Pamplona - En un partido tan dado a las disputas cainitas como UPN, no se recuerda un golpe de autoridad como el que ayer ofreció Javier Esparza. El candidato a la presidencia del Gobierno se plantó ayer ante Yolanda Barcina y exigió que no forme parte de la lista al Parlamento. Un órdago en la mesa a la presidenta, con las cartas de mano y un partido que de forma mayoritaria comparte el análisis de quien está nombrado para dirigir la nueva etapa del partido. Pero que dista mucho de ser el final de la partida.

En cualquier caso, es innegable que el movimiento de Esparza deja en una situación especialmente comprometida a Barcina, víctima de su ego e incapaz de prever la firmeza con la que su todavía consejero iba a hacer valer sus pretensiones. Y que muy probablemente le va a obligar a dar un paso atrás, salvo que apueste por una huida hacia adelante en la que no tiene mucho que ganar. Llegados a este punto, parece difícil pensar que el partido vaya a sacrificar a su candidato en favor de una presidenta socialmente cuestionada, y que ya ha anunciado su retirada.

En seis años liderando el partido, Barcina ha chocado con su predecesor, Miguel Sanz; ha visto cómo le salía un candidato alternativo en el congreso siendo presidenta; ha tenido que lidiar con una corriente interna y ahora con la rebelión de su candidato. Un bagaje excesivo para un partido que desea pasar página definitiva con el pasado reciente, para lo que su presidenta hace tiempo que se convirtió en una carga.

Reunión del comité de listas Finalmente ha sido Esparza el que ha tenido que hacer ver a Barcina que su relevo es imprescindible. Una legislatura convulsa, inestable y plagada de polémicas habían desgastado demasiado la imagen de la presidenta, convertida en un lastre electoral para el partido, pero también en un problema para el candidato, cuyo perfil bajo podía quedar diluido bajo el paraguas de su líder.

Hacía falta un golpe de mano, y este ha llegado de forma clara y tajante. No había otra alternativa después de que Barcina anunciara públicamente su intención de acompañar a Esparza en la candidatura. Un paso que pretendía frenar su retirada, pero que ha acabado desatando un nuevo cisma interno.

Todo se desencadenó ayer por la tarde. El comité de listas, órgano interno responsable de la elaboración de la candidatura, estaba citado a última hora de la mañana. Siete miembros con Barcina a la cabeza en una reunión a la que también había sido invitado Esparza para analizar la situación creada los dos últimos días. Y el candidato fue claro: UPN necesita una renovación total que pasa por que su presidenta quede en un segundo plano.

Fue un encuentro tenso que, a la luz de los hechos, terminó sin acuerdo. Barcina no quiso ceder, airada por la rebelión de uno de sus discípulos, incapaz de reconocer que su tiempo político ha pasado.

Renovación indispensable No fue plato de buen gusto para Esparza, que puntual a las seis de la tarde compareció para comunicar lo que ya había dicho ante el comité de listas. “La renovación es un elemento indispensable y, si no se da, renunciaré a liderar la lista de UPN”, anunció. Lo hizo con semblante serio, visiblemente afectado y en una alocución breve en la que no llegó a mencionar a Barcina. Lo hizo después, cuando a preguntas de los periodistas reconoció que su órdago iba dirigido a la presidenta del partido, pero no solo. También a Alberto Catalán, cuyo nombre no llegó a mencionar “No quiero hablar de personas, pero queda suficientemente claro”, afirmó.

Parco en palabras, explicó que previamente había trasladado sus reflexiones a Barcina confiando en una salida pactada que evitara el escenario actual. “A la vista está que no hubo acuerdo”, lamentó el candidato, que admitió que cuando ella confirmó sus aspiraciones el pasado jueves en el Parlamento, lo hizo sin previo aviso y consciente de que iba en contra de su voluntad como candidato.

No quiso polemizar más Esparza, que optó por no hacer sangre (“Siempre ha hecho lo mejor para Navarra. Le queda mucho trabajo por hacer por el bien de Navarra y de UPN”, dijo), y que señaló que es ella quien ahora tiene que dar una respuesta. “Confío en que lo reconsidere, pero respetaré tremendamente, lo que ella decida”, subrayó el candidato, para abandonar tranquilamente la sede de Príncipe de Viana después de poner todo su capital político sobre la mesa en una jugada que, si sale bien, le puede otorgar la notoriedad y la autoridad de que hasta ahora carecía como candidato.