SE nos acumulan los números en una semana de presupuestos. Hemos conocido los proyectos del Gobierno Vasco y de las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa, además de alguna capital. Y, entre tanto número y tantas cosas que se han podido escuchar sobre ellos, es curioso que algo tan concreto como un balance de dotaciones por áreas dé lugar a reflexiones tan etéreas. El discurso político conlleva el riesgo de amoldar la realidad al tamiz que uno utiliza para construirlo y no al revés. Esto construye un mensaje de pre-supuestos que no se compadece luego de los hechos objetivos. No somos los periodistas los únicos expuestos al viejo aforismo atribuido a Hearst: "No dejes que la realidad te estropee un buen titular". Hay demasiados posicionamientos previos en el discurso político para renunciar a ellos.

Al menos, en los últimos días la presentación de los presupuestos del Gobierno Vasco para 2014 ha permitido rescatar del silencio a Laura Mintegi, que llevaba un par de semanas sin agenda pública. No es su fuerte el presupuesto, pero lo compensa todo con un tono y unas formas que siguen siendo de agradecer y la mantienen como un activo positivo de la coalición EH Bildu. Sobre todo por comparación en sus filas. Quienes construyen su discurso tuvieron que irse a buscar referencias al año 2012 para poder armar una crítica sobre la merma de recursos de los capítulos de Sanidad, Educación o Políticas Sociales. Un ejercicio en el que la caída recaudatoria convirtió de hecho aquel presupuesto en una ficción alejada de los recursos realmente disponibles, cuyo efecto se agravó este año con el aún mayor recorte recaudatorio y la negativa de la oposición a facilitarle un nuevo presupuesto a Urkullu en su primer año.

No hay memoria, o no se es consecuente con ella. Porque el proyecto de presupuestos para 2014 sigue siendo más de 200 millones menor que aquel de 2012 porque así lo determina una previsión recaudatoria que ha fijado también EH Bildu desde la Diputación de Gipuzkoa en el Consejo Vasco de Finanzas. Y porque el margen de aumento de recursos que aporta la reforma fiscal se va precisamente a Sanidad, con un 2,7% más de dotación, a Educación, con un 5% y a Empleo y Políticas Sociales, con un 19,7% más. Es una frase cruel esa de que "no hay un compromiso con las personas" en los presupuestos. Tan severa que exige asentarla en datos objetivos y señalar de qué capítulo se resta para sumar a otro. El presupuesto de Urkullu tiene un 75% de su volumen dedicado a gasto social que puede ser mucho o poco según se mire y en función de sus competencias. Pero el mismo examen se le puede aplicar al de Garitano en Gipuzkoa, que dedica un 48% y puede ser mucho o poco según se mire y en función de sus competencias.

A Arantza Quiroga, por ejemplo, todavía le parece demasiado el gasto. El PP sugiere que se anticipe en Euskadi lo que Montoro no se ha atrevido a hacer el próximo año: bajar los impuestos, como sí ha hecho Ignacio González en la Comunidad de Madrid. Para contextualizar, según el último Índice DEC de Desarrollo de los Servicios Sociales, el gasto social por habitante se sitúa en los 207,4 € (0,7% del PIB) en Madrid y 773 (2,57% del PIB) en Euskadi. En todo caso, es curioso que al PP vasco le dé por reprochar la lógica del pacto fiscal al que se acaba de suscribir. Mala memoria de nuevo.

Como la que parece acosar también a los dirigentes del PSE que también se han pronunciado esta semana. Cuando a un político le gusta algo de lo que hace otro nos dice que él ya lo había dicho antes. Este no es un aforismo como el de William Randolph Hearst pero para ser una improvisación resulta bastante contrastable. A Idoia Mendia lo que le gusta del presupuesto de Iñigo Urkullu es que demuestra que "había una alternativa a los recortes y esta pasaba por adoptar las medidas necesarias para evitarlos". Aquí le encaja ese esquema de que todo lo bueno que haga este gobierno es lo que ya dijo el de Patxi López que había que hacer? y no hizo. La amnesia está en el hecho de que no es cierto que el primer presupuesto del Gobierno Urkullu boicoteado tuviera "una alternativa" porque el techo de gasto estaba fijado desde antes de las elecciones y la reforma fiscal entra en vigor en enero. Para que hubiera esta alternativa, esa reforma debió haberla liderado el PSE en la legislatura anterior asumiendo algunas propuestas de la oposición, como ha hecho este gobierno. Su alternativa fue el endeudamiento, cuya amortización el próximo año equivale al aumento de ingresos por la reforma fiscal. Una ironía.

Con todo, escenificados los pre-supuestos de cada cual, la realidad es que vuelve a funcionar el acuerdo entre diferentes. El PNV lo ha hecho con el PP en las leyes local y de cajas; con el PSE en la reforma fiscal y se orienta ya a los presupuestos; y con EH Bildu en la inversión derivada del margen de déficit en Gipuzkoa. Eso también es normalización.