madrid - La guerra de nervios entre PSOE y Podemos de cara a desencallar las negociaciones para formar un nuevo Gobierno español continúan. Ambas formaciones siguen tensando la cuerda de sus respectivas posiciones o líneas rojas con el fin de no salir trasquiladas en un proceso en el que todos tendrán que ceder algo tras los ajustados resultados de las elecciones generales. En este sentido, mientras los socialistas avalaron ayer el diálogo con el partido morado con el fin de intentar formar Gobierno si se garantiza la unidad de España, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, rebajó su hasta ahora inamovible exigencia de un referéndum para Catalunya.
Ambos pasos siguen siendo insuficientes toda vez que las dos formaciones, uniendo sus votos, no suman mayoría absoluta y necesitan el apoyo de los grupos nacionalistas en el Congreso. También porque el PP y su líder, Mariano Rajoy, siguen teniendo la iniciativa y serán los primeros en intentar el asalto a La Moncloa cuando los plazos posibiliten una sesión de investidura en el Congreso el próximo febrero. El otro posible aspirante en esta particular pugna, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, superó ayer el particular match ball que le supuso la celebración del Comité Federal de su partido, al que llegaba cuestionado por el resultado del 20-D -el peor en la historia de la formación- y por anunciar, al día siguiente de la cita con las urnas, su intención de presentarse a la reelección como líder de los socialistas.
Sánchez se limitó a seguir el guión consensuado con los barones del PSOE en el encuentro preventivo de más de cuatro horas celebrado el domingo en la sede de Ferraz, y así aseguró que si el PP fracasa en su intento de formar gobierno, él asumirá su “responsabilidad” y “convocará a todas las fuerzas políticas” para tratar de llegar a un acuerdo. Eso sí, lo hará con una “condición previa” que parecía ir directamente dirigida a Podemos: la “renuncia a cualquier planteamiento que implique la fractura de la convivencia entre españoles”.
Ante el Comité Federal de su partido, reunido en Ferraz para valorar el resultado de las generales y analizar la situación política, insistió en que el PSOE no va a “gobernar a cualquier precio” y garantizó que defenderá la unidad de España. “Ni vamos a levantar muros entre españoles, ni vamos a levantar cordones sanitarios respecto a ningún partido, ni vamos a aceptar maximalismos que obedecen a tácticas cortoplacistas y no al interés de España”, aseveró. La dirigente socialista que realiza un mayor pressing sobre Pedro Sánchez, la presidenta andaluza Susana Díaz, fue más explícita aún y afirmó que antes de que los socialistas se sienten a negociar con Podemos, esta formación “tiene que renunciar a su referéndum vinculante en Cataluña”.
El secretario general del PSOE sigue siendo el objetivo de los mensajes cruzados de unos y otros, sobre todo después de haber dejado claro que, pese a que la iniciativa política le corresponde al PP, los socialistas no apoyarán la investidura de Mariano Rajoy ni de ningún otro candidato popular. Así quedó meridianamente claro en el hosco encuentro de apenas media hora que ambos dirigentes políticos protagonizaron el pasado miércoles en La Moncloa. Sánchez será el siguiente en mover ficha si el PP no logra los apoyos suficientes para su candidato, un posicionamiento que sigue teniendo grietas entre las filas socialistas, ya que hay quien piensa que el mandato de los ciudadanos es que el partido se instale como líder de la oposición durante la próxima legislatura. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, fue la nota discordante al opinar que “quizás hoy es más probable que haya segundas elecciones” a que Pedro Sánchez alcance la presidencia del Gobierno español. Se trata, precisamente, de la opción que a priori todos tratarían de evitar, una nueva convocatoria electoral.
Emergencia social En esta compleja ecuación también tendrá mucho que decir Podemos, en su condición de partido bisagra merced al tercer puesto logrado en los comicios del día 20. El líder del partido de los círculos, Pablo Iglesias, dio al PSOE la de cal y la de arena en una misma comparecencia, la que protagonizó ayer en La Moncloa tras ser recibido por Mariano Rajoy. Pese a incidir en la política de desgaste del Partido Socialista que está llevando a cabo después del veredicto de las urnas con una sucesión imparable de críticas, moduló por vez primera el referéndum para que Catalunya decida su futuro, hasta la fecha una línea roja infranqueable.
Iglesias aseguró que “lo que urge” es que el nuevo Parlamento responda a una situación de “emergencia social”, y que esa es su prioridad a negociar con otros partidos. Situó por tanto la aprobación en el Congreso de una norma de apoyo a los sectores más desfavorecidos por encima de la celebración del referéndum catalán. Preguntado insistentemente sobre la posibilidad de que su partido pueda aparcar esta exigencia en aras de un acuerdo con el PSOE, el líder de Podemos, que no pronunció la palabra referéndum en toda su intervención, volvió a defender la plurinacionalidad de España. Puntualizó, eso sí, que “lo urgente” es que “las Cortes comienzan su andadura el día 13 y los españoles no pueden esperar y no merecen unos representantes que hablen de juegos de sillas y no de los problemas de los ciudadanos”.
De forma sorpresiva, Ciudadanos también metió baza en el posible entendimiento entre PSOE y Podemos. Su portavoz en la Asamblea de Madrid, Ignacio Aguado, dijo que podrían plantearse la abstención en una votación de investidura de Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos si este partido da marcha atrás en su exigencia de un referéndum en Catalunya, ya que se abriría “un nuevo escenario de negociación”. Esgrimió para ello la necesidad de que se forme un gobierno en España.