Barcelona. Ni la lluvia, un tradicional desmovilizador de masas en Catalunya, pudo frenar ayer el ímpetu de la sociedad catalana para marcar el camino hacia la independencia. Un camino que ha recorrido 400 kilómetros de manos enlazadas desde la frontera francesa hasta el Pais Valencià. El miedo a que quedara algún tramo vacío se fue desvaneciendo a lo largo del día cuando autobuses, coches y mareas humanas fueron ocupando metro a metro el recorrido organizado. En algunos tramos fue imposible enlazar a los participantes en una sola línea por lo que ocuparon sin orden alguno el espacio preparado. Ayer en Catalunya se superaron todas las expectativas puestas en la cadena humana. Se hizo historia.
A las 17.14 en punto miles de personas de edad, procedencia y situación diversa se dio la mano con la única finalidad de demostrar al Estado español, pero sobre todo el mundo, que la voluntad del pueblo es firme. Y la ciudadanía volvió a dar un paso por delante de la política catalana y lanzó un aviso a sus líderes: el pueblo vigila y vela para que este proceso llegue hasta el final.
"Venimos a enlazarnos, caminamos juntos y hacemos piña, queremos revivir nuestros orígenes, afianzar nuestra identidad, conquistar un sueño, queremos tener nuestro propio país". Así de claro lo manifestaba Jaume Benabarre, mientras disfrutaba del ambiente que se vivía por el Paseo de Gracia de Barcelona.
La jornada transcurrió con traquilidad, si bien es cierto que no faltaron numerosas provocaciones a los participantes de la cadena humana, como los altercados acaecidos en Alcanar al intentar llegar hasta Vinaroç, que forma parte ya de la Comunidad Valenciana, o la colocación de un falso artefacto con la voluntad de causar alarma y que mantuvo cortadas durante algo más de una hora en el centro de Barcelona. Más allá de estos incidentes, el éxito de la cadena humana fue rotundo.
El flujo de idas y venidas fue constante a durante todo el día, tanto en la capital catalana como en el resto de municipios por donde pasaba la cadena humana. Mientras la ida a los puntos designados fue escalonada, la vuelta a casa registró retenciones de hasta 60 kilometros y eso que para facilitar la fluidez se levantaron las barreras de los peajes.
Muchas personas se habían apuntado a participar mediante las inscripciones lejos de sus lugares de residencia por lo que los desplazamientos, sobre todo por carretera, empezaron desde primera hora de la mañana. Los participantes llegaron con tiempo, algunos con muchas horas de antelación, en la que todo servía para pasar el rato, desde las partidas de cartas al constante trajín de whatsapp y tuits en los móviles.
Los que se quedaron en la capital pudieron disfrutar de multitud de actividades programadas para la ocasión. Una de las más esperadas la inauguración del Born Centro Cultural, el antiguo mercado del barrio del Born reconvertido en un espacio de interpretación histórica pues alberga una gran cantidad de restos arqueológicos sobre todo de la guerra que asoló Catalunya en 1714. Los barceloneses llevaban años esperando que se hiciera efectiva la reconversión de este espacio y por ello la afluencia de público superó las 20.000 visitas el primer día. Raquel Suils junto a su hermana, su madre y una amiga realizaron el viaje histórico que supone pasear entre las ruinas de este espacio. "Es parte de nuestra histórica, marcada desde hace siglos por gente luchadora por sus derechos y sus convicciones", aseguró Raquel.
Además de la feria de entidades que se celebra en Barcelona pero también en otras poblaciones con motivo de la Diada, la capital catalana albergaba también la semana del Libro en Catalán, que superó con creces el número de visitas respecto a los días anteriores. Parejas, grupos de amigos, familias y, sobre todo, muchos niños disfrutaban de sus últimos días de vacaciones curioseando entre las novedades literarias de este setiembre.
