúrgica del patriarca Sabino Arana que en 1895 proclamaba que “Euzkadi es la patria de los vascos”. Aquí estamos, los abertzales de ayer y de hoy, manteniendo encendida la llama, o el cirio pascual, a fecha fija y en la convicción de que hay que celebrarla aunque sea por disciplina, para cargar pilas, o para ver y ser visto.

Ha llovido mucho desde la solemne proclamación de Sabino. Ha llovido mucho, también, desde aquellos Aberri Eguna de la épica, en la memoria de la lucha antifranquista, en la arriesgada clandestinidad, dispuesto el personal a plantar cara a la represión, a la multa, a la cárcel, en un derroche de emoción y generosidad se suponía que para reivindicar la independencia de Euskadi. Ha llovido mucho desde aquellos primeros Aberri Eguna tolerados, con desfile multitudinario de pancartas y banderas bajo las que marchaban, además de los nacionalistas vascos, los socialistas, los comunistas, los sindicalistas y hasta los mediopensionistas.

En esta edición del Aberri Eguna se repetirán las convocatorias habituales: el PNV en la Plaza Nueva de Bilbo bajo el lema Bultzada berri bat, presencia del lehendakari y de los más conspicuos burukides. La izquierda abertzale irá a Iruñea bajo el paraguas ecléctico de la red Independentistak, con presencia hasta de Arnaldo bajo el lema Independentzia alternatiba bakarra. Curiosa la incorporación a la fiesta de Podemos Euskadi, que se reunirá en la Paloma de la Paz de Donostia vinculando su Aberri Eguna no identitario a los derechos sociales y el derecho a decidir. PP, PSE, UPyD y Ciudadanos, por supuesto, pasan de la fecha.

Perdido el encanto de los Aberri Eguna heroicos, queda la reivindicación heterogénea de la patria vasca que va desde quienes aún reclaman el establecimiento de una Euskadi como Estado decimonónico con bandera, moneda, fronteras y, por extensión, aduanas e incluso ejército, hasta los que se conformarían con un autogobierno compatible con la Constitución española.

“Euskadi es la patria de los vascos” es proclamación incuestionable que se complica en el nudo gordiano del concepto de patria adaptado a los tiempos actuales o, más concretamente, a la noción de independencia que hoy se defienda. Lógicamente, los partidos abertzales, sean cuales sean los principios ideológicos que defiendan en lo social, proclaman su opción por la independencia de Euskadi como fin último, Pero, por supuesto, hay una clara diferencia entre ambos extremos del abertzalismo sobre el concepto, el recorrido, el procedimiento y el resultado.

Las críticas, con frecuencia ácidas, lanzadas desde el independentismo revolucionario de la izquierda abertzale contra el independentismo moderado del PNV son tan comprensibles como la dialéctica histórica entre la utopía y el realismo, entre la teoría y la práctica, entre el cisma y el pacto. Nuestra historia reciente, por desgracia, no ha tendido demasiados puentes entre esta disparidad pero a ambas orillas hay que concederles el beneficio de la honestidad en su demanda de independencia y su derecho a celebrar hoy, cada quien a su manera, el Aberri Eguna.

Hay que reconocer que no es lo mismo apostar por las máximas cotas de autogobierno para Euskadi que competir por una Euskadi independiente, socialista y feminista -según los respectivos principios estratégicos-, pero el realismo político es el que va condicionando los límites de la reivindicación y el camino a recorrer. Y para ello habrá que abrir bien los ojos para no tropezar en la misma piedra que puede dejar empantanada la justa y análoga proclama “Catalunya es la patria de los catalanes”. Quizá ese intento hoy por hoy fallido ha tenido que ver en el desplome de vascos partidarios de la independencia, un 19% según el último Sociómetro, que indica un galopante retroceso en las filas de los que reconocen solamente a Euskadi como su patria.

Pero no todo son sombras en este ansiado recorrido que haga realidad el sueño de Sabino Arana. Por más que para algunos no pasa de ser un sucedáneo descafeinado, la reivindicación del derecho a decidir -y luego ya veremos- es mayoritaria en la configuración actual del espacio político vasco. Aunque sea parcialmente, a la espera de Nafarroa e Iparralde. Y ese es el camino de la patria por el que, al menos, puede andar la mayoría de la sociedad vasca.