Anoche retornaron a la pantalla los Alcántara. La decimoquinta temporada de la serie Cuéntame se estrenó ayer, situada en la primavera de 1982, devolviéndonos a la memoria el juicio del 23-F, la llegada del Mundial de fútbol -que a algunos nos coincidió con la Selectividad-, la guerra de las Malvinas, el esplendor de la Movida y el anuncio del cambio político que se avecinaba el 28 de octubre de aquel año. Entre nosotros, las instituciones vascas proseguían su recientemente iniciado proceso de construcción nacional y símbolos de nuestro autogobierno como la Er-tzaintza y EITB se ponían en marcha. Como también se ponían en marcha los ciudadanos y ciudadanas vascas ocupando las calles de Bilbao de manera multitudinaria contra la violencia de ETA y contra aquella LOAPA de tan infausto recuerdo. Violencia y autogobierno, dos términos que se repiten continuamente como un karma. Por si nuestra añoranza no se hubiera despertado del todo, tras la serie, se emitió el programa Ochéntame otra vez, un retrato nostálgico con imágenes y testimonios de los acontecimientos más señalados de aquella década.
Hubo quien quiso adelantarse al reestreno de esta serie televisiva y nos quiso obsequiar a los vascos con una tarde totalmente ochentera el pasado sábado: manifestación prohibida, carga policial y batalla campal en las calles de Bilbao. Una batalla campal entre una Ertzain-tza obligada a intervenir por los jueces a un lado y las miles de personas que, previamente calentadas por la propagandística redada del ministro del Interior, se iban a concentrar en el lugar previsto de todas formas. Afortunadamente para todo el mundo, sus planes se vinieron abajo. Las dos fuerzas políticas vascas mayoritarias dieron una lección de responsabilidad y desarticularon la macabra intentona de devolvernos a un pasado que nosotros nos empeñamos en superar y otros se niegan a abandonar. Quienes habían diseñado ese día desde sus despachos y con la complicidad de algún juez se quedaron con dos palmos de narices ante la lección de democracia que recibieron de los partidos vascos y con la multitudinaria y pacífica respuesta con la que les obsequió la sociedad vasca.
No obstante, que nadie piense que esto ha quedado así. Tras rumiar la frustración por su derrota del sábado, ya han comenzado a diseñar el próximo escenario para devolvernos tres décadas atrás. Espero que tampoco tengan suerte en su próxima intentona. Tal vez sea pecar de ingenuidad, pero puestos a esperar, sería deseable que el Gobierno español aprovechara esta oportunidad histórica. Sin embargo, los indicios no llevan al optimismo. El partido que lo sustenta se encuentra ahora mismo sumido en una crisis provocada por un sector, alimentado por ellos mismos, que hace de la venganza y el revanchismo su seña de identidad y que ahora amenaza con esquilmarle su caladero electoral. El contexto hace pensar que este Gobierno, que nunca se ha caracterizado por su osadía, no va a hacer apuesta valiente alguna. ¿Cómo esperar eso cuando ni siquiera han tenido el valor de aceptar la mano tendida del lehendakari?
Eso nos lleva al escenario del sábado pasado, donde las fuerzas mayoritarias vascas devolvieron a la centralidad política las aguas que amenazaban con llevarnos por delante. Esa responsabilidad sigue vigente, y debemos otorgar la mayor legitimidad a los pasos que vayan dando. Por encima de alguna torpe disfunción, producto de la inercia de algunos, como se vio el sábado pasado. Que tan solo sea el primer paso.
Un paso de futuro
Olatuz olatu
Julio Artetxe
Las dos fuerzas políticas vascas mayoritarias dieron el pasado sábado una lección de responsabilidad