"Hoy es un día de reivindicación, también desde el sector editorial, y con más razón el que publica en catalán ya que estamos en una situación tensa pero no podemos aflojar en la defensa de nuestra lengua", aseguraba Sonia Alcolea, responsable de una de las casetas de literatura infantil.
Pero en los ojos y los gestos de los protagonistas políticos de la Diada se intuía la impaciencia por la llegada de la hora de la Vía Catalana. Más allá del simbolismo del acto, el despliegue humano suponía un reto de logística y previsión complejo que ha quitado el sueño a más de un miembro de la organización. Carreteras cortadas, desplazamientos multitudinarios con vehículos privados y también en transporte público, así como la previsión de posibles altercados entre partidarios y detractores de la cadena humana hacían de esta Diada y de su dispositivo de seguridad algo extraordinario.
El ambiente, festivo pero sobre todo reivindicativo copó las calles de muchos municipios catalanes desde primera hora de la mañana, sobre todo desde que la lluvia amainó. Los balcones de las viviendas de muchas poblaciones amanecieron con nuevas esteladas, que se sumaron a las de los balcones que ya las lucían desde la Diada del año pasado, aquella que con la multitudinaria manifestación en Barcelona activó el proceso soberanista.
Esta senyera reivindicativa se ha impuesto al uso de la senyera tradicional. Todo un fenómeno. En esta Diada se ha magnificado sobremanera su uso y ha proliferado el merchandising independentista. Ayer pudieron verse esteladas en todos los formatos y soportes posibles: camisetas, vestidos, playeras, mochilas, gorros, bolsos, incluso ropa interior que alguno no dudo en hacer visible. Las personas que participaban en la Vía Catalana, además, vestían en su mayoría una camiseta de color amarillo, el color escogido por la visibilidad que tiene desde el aire. Muchos optaron por comprar la que la Asamblea Nacional Catalana puso a la venta para sufragar los gastos de organización del acto pero también se pudieron ver otras con todo tipo de leyendas reivindicativas.
A medida que se acercaban las manillas del reloj a las 17.14 de la tarde, las mareas amarillas fueron ocupando sus tramos y las banderas esteladas se integraron en el paisaje que recorrió los 400 kilómetros de la Vía Catalana.
Glòria Santaeularia estrenaba ayer su camiseta que reza Una país libre, un país mejor. Comprada para la ocasión, esta pedagoga de 29 años lucía su nuevo niqui convencida de que solo con el estado propio se podrá salir de la crisis. "Aunque para mí no es una cuestión económica la que vengo a defender, es una cuestión de identidad; soy catalana y no quiero que me sigan imponiendo una nacionalidad que no es la mía", reivindicaba.
De manera similar piensa la ilustraodra Mercè Canals, que acudió al acto por que está "cansada" de la actitud del Estado español respecto a Catalunya. "El Estado nos quiere retener a toda costa pero en realidad no les importamos mucho. Es una cuestión de personalidades que chocan y que no se entienden. Tenemos que atrevernos a ser y a vivir sin miedos".
Adrià Blanco, que participó en al cadena humana luciendo una camiseta amarilla en defensa de la escuela pública insistía en la necesidad de alcanzar mejoras sociales para poder avanzar como país. " Necesitamos la independencia precisamente para gestionar directamente las transformaciones que este sistema necesita", explicó.
Para dejar constancia de la efeméride 800 fotógrafos voluntarios repartidos a lo largo de todo el recorrido fotografiaron la cadena para hacer la gigafoto prevista, una instantánea que intentará captar la totalidad de la vía. Acabada la cadena humana miles de personas se unieron en la capital catalana a la tradicional manifestación del 11 de septiembre que recorre las calles de Barcelona.
Catalunya demostró ayer, de la manera más festiva, reivindicativa y pacífica posible hasta donde está dispuesta a llegar para conseguir la meta que considera su destino, el estado propio. Para lograrlo ha desplegado su mejor cara, sus mejores armas y su arsenal de argumentos, conscientes de que eran el centro de todas las miradas.