Bruselas - Los comicios de esta semana no solo servirán para medir el grado de apoyo que suscita el independentismo en Escocia o Catalunya. En Bélgica, por ejemplo, el 25 de mayo se celebra lo que se conoce como "la madre de todas las elecciones" porque coinciden el mismo día elecciones europeas, regionales y federales. En un país donde votar es obligatorio, será sin duda la mejor forma de constatar la salud del proyecto que lidera el nacionalista flamenco Bart de Wever. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA), primer partido en Flandes y al que los sondeos dan de nuevo ganador el próximo domingo con casi un 32% de la intención de voto, mantiene en sus estatutos la independencia como objetivo pero sus reivindicaciones han pasado a un segundo plano superadas por la crisis y la economía.
"En comparación con 2010, la N-VA ha cambiado oficialmente su posición sobre el futuro de Bélgica. Todavía quiere la independencia de Flandes a largo plazo pero esta demanda no es una prioridad para el partido. Ahora el foco está en un paso intermedio: el confederalismo", sostiene Régis Dandoy, politólogo e investigador de la Universidad Libre de Bruselas (ULB) y de la Universidad Católica de Lovaina (UCL). "Son menos radicales que antes porque saben que solo hay una minoría en Flandes que está a favor de la independencia, diría que entre un 15 o 20%, así que no es muy alta en comparación con Escocia y Catalunya, y sería impensable una movilización de un millón de personas. Además, sienten que la economía es la principal preocupación de los votantes y que debe ser la prioridad", añade Bart Maddens, de la universidad KU Leuven.
temor a ser relegados A juicio de Dandoy, este posicionamiento obedece a dos razones. La primera, que la N-VA ha optado por ofrecer una imagen de partido nacionalista moderado para no ahuyentar ni a los votantes ni tampoco a los partidos con los que podría tener que negociar la formación del gobierno a partir del 26 de mayo. "Quedarse fuera de las negociaciones significaría ser relegado a la oposición durante cinco años en ambos niveles (regional y federal)", explica. Un lujo que quizás podía permitirse en 2010, porque ganó las elecciones regionales de 2009 y ha gobernado desde entonces en Flandes, pero no ahora porque supondría dejar vía libre a los democristianos.
La realidad de los últimos meses es que las disputas entre flamencos y valones vividas en los comicios federales de 2007 y de 2010 -se necesitaron 18 meses para formar el gobierno de coalición del que excluyeron a la N-VA pese a ganar en Flandes- han quedado relegadas a un segundo plano en favor de debates en torno a la economía, la fiscalidad, la seguridad o la inmigración. De Wever no quiere aparecer esta vez como el malo de la película y ha mostrado una imagen y un tono mucho más moderado que en el anterior proceso.
Hayan congelado o no sus aspiraciones lo cierto es que el país ya vive dividido y formar gobierno será previsiblemente igual de complicado -tienen que pactar una coalición de gobierno seis partidos del norte y el sur-. "Incluso aunque los flamencos quieran mantener una Bélgica federal su contacto con los francófonos es muy limitado. En la práctica forman dos naciones, dos parlamentos, no hay partidos políticos de ámbito estatal, hay dos opiniones públicas, medios de comunicación diferentes, sistema escolar dividido... La sociedad ya está dividida". El último sondeo augura de nuevo una Flandes a la derecha, con N-VA vencedora de las regionales y federales y los democristianos de la CD&V, de las europeas. Enfrente, una Valonia a la izquierda con los socialistas como primera fuerza.